“Cuando tenía 10 años me di cuenta que quienes me criaron no eran mis padres sino mis abuelos, ellos me criaron porque mi mamá y mi papá eran drogadictos”, dice Loana Escobar, nacida en 1983 en una populosa colonia de Tegucigalpa. Sentimientos encontrados surgen de sus palabras y de la expresión de su rostro, ella no sabe si gritar de alegría o llorar de tristeza.
A flor de piel le brota la rabia por el abandono en que se criaron sus trece hermanos, pero denota satisfacción de haber sido separada de la desgracia que envuelve a sus parientes. El agradecimiento con sus abuelos es infinito, porque a falta de padre y madre responsables, ellos se encargaron de ayudarle a crecer, de educarla y de darle nombre y apellidos.
Su padre biológico, José Escobar, un comerciante que a pesar de haber tenido oportunidades de superación, a temprana edad cayó en el vicio de las drogas. Don José fue asesinado en Guatemala mientras hacia un viaje de negocios en 1987. Su madre, Magaly Vásquez, es una mujer de 59 años de edad y su historia está escrita en las cárceles hondureñas donde fue envida hasta en cinco ocasiones por tráfico y posesión de drogas.
“Dicen que mi mamá desde los 13 años vendía droga en la séptima de Comayagüela, pero mi papá tengo entendido que era comerciante y nunca he escuchado que mató a otra persona o que andaba robando”, expresó Loana, quien tuvo suerte de ser acogida por sus abuelos paternos, Benedicto Escobar y Antonia Melgar, a los tres días de haber nacido.
La joven tiene 13 hermanos, pero solo con uno de ellos, Mardoqueo es hermana de padre y madre, los demás tienen diferente papá. Tres de ellos, (Melissa, Jhonathan y Ethel) murieron violentamente en distintas circunstancias. “De Melissa dicen que formaba parte de El Barrio 18 y que la mataron porque un día decidió abandonar la pandilla”, hace memoria la joven. Mientras que de Jhonathan y Ethel, Loana no sabe porque motivo los asesinaron. “Jhonathan tenía 20 años y cuando lo mataron acababa de salir del centro de internamiento del Instituto Hondureño de la Niñez y la Familia (IHNFA)”, afirma.
Otros tres de sus hermanos (Milton, Donaldo y Allan) se encuentran en la Penitenciaría Central Marco Aurelio Soto, purgando penas por varios delitos, mientras que su mamá, Magaly Vásquez, cumple su quinta condena en el Centro Femenino de Adaptación Social, acusada de tráfico de drogas.
Gran parte de su vida, Magaly la ha pasado sumergida entre las drogas, el alcohol y la cárcel. Pero según cuenta la joven Loana, lo de su mamá no debe sorprender, lo llevaba grabado a fuego en su ADN. Sus abuelos maternos, Florentina Mejía y Martín Vásquez, eran propietarios de un expendio de aguardiente y en alguna ocasión, don Martin, también estuvo preso por la venta de estupefacientes.
Pero, a pesar de que Magaly, haya cumplido cinco condenas… sus padres siempre lucharon por que su hija tuviese un futuro diferente y llegase a prosperar en la vida. Al terminar la escuela la matricularon en un prestigioso instituto de la capital. Sin embargo, el ambiente la absorbió y a temprana edad aprendió a consumir y a vender drogas. En ese contexto conoció a José Escobar, un joven que ayudado por sus padres también realizaba estudios en un colegio privado de Tegucigalpa. Los jóvenes quedaron localmente enamorados… y unos por la droga. José llegó a ser cliente habitual de Magaly en la venta de droga; pero acabaron formando su propio hogar donde las drogas tenían un papel muy importante.
De los amoríos entre ellos nacieron Loana y Mardoqueo, pero el desorden de sus vidas no permitió que la relación entre ellos fuera estable. Cuentala joven que su madre estando con José tenía relaciones con otros hombres hasta acabar embarazada, pero José la amaba tanto y se negaba a creer lo que le decían sus amigos y parientes, al final por circunstancias de la vida ambos decidieron separarse.
Magaly continuó su vida desordenada y así procreó más hijos, niños que cuando ella era encarcelada siempre quedaban en riesgo de exclusión social. Por esta situación, siete de sus descendientes fueron llevados a centros de internamiento del IHNFA. Estando en el internado los muchachos recibieron ofertas de adopción de parte de matrimonios de extranjeros, pero a pesar de encontrarse en prisión, su mamá se negó a darlos en adopción.
Loana es del criterio que su madre hubiera permitido la adopción de sus hermanos, tal vez ellos hubieran tenido mejor suerte. Ella no esconde la rabia que la consume por dentro al responsabilizar a su mamá de la conducta de sus hermanos. “Once de mis trece hermanos han estado presos en varias ocasiones”, afirma.
Mardoqueo, único hermano de padre y madre de Loana, fue apresado en el 2006 acusado de asociación ilícita, robo y otros delitos. Se pasó un año y medio recluido en la Granja Penal de Comayagua de donde salió por gestiones de su abuela Antonia. Al salir de la penitenciaria, el joven manifestó su deseo de cambiar su modelo de vida, pero meses después recayó en las drogas y regresó a su antiguo oficio de robar, por lo que nuevamente fue enviado a prisión.
“Yo lo amo porque es mi hermano, pero cuando estaba libre, con el dolor en mi alma le tuve que decir que no volviera a llegar a mi casa, a mí me daba miedo que lo anduvieran siguiendo, después lo encontraba en la calle y no sentía ni alegría de verlo”, cuenta Loana, quien gracias a sus abuelos puede darse el lujo de afirmar que de su familia solo ella y su hermano menor, no han conocido la oscuridad de la cárcel. Ella está segura que de haber quedado en poder de su mamá, hubiera seguido el mismo camino.