Tenía título, casa propia, y buen puesto. Sus víctimas eran niñas de barrios marginales. Tal vez pensó que esa brecha de estación social garantizaría su impunidad. Si fue así, pensó mal.
Es ingeniero en sistemas y de ojos azules, corpulento, alto y blanco—“chele” se dicen en los pueblos del occidente de Honduras. Un hombre que, descrito solamente así, a cualquier mujer le podría interesar. Y aparentemente, tenía engañadas a varias: tiene cuatro hijos, dos varones de 5 y 7 años y dos niñas de 2 y 16 años, todos reconocidos y procreados con diferentes mujeres.
Era ejecutivo de una empresa dedicada a la venta de software situada en el edificio comercial, Torre Metrópolis, frente del bulevar Suyapa de Tegucigalpa. Su buen puesto le permitía vivir en la colonia Godoy, una zona de relativa afluencia ubicada en las inmediaciones del aeropuerto Toncontin, en Tegucigalpa.
Sin embargo, la justicia hondureña lo mantiene en prisión, y ya lo ha condenado por uno de 5 casos de violación especial que le imputa el Ministerio Público.
Se trata de Allan Gilberto Díaz Chinchilla, “El Ingeniero”, de 36 años de edad. Actualmente cumple una pena de cinco años con siete meses y 15 días de prisión, impuesto al haberse aceptado la responsabilidad de haber cometido actos de lujuria en perjuicio de una niña de 10 años. Enfrenta hasta 60 años más por la violación de cuatro niñas más, todas menores de 12 años.
“Ando cuadernos para regalar”
El ingeniero aprovechaba no solo de la temprana edad de sus víctimas, sino también del diferencial económico entre ellas y él.
Punteando el mediodía, hora de salida en los centros escolares, el ingeniero se acercaba a las escuelas públicas de educación primaria en comunidades pobres del Distrito Central. Todos los crímenes del ingeniero se ejecutaron entre las once de la mañana y la una de la tarde, cuando las niñas y niños salen de la escuela.
Recorría a velocidad lenta estas zonas. Al encontrarse con alguna niña de entre 7 y 11 años de edad que anduviera sola hacia la escuela o de regreso a la casa, el ingeniero abría la ventana y detenía la marcha, preguntándole, “¿dónde se ubica tu escuela?”
Con frecuencia, las niñas quedaban impresionadas con el vehículo y la vestimenta semi-formal del ingeniero. Se detenían y comenzaban a darle direcciones, pero él las interrumpía diciendo, “aquí ando uniformes y cuadernos para regalar.” Las invitaba a subirse al carro y les pedía que lo acompañaran.
La pobreza es enorme en colonias capitalinas como la 28 de Marzo, el Manchen y Nueva Suyapa, sectores donde el ingeniero cometió al menos tres de los cinco crímenes que le imputa el Ministerio Público. En estas comunidades la mayoría de niños y niñas van a la escuela sin llevar todos los útiles que les exige el sistema de educación. Incluso, muchos asisten a clases con uniformes y zapatos rotos, situación que los ubica en zona de riesgo ante los degenerados sexuales.
Por ejemplo, Jessy, el primer caso por el que ha sido condenado el ingeniero, fue interceptada poco después de las once de la mañana, cuando recién había salido de la escuela y caminaba por la calle. El ingeniero la alcanzó en un turismo gris y detuvo la marcha. Le dijo que les andaba regalándole ropa a los niños y que lo acompañara a la escuela porque el él no conocía.
“Me subí y me llevó a un lugar donde no pasaban carros” y ahí la violó, dijo Jessy, estudiante de cuarto grado de primaria, en su testimonio ante las autoridades.
Otro de los casos ocurrió con una niña de nueva años, que el ingeniero raptó en una colonia de Tegucigalpa en enero de 2016. En su declaración brindada a las autoridades, esta niña relató que un carro gris se le acercó y el chofer le preguntó por la escuela 17 de Junio. Cuando la niña le estaba dando la dirección, el Ingeniero la obligó a subirse al carro, la encerró con llave y después la llevó a un lugar desolado donde abusó de ella.
Situación similar le ocurrió el 13 de marzo de 2015 a Nataly, de 10 años. Ella salió de la escuela y cuando iba caminando para su casa se le acercó un turismo gris. El motorista abrió la ventana y la llamó, “¿dónde es tu escuela, niña?” Detuvo el carro y le dijo que andaba regalando cuadernos a los niños. La niña se paró y cuando le daba la dirección el hombre la obligó a subirse al carro y la llevó a un lugar desconocido para abusar sexualmente de ella.
Cazando al cazador
En enero del 2016, empleados del Proyecto Rescate de la Asociación para una Sociedad más Justa (Rescate-ASJ), llegaron Módulo de Atención Integral Especializado (MAIE), del Ministerio Público a darle seguimiento al caso de violación especial de otra niña. Y allí estaban cuando una mujer entró llorando, con su hija Karen, de 9 años agarrada de la mano y denunciando que horas antes, la niña había sido raptada y abusada sexualmente.
Y entre lágrimas y sollozos la niña dijo que su agresor le expresó que andaba regalándoles cuadernos a los niños de la escuela y que engañada la hizo entrar a un turismo color gris, que conducía.
El Proyecto Rescate es una iniciativa de la organización no-gubernamental Asociación para una Sociedad Más Justa (ASJ). Este proyecto lleva más de una década apoyando a la policía en la investigación de crímenes sexuales contra niños y niñas con personal especializado el tema violadores seriales.
Al conocer esta denuncia, los investigadores de Rescate-ASJ coordinaron con la Agencia Técnica de Investigación Criminal (ATIC) y la Dirección Policial de Investigaciones (DPI) acciones para determinar si en sus archivos existían denuncias con características similares del agresor, su medio de transporte y el modus operandi. Y encontraron tres, incluso una que había sido interpuesta un año antes y que se encontraba archivada.
Inmediatamente los investigadores de Rescate, junto con los del ATIC y de la DPI, ubicaron a las víctimas y se contactaron con ellas. El personal de Rescate-ASJ les explicaron que además de aportarle a la investigación, les brindarían atención psicológica a las niñas y a sus familias para ayudarles a restablecerse en su salud emocional. Al ver que el personal de Rescate-ASJ y del Estado estaban comprometidos con hacerles justicia, las víctimas y sus padres tomaron la decisión valiente de colaborar.
Con información facilitada por las niñas, los investigadores construyeron un cuadro de perfilación criminal, que contiene las características físicas, corte de pelo, color de la piel, cronologías del hecho y modus operandi. El personal de Rescate-ASJ también se reunió con fiscales de la Fiscalía Especial de la Niñez para organizar los equipos de trabajo encargados de hacer el recorrido de las posibles rutas criminales transitadas por el ingeniero después de la comisión de cada delito, según la información que contenían las denuncias interpuestas por los familiares de cada víctima.
En los recorridos identificaron cámaras de seguridad privadas y del Sistema Nacional de Emergencia 911 situadas en las cercanías de los lugares donde el Ingeniero había raptado a las niñas.
En al menos dos, de los videos registrados en las cámaras de seguridad, se registró el momento en que el ingeniero interceptó por separado y en fecha distinta, a dos niñas. Sin embargo, fue uno el que evidenció claramente el número de la placa del vehículo. La otra era una cámara privada de muy baja resolución donde la imagen se mostraba borrosa.
“En uno de los videos logramos identificar el número de la placa del vehículo y eso nos llevó a conocer el domicilio del propietario”, dijo a Revistazo, uno de los investigadores de Rescate-ASJ.
Los investigadores identificaron que el vehículo en el que se conducía el abusador sexual, se encontraba registrado a nombre de una mujer, quien resultó ser la pareja sentimental del Ingeniero.
Ella no sabía del mal comportamiento de su pareja en la sociedad, ni que su vehículo era utilizado en la ejecución de actos criminales.
Como prueba de convicción, en su momento las autoridades decomisaron el vehículo, pero después, ella lo recuperó. Para su seguridad hizo trámites legales y le cambio la placa y el color.
Finalmente, el ingeniero fue capturado en el parqueo de un supermercado de San Pedro Sula, el 31 de enero de 2016, cuando realizaba una gira de trabajo, para darle mantenimiento al equipo de informática que allí utilizan. La acción fue coordinada entre los agentes de la ATIC de Tegucigalpa y de aquella ciudad, con el apoyo de Rescate-ASJ.
Para desarrollar el caso contra el Ingeniero, las cinco niñas que habían denunciado ser violadas rindieron sus declaraciones en la cámara Gesell del Ministerio Público.
La cámara Gesell es un espacio ubicado en las instalaciones del Ministerio Publico que a las sobrevivientes de un abuso sexual les permite dar su testimonio una sola vez, en un ambiente de confianza. Consiste en una sala de dos espacios separados por un vidrio, que cuentan con equipos de grabación de audio y video, con micrófonos ocultos y que cuenta con un psicólogo que acompaña a la víctima en uno de los compartimientos.
VIDEO // COMO FUNCIONA UNA CAMARA GESELLEn la cámara Gesell, el psicólogo sirve como canal de las preguntas que le hace el investigador, el juez, el Fiscal y el abogado defensor, presentes en la otra división. Este método evite la revictimisación que pasaba en tiempos anteriores cuando a una víctima de abuso se le obligaba contar su historia una y otra vez ante policías, fiscales, y jueces en varias audiencias.
Estas niñas valientes también reconocieron al Ingeniero a través de un patrón fotográfico
Al ver que las pruebas eran contundentes contra él, el Ingeniero aceptó la responsabilidad de haber abusado de Jessy, de 10 años y enfrenta cuatro acusaciones más, por violación especial que le imputa el Ministerio Público, que podrían sumarle la pena hasta 60 años.
Los casos que restan por resolver fueron cometidos supuestamente por el ingeniero en contra de las testigos protegidas, Venus, Neptuno, Prills y Clavel. Mientras tanto, hoy guarda prisión en la Penitenciaría Nacional, Marco Aurelio Soto, en Támara, Francisco Morazán, a 17 kilómetros al este de Tegucigalpa.
Coordinación entre instituciones fue clave para lograr la justicia
Para Diana Medina, coordinadora del Proyecto Rescate-ASJ, la investigación fue exitosa gracias a la coordinación interinstitucional de los operadores de justicia.
“Sistematizar el desarrollo de las investigaciones y poder compartirlas es clave, porque en todos los casos las denuncias se encontraban dispersas y estaban siendo investigadas de formas aislada; pero si se trabajase con bases de datos para vincular denuncias, desde el principio se hubiera abordado el caso como violador serial, probablemente algunos casos no hubiesen acontecido”, reflexionó Medina.