Miles de personas que fueron damnificadas por el paso del huracán ETA en Choloma, La Lima y San Pedro Sula, al norte de Honduras no han obtenido las ayudas que ofreció el Gobierno. Están viviendo en improvisadas champas en bulevares y calles. Revistazo constató que en varios albergues tampoco hay asistencia gubernamental.
Santiago Hernández vivía junto a su esposa, sus tres hijos, suegros y su cuñada en la colonia 23 de septiembre en La Lima, las lluvias inundaron su casa la semana anterior. Tiene más de diez días de vivir en una improvisada choza de lámina, palos y plásticos en un tramo de más o menos un kilómetro del Bulevar del Este que conecta San Pedro Sula con La Lima. Conviven junto a cientos de familias también damnificadas que al no tener otra opción viven en la calle.
“Nosotros lo perdimos todo, pero gracias a Dios aún tenemos vida y tal vez es una oportunidad para empezar de cero y Dios nos tenga algo mejor en el futuro, como ve ahora es duro, solo logramos recuperar la estufa y el chimbo de gas…Pero con eso tenemos comida caliente y cafecito”, comentó Don Santiago la mañana del sábado pasado.
Denuncia que el Gobierno en ningún momento se ha hecho presente, que ninguna autoridad ha llegado para darles ayuda, ni llevarlos a un albergue, pero aclara que él tampoco espera nada de ellos “de nosotros nadie se acuerda, no avisaron que venía la llena (inundación), acá que ni se acerque ningún político, no nos han ayudado antes y tampoco nos van a ayudar ahora, estamos acá a la orilla del bulevar a la vista de todos, son las iglesias y otras organizaciones las que nos han ayudado con comida y ropa, pero del Gobierno ni sabemos que es eso”.
Eta dejó en Honduras a más de 1.6 millones de personas afectadas, más de 70 fallecidos, más de un centenar de desaparecidos, casi 11 mil manzanas de granos básicos destruidas y daños en 170 carreteras y 60 puentes.
Autoridades no atienden a damnificados y muchas casas siguen inundadas
María Luisa Madrid es una mujer de 67 años que junto a su hija y sus cinco nietos también perdieron todo, resiente de las autoridades que nunca llegaron a ayudarle.
“Son iglesias que nos han venido a dar comida y alguna ropa, pero siempre el que está más listo logra más, a nosotros no nos han dado mucho y eso que mi hija tiene un niño tierno de dos meses, yo sufro de osteoporosis y no he tomado tampoco mis medicamentos”, explicó Madrid.
A la orilla de un puente, Leonel Sierra seca tres colchones curtidos por el lodo. “Esas son mis camas, hasta ayer logramos rescatarlos de la casa”, explica al señalarlas. Su casa está en el Barrio El Caimán en La Lima. Siete días después de las lluvias aún estaba inundado, explicó que pidieron ayuda para que colocaran bombas y vaciar el agua en la zona, pero no fueron atendidos.
“Le fueron a pedir ayuda al Alcalde [Santiago Motiño, Alianza Patriótica Hondureña], pero dijo que no le importaba, sin pedirle ayuda el exalcalde de Lima, Astor Amaya puso tres motores a trabajar… estamos cansados de estos gobiernos, estamos en la calle y sin ayuda de nuestros líderes estamos peor, solo la gente de buen corazón ha invertido su tiempo y su dinero para dejarnos agua y otras cosas”, dice Leonel Sierra.
Leonel comenta que este ha sido uno de los años más difíciles de su vida, tiene un negocio de renta de equipo de sonido para fiestas y eventos. Con la crisis sanitaria del Covid-19 cumplió siete meses sin poder trabajar. Por encima de todo, vino Eta y todo su equipo de parlantes, luces y micrófonos se inundó. A pesar que lo llevó a un servicio técnico duda que lo pueda recuperar.
En la zona no hay baños, y todas las personas tienen que hacer sus necesidades fisiológicas a la orilla del río. Los primeros días llegaba un camión cisterna de una empresa que les llenaba de agua, baldes y recipientes con lo que lograban cocinar y asearse, pero desde hace cuatro días no había regresado.
Con techo, pero sin ayudas ni alimentos en albergues
En la Escuela Altagracia Sánchez en la colonia Felipe Zelaya en La Lima, hay más de 350 personas, en su mayoría mujeres, niños y personas de la tercera edad que quedaron damnificadas por daños en las colonias Asentamientos Humanos, La Frontera y Rivera Hernández de San Pedro Sula.
Duermen en colchones en el piso bajo el techo de una cancha sin paredes, el viernes 13 pasado, a las tres de la tarde los coordinadores solo tienen 60 nacatamales para dar de cenar, la alimentación se ha gestionado por la caridad de los vecinos, ya que nunca han recibido ayuda de autoridades.
“De parte del Gobierno no tenemos ayuda, la Alcaldía ha venido en brigadas médicas y con almuerzos, pero la mayoría de la ayuda es comunitaria, nos traen agua, comida ya hecha, todo lo de higiene, mascarillas… tenemos un pésimo Gobierno porque ahora en la desgracia es cuando más queremos verlos, pero no han tomado el mando y ha dejado al pueblo por fuera”, explica Rosa Mejía, quien coordina voluntariamente la atención de las personas en el albergue.
Sonia Ramos es una anciana de 84 años, no tiene familia y su vecino Marcos le salvó la vida al sacarla de la casa mientras se inundaba. El río se llevó su casa, no tiene donde vivir ni como trabajar, ya que hacía encurtidos para la venta y perdió todos sus ollas e insumos para seguir subsistiendo.
“No sé qué voy a hacer, estoy a la mano de Dios, acá los vecinos son buenos y le ayudan, pero perdí mi casita que fue lo único que tenía, así que no sé qué hacer”, comentó Ramos.
Alfonso Pérez está albergado en la Escuela José Trinidad Cabañas en el centro de San Pedro Sula, explica que fue trasladado de su casa en Ciudad Planeta a ese albergue junto a ocho personas de su familia, la noche del miércoles había unas 85 personas, pero la mayoría se ha ido porque nadie les lleva alimentos.
“Solo quedamos dos familias acá, el primer día nos recibieron con una colchoneta y comida, el segundo día nos dieron los tres tiempos, pero desde el fin de semana nadie más ha venido a ayudarnos, quien ha logrado encontrar un pariente se va donde ellos, pero yo no tengo opción, mi casa sigue inundada, tendremos que esperar acá, no tenemos más que hacer”.
En las instalaciones de la Cámara de Comercio e Industrias de Cortés (CCIC), hay cerca de 400 personas albergadas en un amplio salón que normalmente se usaba para eventos. En este albergue hay mejores condiciones, hay camas nuevas, baños y farmacia, pero también hacen falta muchas cosas.
Santiago Cano vivía en la Colonia Planeta, está en el albergue junto a su esposa y su hijo. Estuvieron dos días esperando ser rescatados por autoridades, pero fueron sus vecinos quienes lo ayudaron a salir agarrados a un cable con el agua hasta el pecho y su hijo en sus hombros.
“Nosotros vimos cuanta gente pedía auxilio y fueron ignorados, nosotros pedíamos auxilio, ni Copeco, ni la Policía, ni los Bomberos nos ayudaron, fuimos marginados por el Gobierno… ”, explica Cano.
Huracán Iota desplaza nuevamente a damnificados de Eta
Honduras se enfrenta a una nueva amenaza: el huracán Iota alcanzó la categoría cinco la mañana del lunes y dejará fuertes lluvias y vientos en todo el territorio nacional.
El Centro Nacional de Huracanes ha levantado alertas advirtiendo que “se esperan vientos extremos y una marejada ciclónica potencialmente mortal… también se esperan inundaciones repentinas potencialmente mortales en América Central”.
Desde el viernes pasado miles de personas detuvieron los trabajos de limpieza en sus hogares para abandonarlos nuevamente ante la nueva amenaza, los bulevares de San Pedro Sula se llenaron de carros de paila con los pocos bienes que los ya damnificados lograron recuperar y que ahora trasladan por temor a una nueva inundación.
La confianza y legitimidad del Gobierno central se pondrá a prueba nuevamente con Iota. En esta ocasión, ha habido más información sobre el huracán y se ha avisado a la población. Pero esto no quita que el Gobierno tiene el enorme reto de responder a una emergencia sin gozar de confianza de la población, sin la capacidad y los recursos necesarios. Tal como sucedió en el Mitch, el gobierno tendrá que reconocer que ha perdido el control y buscar ayuda en la comunidad internacional, en los gobiernos locales y en los liderazgos que gozan de cierta confianza y tienen experticia.