Los niños hondureños cambian las aulas de clase por campos de trabajo

Serie: Deserción escolar en Honduras (2/5)


Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), el trabajo infantil que debe eliminarse son "aquellas tareas que les priven (a los niños) de la posibilidad de asistir a clases, de experimentar una niñez plena y que les exponen a grandes peligros”.

Los datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) de 2019 dicen que en Honduras trabajan 404,462 niños entre 5 y 17 años de edad, es decir, edad escolar.

En nuestra anterior entrega sobre deserción escolar, la puesta en escena de menores en actividades remuneradas es identificada como uno de los factores por los cuáles más niños y niñas dejan de gozar de su derecho a la educación.

El plan de abandonar la escuela

De acuerdo al Observatorio Nacional de Educación de la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán (UPNFM), el 19% de los niños dentro del sistema educativo nacional piensa en abandonar la escuela para trabajar en una actividad remunerada, pero lo grave no es que lo piensen como una posibilidad, el informe hace énfasis en que ese es el plan de los educandos.

El investigador Mario Alas, miembro de dicho observatorio, sustenta esos números con relatos que han obtenido en el trabajo de campo en el interior del país:

Alas asegura que estas expresiones se pueden escuchar de menores que cursan desde el noveno grado a otros superiores.

Por otro lado, ese mismo documento asevera que el 59% de los niños entre 12 y 15 años que estudian creen que algún día dejarán los recintos educativos por falta de recursos económicos de su familia. La precariedad en la que viven muchos hogares en Honduras está siendo otro factor que dejará a miles de niños y niñas expuestos a un eventual abandono de las aulas por tener que trabajar para ayudar económicamente en casa.

La economía como factor de presión

Transformemos Honduras, un colectivo que busca hacer incidencia para mejorar la calidad educativa del país, certifica que son aproximadamente 85 mil niños y niñas en edad escolar los que desertan anualmente de la educación básica por razones como la obligatoriedad, en ciertos casos, de ocuparse en algo más que libros y tareas.

No es sorpresa para los expertos entonces, que las cifras de pobreza de Honduras tengan una estricta relación con la falta de asistencia a clases. Para ejemplificarlo, el experto Edwin Moya destaca que solamente 3 de cada 10 niños de los sectores más pobres de Honduras asisten a la escuela, mientras que en el otro extremo, en los hogares donde cuentan con más recursos económicos, 7 de cada 10 niños lo hace. Honduras es un país que tiene un 40% de su población total viviendo en pobreza extrema, es decir, más de tres millones y medio de personas.

El trabajo infantil, además de impedir accesos, rendimiento y permanencia en el sistema de educación, también puede producir efectos negativos inmediatos o a futuro en el desarrollo intelectual, psicológico e incluso social de la niñez, según lo sentencia el Código de la Niñez y la Familia hondureño, es por esto que se vuelve urgente tocar el tema con una visión que ofrezca soluciones o seguirá ocurriendo lo que la OIM retrata en su informe Migración y Trabajo Infantil 2019, donde explica que al menos el 68% de la niñez migrante realizaba trabajos remunerados tras dejar la escuela e incursionar en la ruta migratoria; otro de los factores que esta serie de artículos analizará en su siguiente entrega.

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