Cristian, de un niño en riesgo social, a un joven universitario

Serie: Deserción escolar en Honduras // Historias


Cristian Steven Chávez Amador vivió en la delgada línea que divide una juventud llena de conocimiento por aprender en las aulas de clase y el extremo de desertar de la escuela para trabajar y poder sobrevivir junto a sus dos hermanos. 

Cristian sufrió la pérdida física de su madre al tener 14 años de edad y con melancolía cuenta que no sabe de su padre desde que era muy niño; estos hechos le orillaron a tener que vender tortillas para ayudar a sus hermanos y costearse los gastos de su educación. Ellos viven con sus tíos desde el año 2013.

Revistazo fue el medio de comunicación que reveló su historia hace siete años y evidenció la vulnerabilidad de muchos menores de edad que por problemas económicos se ven obligados a elegir entre estudiar y trabajar. 

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Varios años después hemos vuelto a platicar con él para saber qué es de su vida y cómo logró continuar estudiando, puesto que en este 2020 ya cursa el tercer año de ingeniería civil en la Universidad José Cecilio del Valle en Tegucigalpa. Tiene veintiún años de edad.

Nos atiende con un poco de emoción, pues es un joven que está acostumbrado a las cámaras y reflectores. 

“Llevo mi tercer año de ingeniería. Hasta ahorita he sacado 21 de 58 clases de la carrera. Estoy emocionado porque la universidad me gusta pero ya estoy comenzando a sentir el peso de las clases, pero eso me motiva más”, dice el joven.

Entre sonrisas, Cristian nos cuenta que realmente la escuela no le gustaba, pero la universidad sí le trae la motivación que no tuvo antes. Los dice con un poco de melancolía, como si viajara en el tiempo y recordara un evento que marcó sus días de escuela.

El muchacho recibe ayuda de una organización privada que se encarga de pagar los gastos de matrícula y mensualidades de sus estudios superiores; es un ejemplo de lo bien que puede desempeñarse un estudiante con apoyo. 

Cristian y sus dos hermanos también están en la escuela gracias a la ayuda de la organizacion privada. // Fotografías con el consentimiento de Cristian y su familia.// © Revistazo.com

Desafortunadamente esto no sucede con todos los niños, niñas y adolescentes que están en la delgada línea que divide el terreno de la deserción escolar y la continuidad de una carrera. 

Los niños, niñas y jóvenes de Honduras deben gozar de garantías para su educación, ya que la cobertura en materia de educación superior asciende sólo al 16.2% de los jóvenes en edad para cursar una universidad, de acuerdo al último estudio hecho por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) en 2017.

Cristian dejó el terreno de la deserción y ahora se enfila como un profesional que dará su mejor esfuerzo para su familia. 

En la colonia donde Cristian vive, se ven muchos casos de jóvenes de su misma edad que tomaron un destino opuesto y que ahora dedican su tiempo a drogas o ser miembros útiles de grupos de antisociales.

Le preguntamos al universitario ¿por qué decidió nadar contra la corriente y no tomar el camino que algunos de sus excompañeros y vecinos tomaron?, nos responde con mucha seguridad que la educación que su madre le dio en casa le mantuvo firme. 

“Mi madre era una mujer muy estricta y ella siempre nos inculcó hacer lo correcto, valorar el estudio y darnos cuenta que con eso nos defenderíamos en la vida”, asegura. 

La desgracia vivida hizo que Cristian perdiera el cuarto año de educación básica, y debió repetirlo, pero sus palabras nos ayudan a convencernos de la importancia que tiene la educación en casa como complemento del pan del saber que reciben los niños, niñas y adolescentes en las aulas de clase. 

A pesar de dedicarse al estudio, Cristian aún practica el oficio de barbero, sólo que ahora con más destreza que hace unos años, nos dice entre risas. 

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“El corte de pelo normal lo cobro a 30 Lempiras (1.25 de dólar estadounidense); pero como yo soy buena gente, al que viene le puedo dar la barba de cortesía”, bromea el alumno. 

Con el dinero de los cortes de cabello paga fotocopias, impresiones y algún manual que haga falta comprar para sus clases, asevera. 

Dice que no formará una familia hasta que haya logrado la mayoría de sus metas, entre las que resaltan su título en ingeniería civil, otro en pedagogía y una especialización en la carrera de la que se graduará en unos años. 

Cristian puede servir como ejemplo de superación para niños, niñas y adolescentes que piensan dejar la escuela, pero lastimosamente es una minoría en comparación a los que están inmersos en la violencia, exclusión y pobreza. A pesar de esto, aun es necesario trabajar en propuestas y programas que hagan que los educandos no deserten de las instituciones de enseñanza pues el mejoramiento de su calidad de vida y la dinamización de las economías en las que se desenvuelven dependerán de su nivel de preparación académica.