“No estoy preparada para ser madre. Sé que mi futuro es muy difícil… Si pudiese retroceder en el tiempo trataría de evitar quedarme embarazada”, comenta Pamela, de 16 años y embarazada de siete meses mientras se acaricia la barriga como pidiendo perdón al bebé que crece dentro de ella por lo que acaba de decir en voz alta. “Me gustaría seguir estudiando y formar una familia junto a mi novio”, afirma mientras juguetea con el celular y balancea las piernas en la silla.
Anne (16 años) y Jafet (18 años) miran con atención a su compañera de colegio quien agacha la cabeza. Comprenden todos los miedos a los que se enfrenta. Ellas ya son madres y saben todos los miedos a los que se enfrenta Pamela. “No es fácil ser una madre adolescente; viéndolo ahora, te das cuenta de que tenemos toda una vida para poder tener hijos y no deberíamos tener tanta prisa por tenerlos”, advierte Jafet quién tuvo que soportar las burlas de algunos de sus compañeros e incluso, la recriminación de varios profesores. “Me sentía señalada por la sociedad y llegué a tener una profunda depresión… Hubo una época que no quería venir al colegio porque me sentía observada”, afirma esta madre soltera cuya pareja abandonó cuando supo que estaba embaraza. “Ahora soy muy feliz con Emily- su hija, de dos años- pero fue uno de los periodos más duros de mi vida”.
El embarazo precoz se ha convertido problema muy grave dentro de la sociedad hondureña. Una de cada cuatro chicas adolescentes, de entre 15 y 19 años, ha tenido, por lo menos, un hijo. Este dato ha hecho que se dispare la tasa de embarazos en adolescentes hasta alcanzar los 50,000 anuales, según las cifras que maneja la Secretaría de Salud. Naciones Unidas sitúa a Honduras como el segundo país de América Latina en número de embarazos tempranos. “Es un problema cultural porque los jóvenes tienen mucha información sobre métodos anticonceptivos”, afirma Ana Patricia Hernández, Orientadora del Colegio Pedro Nufio de Tegucigalpa.
“Desde el momento que pasas a tener relaciones sexuales sabes a lo que te expones y las consecuencias que puede conllevar, yo me lo busqué por ignorante”, afirma Jafet, la más madura de las tres. “En mi caso fue un tropiezo, porque era algo que no lo buscábamos”, señala Anne, la más callada. “Sé que no era el momento y me hubiese gustado haber esperado un poco más para convertirme en madre”, comenta esta adolescente que se convirtió en madre hace poco más de tres semanas. “Yo llevaba dos años con mi novio y cuando uno tiene un novio sabe lo que puede pasar, lo mío fue un descuido, no por ignorancia o falta de información”, se acaba sincerando Pamela.
El caso del colegio Pedro Nufio, en la Colonia Kennedy, es un claro ejemplo de la situación que vive Honduras en los últimos años. Los índices de embarazos entre sus alumnas son escandalosos… “Cada año van a más”, se lamenta Barahona mostrando a Revistazo las estadísticas de los últimos cuatro años. En 2010 se registraron 32 embarazos, 25 en 2011, el año pasado se cerró con 32, “y en el mes de junio de este año llevamos 41, así que podemos sobrepasar el medio centenar”, señala alarmada esta trabajadora social.
Todas las alumnas que asisten a este colegio tienen una compañera, una amiga, una prima o una hermana que es madre adolescente. Es el ejemplo de la normalización del embarazo entre adolescentes; algo que debería ser motivo de alarma se ha convertido en la tónica general entre los hondureños; lo raro es encontrar colegios en los que no se hayan producido embarazos entre sus alumnos. ¿Cómo se afronta un embarazo con 16 años? Para Hernández esto “les sirve para madurar, dejan de ser niñas para convertirse en mujeres”.
En los primeros ocho meses de 2013 la Normal Mixta ha registrado un total de 41 embarazos entre sus adolescentes. Es el dato más alto de los últimos 10 años. // Foto: Antonio Pampliega |
En la pared del departamento de Orientación se puede leer: ‘Salir a baila, estudiar, viajar, conocer es + difícil con un hij@’. Con unos índices tan altos de embarazos entre las alumnas desde este departamento tratan de prevenir futuros embarazos a través de charlas, capacitaciones, tutorías semanales e incluso se organizó una feria de la salud para concienciar al alumnado. “A la juventud le ha entrado una especie de fiebre por tener relaciones sexuales con sus parejas sin ser conscientes de las consecuencias que ello conlleva”, advierte Ana Patricia Hernández. Para estas educadoras el problema de este boom de embarazos entre los adolescentes hondureños reside en la televisión, internet y en que el sexo sigue siendo un tabú en muchos hogares. “La comunicación entre padres e hijos es fundamental para evitar embarazos precoces, pero el problema es que los padres no se acercan a hablar a sus hijos como amigos, sino que lo hacen desde una posición de autoridad”, señala Carolina Barahona, trabajadora social de este centro que cuenta con más de 2.000 alumnos, de los cuales el 80% son mujeres. “Es un problema cultural porque los jóvenes tienen mucha información sobre métodos anticonceptivos”, afirma Ana Patricia Hernández, Orientadora del Colegio Pedro Nufio de Tegucigalpa.
Honduras cerró el año 2012 con un aumento de un 20% de adolescentes embarazadas siendo los 16 años la edad más frecuente en el que las niñas se convierten en madres precoces. La maternidad temprana se ha convertido problema muy grave dentro de la sociedad hondureña. Una de cada cuatro niñas de entre 15 y 19 años, ha tenido, por lo menos, un hijo. Este dato ha hecho que se dispare la tasa de embarazos en adolescentes hasta alcanzar los 50,000 anuales, según las cifras que maneja la Secretaría de Salud. ‘Cero embarazos en adolescentes. ¡Un mundo de posibilidades!’, se lee en otro cartel que está en la pared del departamento. “Es muy complicado compaginar los estudios con la maternidad; tienen muchas asignaturas (11 por semestre), lo que agrava aún más la situación para muchas de nuestras alumnas”, señala Barahona. “Cuando los bebés van creciendo requieren mucha más atención de las madres”.
“Yo perdí un curso escolar porque estaba muy cansada. Estuve tres meses sin poder dormir por las noches y no lograba concentrarme cuando me ponía a estudiar”, recuerda Jafet. Dependiendo de la carga de tareas esta madre adolescente puede llegar a terminar sus tareas sobre las dos de la mañana; mientras que en época de exámenes se siente desbordada. “Tengo que estudiar con la niña en una mano y con el libro en la otra”. Anne, que aún está convaleciente de su cesárea, ya se ha incorporado a las clases. La muchacha se está dando cuenta ahora de lo que ha supuesto para ella ser madre. “Por las noches me desvelo y me cuesta dormir. No logro preparar mis clases y en el colegio me siento muy cansada”, comenta.
Por lo general, las adolescentes acaban dejando el colegio y se ven obligadas a trabajar para poder sacar adelante a sus hijos. Los padres no siempre pueden hacerse cargo del nieto. Hay excepciones, hay algunas que logran graduarse e incluso, ingresar en la universidad. Éste es el sueño de Anne, Jafet y Pamela, aunque aún les queda un largo camino para conseguirlo. “Me gustaría estudiar medicina”, afirma Anne.
Una de cada cuatro chicas adolescentes, de entre 15 y 19 años, ha tenido, por lo menos, un hijo. Este dato ha hecho que se dispare la tasa de embarazos en adolescentes hasta alcanzar los 50,000 anuales, según las cifras que maneja la Secretaría de Salud. // Foto: Antonio Pampliega |
Anne cuenta con el apoyo de sus padres. No todos son tan comprensivos. “En muchas ocasiones nos toca a nosotras darle la noticias a los padres; algunos entran en estado de shock porque lo último que se esperan es que sus hijas esté embarazadas”, señala Carolina Barahona. La primera reacción de los progenitores es el rechazo y la negación. Las frases más habituales son: ‘No eres mi hija’ o ‘para mí estás muerta’. Aquí es donde intervienen los trabajadores sociales, para tratar de conciliar a los padres con sus hijas. “Tratamos de que reflexionen, que acepten y ayuden a su hija porque ya no tienen más alternativa”, apunta Barahona.
“Mi padre quería matar a mi novio”, afirma Pamela entre risas. Su pareja, un chico de 22 años y que dejó los estudios para convertirse en chófer, no era la persona que su padre hubiese elegido para su hija pero “ahora, cuando ha visto que me apoya y no me ha abandonado, le acepta”, reconoce la niña. Para los padres de Jafet también fue un trauma enterarse de que su hija esperaba un bebé. “Mi padre es más comprensivo y lo aceptó de buen grado, pero a mi madre le costó mucho más”, reconoce.
Las profesionales no trabajan sólo con las familias; también en los centros. Uno de los problemas es que a los jóvenes les da vergüenza ir a las consultas médicas y prefieren tener relaciones sin ningún tipo de protección. “Propusimos repartir preservativos entre los alumnos durante la Semana de la Salud pero el director se negó en redondo y remitió al doctor la responsabilidad del reparto”, se lamenta Barahona mientras achaca al centro su mentalidad conservadora.
La religión también influye. “Hace años se promovió el uso de guías planificación familiar en los centros de enseñanza, pero la Iglesia Católica obligó al gobierno a retirarlas al mes de haberlas repartido”, recuerda. Sin embargo, la información es vital para detener el problema por lo que cada curso escolar ofrece charlas a los alumnos sobre sexualidad. “Deben saber cuáles son las consecuencias de tener relacione sexuales. Tenemos un problema y si lo obviamos los embarazos entre adolescentes no harán más que incrementarse cada año”.