Tiene 15 años y su piel es trigueña clara, -morenita dicen en el occidente de Honduras- es amistosa y platicadora, sonriente y de dulce carácter. Cursa el primer año de bachillerato en Contaduría y Finanzas y aspira a la licenciatura en Contaduría Pública de la UNAH, con orgullo pregona su excelencia académica y destacada participación en los eventos culturales del colegio.
Ella es Dariela María, quien hace dos años, cuando apenas tenía 13, un hombre desconocido que entró a su casa a punta de pistola le arrancó su inocencia. Ella fue violada y el crimen le derivó horrendas secuelas, difíciles de olvidar, pero no imposibles de superar. Y allí está, luchando para alcanzar el éxito.
“Yo tenía mucho miedo, salía a las calles con mi mami y con solo oír el ruido de una moto me agarraba de ella, pero Dios me ayudó a superar eso”, dice Dariela María en plática con Revistazo.
Dariela María fue abusada el 16 de febrero de 2016, por Roberto Carlos Peña Sánchez, un violador serial, que a la una de la tarde entró a la casa donde vive con su mamá, Isabel Cristina, en un barrio de Comayagüela. La niña estaba sola porque su madre estaba en una reunión de la iglesia.
Peña Sánchez era un vendedor de arroz chino que en su motocicleta de color rojo recorría varias colonias de Comayagüela, incluida, la San Buenaventura, situada en una de las zonas más violentas de la capital hondureña. Para el año 2015 el Observatorio de la Violencia de la UNAH ubicó esta colonia en los primeros lugares de ocurrencia delictiva del Distrito Central. Pero no hay alternativas y la gente vive allí, de la mano de Dios y ya acostumbrada al riesgo.
Todos saben que están en la línea de fuego, -en zona caliente, dice la gente, pues no hay día donde no ocurra al menos un delito, de homicidio, violación o robo, es una situación que la gente ve con normalidad y que la han aceptado como parte de la vida. Sin embargo, Isabel Cristina, jamás pensó que a su hija la podían violar, se confió y la dejó sola.
Dariela María y sus hermanos son beneficiarios del proyecto de educación del Centro de Desarrollo Integral (CDI) que funciona en la iglesia donde su familia se congrega, y en esa reunión les entregarían los útiles escolares de ese año.
Con mucho esfuerzo, Isabel Cristina logró instalar una pulpería que es la fuente de los recursos que les sirven para sufragar los gastos de estudio y de alimentación de la familia y mientras ella regresaba le encargó la atención del negocio a Dariela María.
El crimen
El 16 de febrero de 2016 fue un día soleado en la capital, y a la una de la tarde, Isabel Cristina salió de su casa y Dariela María se quedó en el negocio. Quince minutos después, la niña vio que una moto color rojo se estacionó y que del vehículo se bajó un hombre de entre 25 a 30 años, estatura media, delgado y que sin quitarse el casco, entró en la pulpería. Ella pensó que se trataba de un transeúnte que necesitaba comprar agua u otro producto.
Amablemente le sonrió y preguntó -¿qué necesita señor?, el desconocido miró a los lados y aun sin quitarse el casco, la encañonó y le ordenó entrar al cuarto y la obligó a desnudarse. No se había terminado de quitarse la ropa cuando alguien entró - “Dariela, Dariela, ¿dónde estás?”, -“aquí, no entres”.
Dariela María le dijo a su primo que no entrara porque al escuchar los gritos, el hombre apuntó con su pistola a la puerta “y lo podía matar y lo más seguro es que también a mí me hubiera matado para no dejar testigos”, analiza la niña.
El muchacho se fue y el agresor consumó el crimen y antes de irse le exigió que le entregara el dinero de la pulpería y la amenazó con matarla si contaba lo sucedido. “Pero yo hablé con el papá de mis primos y él le habló a mi mami, después le hablamos a la policía y luego fuimos a poner la denuncia y fue allí donde encontré a los de la Asociación”, dice Dariela María con vos entrecortada, mientras de sus ojos fluyen dos chorros de agua que inútilmente trata de contener con sus manos.
Respira profundo y expresa frases de agradecimiento al todopoderoso, “Dios ha puesto en mi camino a personas tan buenas que me han ayudado a superar cosas que uno no puede olvidar pero sí superarlas”, sostuvo.
El Proyecto Rescate, de la Asociación para una Sociedad más Justa (ASJ), brinda atención psicológica a las víctimas de abusos sexuales. Rescate tiene una década trabajando el tema de abuso sexual a menores y además del tratamiento psicológico, acompaña técnica y logísticamente los procesos de investigación y judicialización de los casos.
Pese a su corta edad, Dariela María reconoce esa labor, y asegura que la atención psicológica de Recate-ASJ le ayudó a reestablecer su comportamiento emocional. Dice que no le guarda rencor al que le hizo daño, porque “Dios hizo justicia y le doy gracias a la Lic. por haberme ayudado en todo el proceso y a la institución por haberme apoyado, porque gracias a ellos yo estoy aquí, he superado mi trauma, puedo vivir feliz, con tranquilidad, sé que Dios me cubre y que ese hombre ya no va a salir.”
Cuando ella dice que ese hombre ya no va a salir, se refiere a su agresor, Roberto Carlos Peña Sánchez, quien ahora está preso y condenado a 150 años de cárcel, por sentencias acumuladas de violación especial de 13 mujeres. El Ministerio Público probó en los tribunales que él cometió 12 delitos de violación especial contra una docena de niñas de 11 y 17 años, un delito de violación simple en perjuicio de una mujer adulta, actos de lujuria y robo.
¿A futuro cómo ve?
A casi dos años y medio de su agresión y cuando su atacante ya ha sido confinado en una cárcel y que ella dice sentirse mejor, Revistazo le preguntó, ¿a futuro como se ve? – bueno, me veo siendo una buena ciudadana, profesional universitaria, que ayudo a mi mami porque ella ha sido madre y padre para mí porque mi mami es lo mejor que Dios me pudo haber dado en la vida. Resurge el llanto y su vos se quebranta, -“no tengo un padre que me apoye pero si está ella que hace doble papel” indicó.
Además, dice que sueña siendo feliz, cuidada por Dios y sin ningún sufrimiento por el pasado.
Fue víctima de bullying
Dariela María vive sola con su madre y sus hermanos desde los siete años cuando sus padres decidieron separarse. Sin problemas cursó la primaria en la escuela Republica de Francia y allí fue feliz. Sin embargo, su inicio en la educación secundaria no fue lo mejor.
“Cuando entré a estudiar secundaria en el Instituto Superación San francisco me hicieron bullying, me maltrataron, mi mami me daba dinero para la merienda y los de ultimo año nos mandaban a quitar el dinero, yo le dije a mi mami y cuando ella fue al colegio a reclamarles, en la tarde llegaron a la casa unos estudiantes con adultos a decirme que si no me salía del colegio me iban a matar”, dijo la muchacha.
Esa situación ocurrió en las primeras dos semanas de clases y por ese motivo, Isabel Cristina, tuvo que trasladar a su hija a un colegio privado y la matriculó en ella Instituto Católico San Buenaventura, ella dice que allí fue tratada de manera diferente, pero su mamá debe esforzarse más.
Me sentía culpable por haberla dejado sola, dice su mamá
Isabel Cristina se ve que es una de tantas mujeres a las que la vida les ha enseñado a mostrar fuerte carácter y a desenvolverse en cualquier trinchera que les toque. Sin embargo, la agresión a su hija le caló duro.
“Y la Lic. (psicóloga de Rescate) me decía que me miraba más afectada a mí que a mi hija, y es razonable, porque uno como padre no quiere que nada malo le pase a sus hijos y yo soy madre soltera y he luchado contra viento y marea, he caído y me he sabido levantar con más fuerzas, pero lo que le ha pasado a mi hija es duro, mi corazón es débil pero saco fuerzas para apoyarla”, detalló Isabel Cristina.
Ella dice que no quería ir a la reunión, pero que la misma Dariela María la impulsó porque necesitaba los cuadernos que les iban a dar en el CDI.
Se fue tranquila y cuando estaba en la reunión recibió la llamada de su hija, la niña estaba llorando le dijo –Mami vengase para la casa porque un hombre me violó, -dejá de bromear así, Dariela María gritó más fuerte, -es verdad mami, vengase.
Y como loca, Isabel Cristina se levantó de la reunión y salió corriendo, de dos en dos bajó las gradas del edificio y se subió en primer taxi que encontró en la calle, -lléveme a mi casa le dijo al chofer, miró a dos policías y les dijo que se subieran porque en su casa había un problema, ellos la acompañaron y le ayudaron en la presentación de la denuncia.
“Yo me sentía impotente y también me sentía culpable por haberla dejado sola”, afirma la mamá de Dariela María, quien ayudó mucho en la investigación.
Ella no se cruzó de brazos y recorrió las calles y cuarterías de varias colonias aledañas buscando al violador y la moto con las características indicadas. En la investigación conoció a varias de las víctimas con las que intercambió números telefónicos para mantenerse informadas y colaboró también el proceso judicial.