“Envolví a mi bebé en una mantita y lo abandoné en la calle”, Rosaura hace una pausa tratando de contener las lágrimas. Mira al cielo; cierra los ojos; respira profundamente antes de continuar. “Viviré toda la vida con la muerte de mi niño en mi conciencia. Es algo que jamás podré perdonarme a mí misma”. Esta mujer pequeña, morena y con aspecto de niña tiene 24 años y fue acusada del homicidio de su bebé recién nacido.
Rosaura parece tímida pero además siente vergüenza de estar presa. No alza la cabeza cuando en el penal de Tamara –donde ingresó hace ocho meses y donde vive a la espera de una sentencia definitiva- recuerda la cara de su retoño. “Pienso en mi bebé todas las noches, si pudiese volver atrás en el tiempo hablaría con mi madre para confesarla que estaba embarazada”, se lamenta.
Esta joven capitalina, madre de un niño de ocho años, mantenía una relación a espaldas de sus padres. El miedo le impidió confesar que estaba en cinta. “Mis padres no veían con buenos ojos a mi novio. Pensaban que me acabaría abandonando como el padre de mi otro hijo. Así que cuando salí embarazada no se lo dije y pasé yo sola todo el embarazo ocultándoselo a ellos”.
Una noche, antes de lo que habían pronosticado los médicos, rompió aguas en su casa. “Eran las nueve de la noche, mis padres se habían ido a dormir y yo estaba sola en mi habitación. Comenzaron las contracciones y no tuve valor de ir a buscar a mi madre para que me ayudase”. Durante más de seis horas esta joven hondureña estuvo de parto hasta que por fin dio a luz a un niño en la madrugada. “Lo envolví en una manta y lo saqué de la casa. Busqué un lugar alejado de donde vivía y allí lo abandoné con la esperanza de que alguien pudiese encontrarlo y cuidarlo por mí. Ni siquiera me dio tiempo de limpiarlo”, recuerda mientras se seca las lágrimas que brotan de sus ojos almendrados. “Volví a casa y mi madre, extrañada de las horas que eran, me preguntó de dónde venía. Tuve la necesidad de confesar pero me fui a mi cuarto, me metí en la cama y me dormí porque estaba agotada”.
Rosaura lee todos los días la Biblia en la cárcel; desde que está en |
Por la mañana, los llantos de la criatura alertaron a los vecinos que llamaron a la policía para que se hicieran cargo del recién nacido. “Mi madre me preguntó si aquel bebé era mío pero siempre se lo negué. Yo estaba muy alterada, nerviosa… y no podía pensar. Sólo le decía que no, que no… que aquel niño no era hijo mío. Varios agentes de la DNIC (Dirección Nacional de Investigación Criminal) se presentaron en mi casa para interrogarme y entonces no puede con la presión. Rompí a llorar y acabé confesando que era mi niño”, recuerda la joven.
El niño no pudo sobrevivir pese a los esfuerzos que pusieron los médicos del Hospital Escuela. El frío, la mala higiene,… Rosaura no sabe la causa exacta del porqué de su muerte. “Le dio un paro al corazón y no pudieron hacer nada por él”, comenta la muchacha desviando la mirada y aferrándose con fuerza a la Biblia que guarda en su humilde cama del penal de Tamara. “Hasta que no vi su cuerpecito en la morgue no era consciente que he realmente había muerto por mi culpa. En ese momento me quería morir. Fui consciente de lo que había hecho. Ni siquiera puede asistir al su entierro porque me trajeron directamente a prisión”, recuerda entre lágrimas. “No pude ponerle nombre a mi hijo… pero sé que estará con Dios y que Él cuidará de mi hijo”.
“Me arrepiento de lo que hice pero no me siento. Yo siempre quise tener a mi hijo, siempre. En ningún momento pensé en abortar; pero no se me ocurrió que hacer con él una vez nacido, no sabía a quién acudir y sólo vi la opción de abandonarlo en la calle”, sentencia esta joven que lee la biblia, en busca de perdón, todas las noches antes irse a dormir en la habitación que comparte con otras 20 mujeres en el penal de Tamara y donde lleva ocho meses esperando ser juzgada. “Me acusan de asesinato, pero yo no maté a nadie. Sólo boté a mi hijo. Sé que saldré de prisión porque no soy culpable”, comenta.
“Ahora soy una persona diferente. Estar en la cárcel me ha cambiado para bien… Soy más fuerte porque los golpes de la vida me han hecho más fuerte. Solo quiero salir de aquí para volver a ver Antoni, mi otro hijo”, confiesa esta mujer que atribuye su evolución a la fe y a la ayuda psicológica que ha recibido.
‘Disputa, oh Jehová con los que contra mi contienden. Pelea contra los que combaten. Di a mi alma: yo soy tu salvación’, lee en voz baja la joven. “Este es mi versículo favorito de la Biblia, me ayuda cuando estoy mal porque sé que mi Señor me está ayudando”, afirma. Rosaura recibe todos los domingos la visita de su novio y de su padre y solo anhela el día que salga de presidio para poder abrazar a su madre y a su hijo. “Estar aquí es muy duro, no es como estar en tu casa. Lo peor son las noches. Estar sola, en la cama… pienso en mi bebé y pido a Dios que me perdone por lo que hice”, dice.
Cuatro bebés botados al mes
Personal de la morgue de Tegucigalpa entierran alguno de los fetos |
El caso de Rosaura no es un hecho aislado en Honduras. Sólo en la ciudad de Tegucigalpa cada mes aparecen cuatro fetos abandonados en basureros o en la calle. El aborto, en Honduras, está penado con hasta seis años de presión por lo que muchas mujeres prefieren tener al bebé para, posteriormente, acabar abandonándolo en plena calle para que muera de frio, hambre o, con la esperanza, de que alguien lo pueda encontrar y darle un hogar.
En los primeros siete meses del año 2013 los empleados de la morgue de Tegucigalpa han registrado 21 casos de fetos muertos. “16 de los cuales eran de recién nacidos y los otros cinco correspondían a casos en edad gestacional menor de 38 semanas”, afirma a la Dra. Villanueva, responsable de la morgue capitalina. “De acuerdo al lugar del levantamiento del cadáver por parte del personal 17 de ellos fueron abandonados en diferentes lugares de la vía pública, mientras que el resto fueron recogidos en diferentes centros médicos asistenciales”, agrega.
A pesar de la gravedad de las cifras, se ha redudido la cantidad de recién nacidos abandonados respecto al año anterior en los que se registraron 44 casos de bebés fallecidos (33 recién nacidos y 11 en edad gestacional menor a las 38 semanas). “35 de estos casos fueron encontrados abandonados en la vía pública que es donde, normalmente, encontramos a los bebés fallecidos porque sus madres o sus familiares los abandonan a su suerte”, sentencia.
El olor que se escapa por el portón negro de la morgue de Tegucigalpa es nauseabundo. Los cuerpos en descomposición llevan toda la noche pudriéndose sobre el frio suelo. El pavimento no es capaz de absorber toda la podredumbre de los cadáveres. Los empleados de la morgue trabajan con intensidad cargando la treintena de cuerpos en el interior de los vehículos. Entre esas bolsas de plástico cubiertas de barro y restos humanos se encuentran varios fetos y bebés que fueron abandonados en los últimos seis meses en las calles de la capital hondureña. “Son cuerpos que nadie ha reclamado y no podemos seguir teniéndolos en las cámaras frigoríficas de la morgue, así que los enterraremos en una fosa común en el cementerio de El Divino Paraíso”, afirma Katia Moncada, empleada del departamento de prensa del Ministerio Público.
BEBÉS ABANDONADOS EN LA VÍA PÚBLICA EN EDAD GESTIONAL |
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AÑO | CASOS |
2013 | 17 |
2012 | 35 |
TOTAL | 52 |
* Menores de 38 semanas |