Según la Fundación MEPI, organismo no gubernamental que promueve el periodismo de investigación, libertad de prensa y la preparación continúa de periodistas en México, los principales medios de comunicación en Honduras se limitan a manejar la violencia que azota a este país centroamericano con la simple utilización de fotografías ensangrentadas. “Son las típicas notas rojas, de hechos sangrientos, sin explicación, ni contexto”, asegura una de sus publicaciones.
La interpretación de MEPI es que los medios se limitan a publicar las fotos representativas de la violencia como medida para vender sus noticias, y no se ahondan más en los detalles de los casos en primer lugar por el ocultamiento de la información por parte de las autoridades y en segundo lugar porque aunque tuvieran acceso a los detalles, tienen temor a las represalias que podría ocasionar su publicación.
MEPI, cuya sede principal se ubica en el Distrito Federal mexicano, ha basado su tesis en un monitoreo que realizó sobre la cobertura de crimen que durante 2012 hicieron varios periódicos que se editan en Tegucigalpa y San Pedro Sula. El organismo encontró que los medios tienden a escribir historias sobre crimen organizado, pero bajo la protección de no identificar a los criminales. Indica que en sus publicaciones atribuyen los actos violentos a los pandilleros, “pero evitan mencionar la presencia de grupos del narcotráfico internacional y sus conexiones con hombres de negocios, cuerpos de seguridad y grupos políticos locales”, asegura.
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Basados en una serie de entrevistas con periodistas y editores de los principales medios de comunicación y el análisis de las noticias publicadas en Honduras, los analistas de MEPI concluyeron que la nota roja ha servido como un mecanismo de defensa para la prensa hondureña. Detallan que en los últimos cuatro años, 29 periodistas fueron asesinados, y que de estos, 16 murieron a causa de su trabajo. Fuera de las zonas de guerra Honduras registra la tasa de homicidios de periodistas más alta del mundo.
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MEPI también conoció que los editores de los principales medios de comunicación prohíben a sus reporteros visitar comunidades empobrecidas y lugares señalados por la existencia de narcotraficantes.
“El temor, la falta de información, las prohibiciones y la práctica de la nota roja, han creado una situación en que los periodistas no reportan a profundidad los sucesos de crimen que pasa día a día. Siete de cada diez reportajes publicados en Honduras carecen de los detalles de la víctima y de los posibles motivos del hecho”, detalla la ONG.
Además sostiene que en marzo de 2012 las notas periodísticas hablan de un crecimiento en el número de víctimas decapitadas y descuartizadas, pero que en ninguno de los reportes se encuentra una explicación de la utilización de este método. Indica que es común encontrar mensajes escritos en cartulina colocados en los cuerpos de las víctimas. “En México los medios optaron por no incluir estos detalles para no convertirse en portavoces de los criminales, pero la prensa hondureña sí los publica”, refiere.
Asegura que los periódicos identifican la ocupación de las víctimas, pero nunca explican por qué ciertas ocupaciones son de alto riesgo. Los trabajadores más expuestos son los taxistas, motoristas y cobradores de buses y comerciantes. En el 2012, cinco de cada 10 asesinatos fueron cometidos por hombres en motocicleta a pesar de que el gobierno prohibió que dos personas se transportaran en estos vehículos. Igualmente, cuatro de cada 10 víctimas en las notas de prensa no estaban identificadas.
La publicación concluye que la prensa hondureña se encuentra entre la espada y la pared. Relata que a mediados de julio del año pasado, partes de un cuerpo despedazado y parcialmente quemado flotaban en una pequeña laguna entre los cañaverales de San Pedro Sula. “Era Aníbal Barrow, un comentarista de televisión que dos semanas atrás fue interceptado y obligado a salir de su vehículo por diez hombres fuertemente armados, quienes también secuestraron a su chofer y miembros de su familia, cuando circulaban por las calles de San Pedro Sula. La familia y el chofer fueron liberados”, asevera.
A renglón seguido manifiesta que Barrow era íntimo amigo del Presidente Lobo y era el segundo periodista con vínculos cercanos al mandatario que en menos de dos años fueron asesinados. El artículo también se refiere al periodista Ángel Alfredo Villatoro, también secuestrado y su cuerpo apareció dos semanas después vestido con un uniforme del escuadrón especial Cobra de la Policía Nacional hondureña.
“No se sabe si la vestimenta era un mensaje o un comentario, ya que unos días antes del secuestro de Villatoro, la policía suspendió su escolta de seguridad”, revela la investigación.