Por Roberto Flores
SAN SALVADOR- El padre de Consuelo está enfermo. Los síntomas comenzaron la noche anterior y al amanecer su diagnóstico era deducible a simple vista: “Le cayó gripe”.
El sopor del medio día lo ha sacado de la casa en busca de su vieja hamaca, coloreada de polvo, desde donde trata de captar alguna brisa marina que logra filtrarse entre las casas de la isla.
La hamaca está gastada, pero con lo delgado que es, Miguel Ángel Chávez no corre peligro de caer.
-¡Van a ir a sacar curiles no!
Sus ojos apenas ven pero utiliza la voz de la gente para saber en qué dirección debe hablar.
-Sí, vamos a ir. Dicen que usted curileaba antes.
-Cuando estaba entero sí.
Por cuarenta años Miguel Chávez arrancó su sustento del lodo. Ahora es su hija, Consuelo Martínez Chávez, quien a sus 52 años se baña en lodo para que ambos puedan sobrevivir.
El bulevar Costa del Sol corre paralelo a la playa que lleva el mismo nombre, hasta terminar en La Puntilla. Es la vía principal del lugar, una extensión de terreno que parece desprenderse del departamento de La Paz, entregándoselo al mar.
Avanzando hacia La Puntilla, sobre el lado derecho de la carretera, viendo hacia el mar, se cuentan numerosos ranchos de playa y hoteles que se levantan a una altura de cinco pisos. Al lado izquierdo una planicie se extiende hacia los manglares, un paraje casi desértico de no ser por la maleza que ahí ha crecido.
-Ahí hay comunidades, ahí vive gente- dice Vivian Gutiérrez.
Ella trabaja en la Fundación de Estudios para la Aplicación del Derecho (FESPAD). Desde hace algún tiempo ella colabora en temas de derechos humanos con comunidades de la zona. Ha recorrido esa carretera en varias ocasiones y el contraste entre ambos lados del camino siempre le ha parecido motivo de comentarios.
El destino de hoy es la Isla de Tasajera, a diez minutos en lancha desde la Puntilla. A Vivian la espera ahí doña Consuelo, quien aportará un día de su vida para la producción de un video sobre soberanía alimentaria que FESPAD alista.
Una operación matemática sirve para comprender por qué la situación de aquella señora es tan ilustrativa para Vivian:
Doña Consuelo vive de la extracción de curiles, unos moluscos característicos en la gastronomía de la costa que sabe acompañarse con salsa inglesa, limón y el brindis con cerveza. Para ganar $3.00 en un día tiene que agacharse en medio del lodo de los manglares cercanos y arrancar uno a uno 100 curiles, trabajo que lleva en buena época de 4 a 5 horas.
A los $3.00 que gana hay que restarle $1.00 que paga por el transporte en lancha y $1.00 de lo que ha fiado en la tienda de la isla. Eso le deja a Consuelo $1.00 que debe estirar para que alcance durante dos días, pues no se sabe si al día siguiente se lograrán sacar los 100 curiles.
La señora cuenta que a veces apenas le queda para el café, y a veces ni se lo puede tomar porque no le alcanza para la azúcar- dice Vivian.
Más tarde Consuelo se sentará frente a la cámara de video a dar detalles sobre su dieta alimenticia: “Compro maíz para hacer tortillas, frijoles y un pedacito de queso. Y cuando se tiene un poquito más entonces ya compramos una cremita de a quince centavos”.
Hoy Vivian le lleva algunos alimentos. Vienen en la parte de atrás del pick-up doble cabina. Antes de llegar a la Puntilla se hacen algunas tomas de video sobre el contraste entre los grandes hoteles y las casas de lámina.
La industria hotelera es una de las que más se ha desarrollado a lo largo de la Costa del Sol. Varios clubs y resorts han adoptado el nombre de lugar y han prosperado desde principios de la década pasada haciendo negocios con las membrecías.
Pero no toda la franja de la Costa del Sol está llena de hoteles. Hay manzanas de terreno que aún están desoladas, incluso aquellas en las que Vivian dice que vive gente.
Lugares como este son algunos de los activos salvadoreños a los que el gobierno les ha apostado para reactivar la economía del país. De hecho, el Ejecutivo ha puesto en marcha toda una estrategia económica en la que la zona costera marina del país servirá de motor para revertir las bajas tasas de crecimiento que se han vuelto costumbre en la economía salvadoreña.
La idea, según ha explicado el secretario técnico de la Presidencia, Alexander Segovia, es generar un buen clima para atraer la inversión privada a esa zona. La agroindustria y el turismo son algunos de los rubros en los cuales el gobierno del presidente Mauricio Funes espera recibir inversionistas.
Funes y Segovia incluso han dado a conocer que dos grupos empresariales depositaron su confianza en la estrategia y realizarán inversiones millonarias en al menos tres hoteles en la costa salvadoreña. Se trata del Grupo Royal Decameron (que ya posee un hotel) y el Grupo Barceló, que construiría dos hoteles.
Después de un par de tomas, el vehículo en el que viaja Vivian se reincorpora al bulevar Costa del Sol. En menos de 15 minutos llega a La Puntilla. Al otro lado del estero, en la Isla Tasajera, sus habitantes ya han escuchado de la estrategia económica del gobierno.
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Jeremías Alberto y Mario Alberto Sigüenza se aventuran en el mar casi todos los días para ir de pesca. A eso se han dedicado siempre. En realidad es a lo que se dedica la mayoría de personas en la Isla de Tasajera, específicamente en el cantón San Rafael Tasajera.
Los muelles de la Isla son pequeños, algunos frágiles, con la ingeniería necesaria para recibir a pequeñas lanchas y cayucos. Los muelles conectan con caminos angostos que se alinean unos y otros en una perfecta cuadrícula.
Hay una escuela pero no hay una unidad de salud. Un malestar le puede costar a cualquiera de sus habitantes hasta $5.00 por el pago en lancha hasta un lugar en donde la policía reciba al paciente para llevarlo al hospital de La Paz.
En medio del cantón, rodada de un cerco de alambre que dibuja un rectángulo perfecto, está la casa de Consuelo y su padre. Don Jaime detecta la presencia de la visita y levanta la mano.
La casa es básica, la estándar en la isla: una sola habitación en donde se guardan camas, con paredes de madera y techo de lámina agujereada.
Consuelo entra a escena y saluda a Vivian y el resto de sus acompañantes. Tras ella una columna de niños, compuesta de sobrinos y nietos, conforma el comité de bienvenida.
Jeremías y Mario conocen a Vivian y coordinaron con ella su llegada. Ambos están involucrados con los asuntos del cantón. Mario, de hecho, es el presidente de la directiva de vecinos, aunque en una comunidad con tan pocos vecinos el interés por los asuntos del lugar es colectivo.
“Aquí hace algún tiempo hubo una reunión con una institución que se llama CORDES (una fundación dedicada a impulsar el desarrollo comunal). Habíamos quedado que nosotros en el proyecto que se iba a ejecutar aquí en la isla iba a ser construir un malecón turístico y de renovar el muro que está ahí”, comenta Jeremías.
Se refiere al proyecto que la comunidad ha propuesto para tener la oportunidad de ser financiado con el FOMILENIO II, un segundo donativo de la estadounidense Corporación Reto del Milenio hecho al país, que se destinará a la creación de un ambiente óptimo para las inversiones en la franja costera marina salvadoreña.
El FOMILENIO es uno de los componentes claves dentro de la estrategia económica que el gobierno planea ejecutar a lo largo de 2013. Actualmente se realiza una serie de consultas para estudiar los proyectos que serían financiados con esos fondos.
La propuesta en Tasajera es que en el borde de la isla que conecta al mar se construya un malecón que sirva de atracción turística.
Hasta hace algunos años, el turismo en la zona dependía de un acto inusual de la naturaleza: el coco de tres ramas.
Era único en su clase, una palmera con raíces firmes en la arena cuyo copete se dividía en tres palmeras diferentes. Aquella maravilla natural atraía a turistas que pagaban una lancha, iban al lugar y se tomaban fotografías con aquella palmera.
Una tormenta provocó que perdiera dos de sus cabezas y dejó a un coco de una sola rama que no despertaba mayor interés turístico.
“Lo que queremos es instalar pequeños negocios, vender comida, apostarle a vender mariscos que es lo que aquí se trabaja, lo que se pesca, curiles… tal vez eso volvería a reactivar la venta de curiles”, dice Jeremías.
Ambos, la pesca y la extracción de curiles, son un mal negocio últimamente. Jeremías asegura que cada vez que entra una marea consigue pescar unas cuantas libras de macarela, la cual vende a $0.70 la libra. Pero desde hace algunos meses la demanda de los restaurantes de la costa ha caído y en ocasiones tiene que bajar el precio a $0.50 la libra.
“El malecón ayudaría incluso a los lancheros, a que hagan más viajes para acá”, afirma.
Después Jeremías admitirá que si bien se aventura al peligro cada vez que entra al mar, no sería capaz de realizar el trabajo de Consuelo: curilear.
Ella se ha dedicado a eso desde que tenía 12 años. Ya ha invertido la misma cantidad de años que su padre en la extracción del curil.
“¿Hasta este tiempo cree que estoy con ganas de ir al cincagüital?”, comenta.
El cincagüital es para Consuelo lo que una cocina es para un chef: una hectárea de lodo en el cual los manglares entierran sus raíces. A una profundidad de medio metro en el lodo, el curil se desarrolla con la punta hacia abajo, medio enterrado en la arena.
Ahí Consuelo debe arrastrarse, metiendo sus manos en el lodo, por una distancia de hasta 200 metros, en busca de los curiles.
“Cuando es invierno el aguda dulce lo sume, cuando está el agua salada la concha brota, pero por las llovederas de invierno no ahorita no hay curil”, dice.
Vivian le indica a Consuelo donde debe sentarse para comenzar a grabar el video. Ella se sienta junto a sus sobrinas, que no han podido ocultar su asombro ante la magia de la cámara de video.
-Si gano cinco dólares, fiado dos dólares en la tiendita, los tengo que pagar. Un dólar de bote, ya me quedaron dos, y con esos dos uno en la cena y otro en la mañana.
-Mire niña Consuelo –interviene Vivian–. ¿Usted no ha conocido otra forma de trabajo?
– El que busca trabajo sí puede encontrar, pero para eso tiene que ser estudiado uno. Un mesero entra con segundo año de bachillerato, tiene que comenzar a sacar sus papeles, a sacar el DUI (Documento Único de Identidad), y si la gente no alcanza ni a renovar el DUI ¿Cómo vamos a entrar a un trabajo así si no lo vamos a tener?
-¿Usted tiene su DUI?
– No he alcanzado a renovarlo. No lo he hecho porque para eso tengo que tener diez dólares, porque se pagan diez dólares en el banco.
La estrategia económica del gobierno que partirá desde la zona hará énfasis en las inversiones que sean capaces de generar empleo, al menos así lo ha asegurado Segovia, quien se ha convertido en su principal promotor.
El secretario técnico ha dicho que serán empleos de calidad, lo cual implica desarrollar el capital humano de la zona, íntimamente ligado a la preparación de los habitantes de la costa.
En Tasajera, asegura Jeremías, los niños suelen llegar hasta sexto grado. Luego se unen a las actividades económicas del lugar, la pesca para los hombres y los curiles para las niñas, algunas tan menores como 10 años, según dice.
“Hay que curilear, porque si digo que voy a ir a un hotel a un trabajo de mesera, cómo me lo van a dar si no puedo lavar. Aunque quiera conseguir otro trabajo y diga ‘ya no quiero ir a cincagüital, me está chupando el lodo’, cómo voy a otra parte si ni leer puedo”, se queja Consuelo.
Además del malecón, Mario Sigüenza, el presidente de la directiva, asegura que se ha propuesto mejorar el muro de contención que protege el lado de la isla que conecta con el estero.
“Sin ese muro el agua entraría unos diez metros con mareas altas”, explica.
“Con esas obras se podría reactivar el turismo en la comunidad, generaría un poco más de ingresos, más ventas”, comenta después Jeremías.
Vivian ha terminado de capturar el testimonio de Consuelo en el video. Hacen falta otras, para ver cómo es que esa mujer realiza su trabajo.
Consuelo entra su casa, toma una bolsa de tela cosida y un gorro. Las últimas tomas se realizarán en el cincagüital.
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Don Jaime se despide de la misma forma en que saludó al inicio: levantando la mano hacia el lugar en donde percibe voces.
Consuelo acostumbra despedirse de él temprano por la mañana, a las cinco en algunas ocasiones. Sube a un cayuco con tres o cuatro mujeres más y juntas reman hasta donde creen que pueden encontrar curiles. A veces reman a distancias de dos kilómetros.
Amarran su cayuco a algún manglar. Se ajustan las bolsas de tela cosida a la cintura y comienzan su camita por el fango, metiendo sus manos en él buscando a puro tacto los moluscos.
“Hoy diga que me pongo pantalón y nos ponemos zapatos de pañal, porque si viene a agarrarse uno una vena con los ostiones le digo que se viene uno desvaciando de sangre”, cuenta.
Este día Consuelo no va a remar. Una lancha de motor la llevará hasta el lugar en donde recolectará algunos curiles para ayudar a Vivian con su video.
Jeremías y Mario la acompañan.
-¿Han escuchado que el gobierno dice que acá se planea atraer grandes inversiones extranjeras?
-Sí, con lo del FOMILENIO lo supimos- contesta Mario.
-¿Y cómo ven eso ustedes?
-Lo que nosotros queremos es mejorar un poco la situación. Nosotros hemos propuesto lo del malecón, para vender comida, mariscos. Desde la reunión ya no nos han dicho nada.
La lancha no se aventura muy lejos. Hay un lugar cera que sirve para los propósitos ilustrativos del video.
Consuelo se baja y comienza a caminar entre el fango. Inicia la faena metiendo sus brazos por completo en él una y otra vez. Se adentra de a poco en el manglar, el cual tiene raíces tan espesas que ocultan a Consuelo de la vista cuando no ha caminado más de 20 metros.
Al salir del agua, unos 20 minutos después, apenas logró sacar 2 curiles. Los pone en su bolsa de tela en las que ya llevaban guardada al menos una media docena de moluscos y los muestra a la cámara.
“A veces nos agarran diez dólares las 20 manos de curil (un ciento), pero es por temporadas, como en Semana Santa, en agosto, diciembre. Pero como estamos hoy esto se arruinó porque aquí apenas nos comprar los curiles el ciento por 5 dólares pero bien escogido, no quieren curil pequeño”, comenta.
De regreso al muelle Vivian da las gracias. El viaje ha servido para conocer cómo sobrevive a sus días doña Consuelo.
Después de la despedida la lancha se dirige de vuelta a La Puntilla.
El vehículo regresa hacia San Salvador tomando el bulevar Costa del Sol. Al lado izquierdo se levantan los hoteles. Al lado derecho la estampa desoladora en donde se ocultan comunidades se extiende hasta los manglares. (Tomado de Contrapunto.com de El Salvador en alianza informativa con Revistazo).