“Patriotas, si queréis que sea feliz la patria trabajad para que lo sea el mayor número posible de sus hijos. Todo es enlazado en las sociedades políticas. La infelicidad de unos la produce en fin en otros…Un pueblo convencido es fortaleza que no se puede destruir”. José Cecilio del Valle. La dignidad e integridad del mayor número de individuos, en su actuación pública y privada, es el único medio para quitar los inmensos obstáculos que se oponen actualmente a la consecución del bienestar nacional.
La dignidad es inherente a todo ser humano, la porta consigo cada hondureña y hondureño en la vida en sociedad. Nos distingue de las cosas y de los seres irracionales y no tiene precio pues tiene un valor en sí misma, en su propio fin e inclusive en su propia libertad para escoger el comportamiento en la realidad. La opción esperada, aunque no siempre realizada, es ejercer la dignidad humana por el bien y la verdad, lo que se expresa por medio de la integridad o rectitud y probidad, testimoniando y predicando, con la evidencia del propio comportamiento individual, el papel que todos debemos asumir como buenos padres, hijos, ciudadanos, miembros de partidos políticos, aspirantes o servidores del sector público, privado o social.
La integridad es fuente de bienestar porque promueve la solidaridad, auto y entre-ayuda que fomenta la prosperidad de la familia, de la comunidad local y del Estado. Es uno de los principios orientadores del desarrollo humano sostenible en la perspectiva de la grandeza y sencillez admirable de vida digna, para todos, en sociedad. Por eso, la integridad tiene valor e interés inmediato y de largo plazo en nuestra vida personal, familiar, comunitaria y nacional, al poner de manifiesto, en la práctica cotidiana, esa dignidad y proyectarla de manera socialmente responsable a favor del mayor aporte ciudadano a la construcción y credibilidad de la propuesta, diseño y ejecución eficaz de la política de desarrollo humano sostenible y de seguridad democrática nacional.
Ante la situación nacional y la necesidad de contribuir al resurgimiento renovado de nuestra institucionalidad y de evidenciar esperanzas realizables de revertir el proceso de empobrecimiento de la mayoría de nuestro pueblo y de crear mayores opciones de bienestar nacional: se evidencia aún más el valor de la dignidad e integridad como característica y garantía democrática de ciudadanía productiva para promover el desarrollo humano con liderazgos realmente comprometidos con la cohesión social y el bien común de la gente, y con una consecuente legitimación de toda aspiración a cargos o posiciones representativas en el sector público e inclusive en el sector privado y el social.
En esa dirección es de coincidir con la aseveración contenida en la obra “El Pueblo y su amo. Por un golpe de Estado del individuo”, en la cual su distinguido autor señala: “El poder del Estado debe permanecer pero debe profundamente cambiar. Ese cambio resultará tanto de la modificación de sus circuitos internos como de la reorganización de la sociedad civil”.
La reorganización de la sociedad civil necesidad plantearse en términos de dignidad e integridad ya que sustentan firmemente la soberanía individual y la consiguiente responsabilidad social del ciudadano soberano que, consciente de su valor y voluntad, está dispuesto a aportar pensamiento y energías para contribuir y cumplir con las políticas locales y nacionales de desarrollo y bienestar.
La política del Estado hacia el objetivo de desarrollo humano y seguridad debe ser unitaria en identidad de país democrático que englobe la diversidad socio – cultural, y así expresarse congruentemente en la política interior y la exterior. La última es complemento de la política interior y ésta debe indicar los resultados esperados y medios conducentes a lograrlos, para impactar significativamente en la reducción progresiva de la pobreza que sufre actualmente la mayoría del pueblo y en el aumento también progresivo de posibilidades de mejores condiciones de vida y de trabajo para toda la población hondureña.
La ejecución eficaz de esa política nacional requerirá de la participación coordinada y activa del mayor número posible de actores de los sectores público, privado y de sociedad civil, y para dirigirla acertadamente, necesitaremos de líderes íntegros generadores de confianza como buenos futuros gobernantes que, en alianza cívica con buenos ciudadanos, puedan conducir responsablemente el país, sabiendo que el desarrollo humano local y nacional, más allá de voluntad, exige comprensión y fervor social, capacidad técnica de planificación y de ejecución para fomentarlo con ayuda del pueblo, desde las propias familias y comunidades de base.
En consecuencia, la sociedad necesita fortalecer, con una reorganización centrada en su dignidad e integridad y su aporte a la política nacional, el fundamento de su derecho soberano a exigir una renovada institucionalidad y buena gestión gubernamental para lo cual, en democracia, es preciso también que los ciudadanos y ciudadanas podamos realizar, en las próximas elecciones, cuidadosa selección y favorecer los candidatos dignos, íntegros, con voluntad de trabajo y capacidad de llevarlo a cabo en beneficio exclusivo del presente y porvenir del pueblo de Honduras.
En este ámbito del pensamiento democrático, es de recordar la prevención que con mucha anticipación nos trasmitió nuestro sabio Valle, al indicarnos lo siguiente: “A nombre de Dios, autor benéfico de los derechos del hombre y del ciudadano, elegid aquellos que hayan dado pruebas efectivas, pruebas inequívocas de adhesión a nuestro sistema. No os contentéis con promesas o protestas; volved la vista a los tiempos anteriores. Buscad hechos, y no os fiéis en palabras. Si en todos los años es necesaria la vigilancia, en los presentes es más precisa que nunca”.