Las múltiples actividades del crimen organizado en Centroamérica, una de las regiones más violentas del mundo, ha incrementado la contratación de la seguridad privada sobre todo en el llamado triángulo norte, donde la fuerza pública se ha visto desbordada.
Según cifras recientes de la Federación Panamericana de Seguridad Privada, en Centroamérica hay más de 200.000 personas dedicadas a este negocio, la mayoría en condiciones de informalidad.
En el triángulo norte -fundado en 1991 por Guatemala, Honduras y El Salvador- la concentración de ese tipo de servicios es mayor debido a la incidencia del crimen organizado y de las «maras» o pandillas.
«El triángulo norte es una zona que tiene grandes problemas de seguridad y obviamente tiene el mayor número de agentes privados», dijo Omar Garrido, representante para Centroamérica de Asis, una organización internacional dedicada a la seguridad de las empresas privadas.
Garrido estimó que la cifra real podría ser de unos 300.000 guardias privados en Centroamérica, de los cuales 200.000 operan en el triángulo norte.
Según datos estatales, el crecimiento de las empresas de seguridad ronda el 8% anual en Centroamérica, una región que posee las tasas de homicidio más altas del planeta, de acuerdo a estudios de la ONU.
Honduras, con una tasa de 86,5 homicidios por cada 100.000 habitantes es el país sin guerra más peligroso del mundo. Le siguen El Salvador con una tasa de 69 y Guatemala con 39.
Según la ONU, la guerra desatada por México contra los cárteles del narcotráfico ha obligado a esas organizaciones a desplazarse hacia los países del istmo, donde han encontrado un campo abonado por la pobreza, el desempleo juvenil y la corrupción gubernamental.
Rubén Fajardo, consultor en temas de seguridad, aseguró que «las autoridades se están enfocando más al crimen organizado, mientras la delincuencia común se desborda y ahí es donde la seguridad privada ha tenido un incremento».
Fajardo estimó que los guardias de seguridad privados han tenido un «crecimiento enorme» en la región en los últimos 15 años.
En Guatemala, los guardias de seguridad cuadruplican en número los 24.000 miembros de la fuerza pública, mientras que en Honduras duplican a los 29.000 agentes de la policía, de apenas 14.000 hombres.
En Costa Rica, con índices más bajos de criminalidad, también duplican en número a los 13.000 efectivos estatales.
Secuestros, extorsiones y asaltos a contenedores que transportan mercancías en las carreteras son algunas de las actividades criminales que más preocupan a los empresarios centroamericanos, los grandes usuarios de los servicios de seguridad privada.
«Hay más clientes porque hay más movimiento de mercadería y las poblaciones y los riesgos aumentan. Así como se habla de globalización económica, también existe la globalización delictiva y toca a todos los estratos», según el empresariado regional.
Semanalmente se pierden 14 contenedores en Honduras, 10 en Guatemala y ocho en El Salvador.
Sin embargo, la mayoría de guardias privados están mal pagados y carecen de preparación adecuada para enfrentar la delincuencia, lo que en ocasiones lleva a que terminen delinquiendo o sirviendo al narcotráfico.
«Si el narcotráfico ha sido capaz de comprar jefes de policía, por qué no va a poder comprar a personas que no tienen ese poder», se preguntó Ernesto Alvarado, presidente de Asis en Panamá.
«Siempre va a existir la tentación», dijo Garrido, para quien al guardia privado hay que pagarle una cantidad «lo suficientemente justa para que no se sienta motivado a cometer un delito».
Fajardo va más allá y asegura que «la industria de la seguridad privada ha sido utilizada por el crimen organizado para lavar dinero», aunque -matizó- «ésta no es una regla general» . (AFP).