En la tarde del Domingo, 11 de septiembre 2005, la música latía y sonaba de una pequeña casa en la colonia 17 de septiembre en el sector capitalino de Nueva Suyapa. Una fiesta de cumpleaños para un niño se había transformado en una fiesta de barrio a todo dar. La cerveza y el Tatascan—licor de 40% alcohol favorecido por los borrachos comprometidos—fluyeron libremente. Los y las jóvenes se miraban a través del salón convertido en pista de baile.
Un niño delgado de 12 años se sentaba en un rincón, tomando una cerveza como grande. Al nacer su madre le puso el nombre de Eduardo Enrique, pero todo mundo le decía Sardina. A la par estaba Bary—un líder de la pandilla Los Puchos que prácticamente había adoptado al adolescente cuando, tras sus peleas constantes con su madre, decidió abandonar su hogar—y otro miembro de Los Puchos conocido como el Ojudo.
La fiesta atraía de todos tipos. En otro rincón los quedaban viendo Nelson Hernández, Olman Ariel Laínez Arias mejor conocido como Pechuga, y algunos amigos. Nelson había estado en el ejército y los COBRAS. Desde algunos meses atrás crecía la bulla entre los callejones de Suyapa que este grupo estaba “limpiando” el barrio.
De repente Bary y el Ojudo dejaron solo a su pequeño protegido. Tal vez para buscar un trago. Tal vez para coquetear con alguna mujer. Tal vez para orinar. No sabemos.
En lo que todos sí coinciden es que Nelson, Pechuga, y sus amigos aprovecharon del descuido. En cuestión de segundos, agarraron al Sardina y lo arrastraron hacia la noche. Minutos después, dos disparos se escucharon en las inmediaciones, y poco después, Nelson, Pechuga y sus amigos regresaron a la fiesta sudados, con los ojos desorbitados y con ganas de beber.
Cuando los primeros rayos del amanecer estriaron el cielo sobre la 17 a la mañana siguiente, el cadáver que había sido Sardina se encontró tirado como trapo en una esquina de la cancha de fútbol.
Fue uno más de una serie de exterminaciones de niños fríamente ejecutados por Nelson, Pechuga, y sus amigos Chino, el Bellaco, y Evelio, entre otros. Agarraron a Gárgola (Dayron Martínez) mientras el niño tomaba un fresco en el banquito de una pulpería. Lo llevaron a un barranco donde lo mataron a patadas, con piedras, y con apuñalados en la barriga. Llevaron a Arañita (José Alexander Trujillo) a la montañita donde lo mataron a machetazos. A Moti (Erlin Rodríguez), un niño que algunos días limpiaba parabrisas en el bulevar, también lo sorprendieron en una pulpería. Le amarraron las manos, jalándolo por todo el sector Flores de Oriente en una grotesca procesión que terminó con dos disparos en la nuca del niño, frente a decenas de vecinos atemorizados, en medio del campo de futbol de este barrio. Meses después mataron a su primito Ramiro, por ser testigo.
Pero Nelson, Pechuga, y sus amigos no salieron con la suya. Una exhaustiva investigación resultó en la captura y sentencia, en el 2007, de casi toda la banda. La Unidad de Muerte de Menores celebró el caso como uno de sus principales logros.
A los hechores de estos crímenes emblemáticos, espeluznantes, repugnantes, las autoridades penitenciarios dieron toda la importancia que dan a todo reo: o sea, prácticamente ninguno. Por eso, hoy en día, en este mero momento, Pechuga anda libre. Si tú, el lector, estás en Tegucigalpa, de repente este asesino de niños pudiera estar sentado en una banca o comprando un churro en una pulpería a la par tuya. Dicen que desde que escapó de la cárcel en marzo, ha matado cinco personas. Tal vez en este mismo momento está planificando su próximo asesinato.
Un sistema roto
La obligación del Estado de custodiar a las personas privadas de la libertad se deriva del deber que tiene en la protección de la sociedad. Sin embargo, el gobierno hondureño evade su responsabilidad al permitir de manera irresponsable la fuga de los reos, muchos de los cuales desertan de las cárceles para seguir cometiendo delitos.
Al sistema penitenciario de Honduras lo conforman 24 centros penales con capacidad de 8,300 convictos, pero que en su interior se encuentran 14,000. Amotinamientos, muertes y fugas masivas, son parte del diario vivir en los presidios, situación que se conjuga con el hacinamiento, la corrupción de los funcionarios y la carencia de programas de rehabilitación que les permita a los internos reinsertarse en la sociedad.
La fuga de reos en los últimos años ha sido constante. Sin embargo, las autoridades penitenciarias no muestran ni el menor interés en mejorar la situación.
Con la entrada en vigencia de la Ley del Sistema Penitenciario, en enero de 2013 el gobierno inició el proceso de creación del Instituto Penitenciario Nacional (IPN), nombró una Comisión de Transición, pero hasta hoy con mínimos resultados.
De acuerdo a datos publicados en los medios de comunicación en los últimos cuatro años al menos quince peligrosos criminales se fugaron de la Penitenciaría Nacional y de otros centros penales del país. Además se estima que hasta XX hubieran escapado de la Granja Penal de Comayagua cuando ocurrió un masivo incendio en FECHA… De estos, varios caminan tranquilamente y matan a personas en las calles de las principales ciudades y pueblos, sin que nadie haga la mínima acción para recapturarlos. En otras palabras.
Las autoridades encargadas del sistema carcelario estarían provocando que el Estado sea cómplice de muchos asesinatos que ocurren en Honduras.
La situación preocupa a la sociedad, y en tal sentido, Revistazo buscó en repetidas ocasiones, tanto por teléfono como al presentarse físicamente en las instalaciones de la Penitenciaria Nacional en Tamara, la respuesta del director del Instituto Penitenciario Nacional (IPN), Santos Simeón Flores. No obstante, su secretaria siempre negó la presencia del funcionario en su oficina y no proporcionó medios alternativos para contactarlo.
¿Tres anillos para qué?
Ante los constantes amotinamientos y fugas de reos de la Penitenciaría Nacional, Marco Aurelio Soto, ubicada en el Valle de Amarateca Francisco Morazán y del Centro Penal de San Pedro Sula, en marzo pasado el gobierno determinó establecer tres anillos de seguridad, dos conformados por militares y uno por agentes penitenciarios. Hasta hoy la medida no ha dado buenos resultados y muchos la consideran como una disposición fracasada.
Las evasiones continúan, y mientras eso sucede, las autoridades se acusan mutuamente de complicidad o displicencia.
Flores, el director de los penitenciarios, responsabilizó el pasado 19 de junio a efectivos militares asignados a la Penitenciaría Nacional por la fuga de cinco peligrosos reos. “Da la impresión que dos funcionarios militares permitieron el salto del muro y por consiguiente hicieron un disparo como medida preventiva, pero ya se habían ido los convictos”, declaró el Flores, ante diversos medios de comunicación.
El comandante de la Fuerza de Seguridad Interinstitucional (FUSINA), Gustavo Paz Escalante, negó que su unidad tuviera responsabilidad por la fuga. El comandante ha señalado que todo fue provocado por la “negligencia de un par de soldados o participación, pero no hay ninguna colusión.”
Mientras tanto, hasta hoy no se conocen acciones de parte del Ministerio Público para investigar y castigar a los funcionarios que se hayan coludido para permitir la fuga de estos reos.
Colusión o negligencia, cualquiera que sea la razón, es un factor que en un Estado de derecho se debe investigar, sobre todo, cuando se trata de la fuga de reos de alta peligrosidad.
La obligación es del IPN
El coordinador de la Comisión de Transición de los Centros Penales, Servando Alcerro, explicó a Revistazo que independientemente que en la seguridad de los internos también esté involucrado el Ejército, quien debe responder por la fuga y recapturar a los reos es el Instituto Penitenciario Nacional.
“Nosotros tenemos la obligación de perseguirlos y recapturarlos, pero cuando no se puede, ponemos en conocimiento de la policía y del juez que lleva el caso, sumando el delito de evasión”, expresó Alcerro. Indicó que en el interior la custodia de los carcelarios está a cargo los agentes penitenciarios y que los militares se encuentran en las afueras formando dos anillos de seguridad.
Para él, el Instituto Penitenciario tiene la capacidad para perseguir y recapturar en 24 horas a quienes logran fugarse. Sin embargo, la evidencia sugiere que esta institución no está cumpliendo con este deber.
Pechuga mata de nuevo
Pechuga se fugó el pasado 27 de marzo de la Penitenciaría Nacional, y a casi cuatro meses las autoridades todavía no emiten la alerta para recapturarlo. Mientras tanto, Detectives de la DNIC aseguran que Pechuga pudo haber participado en cinco homicidios ocurridos en la capital en este mismo lapso.
Habrá “echado a la bolsa” el primer muerto apenas doce días después de escapar. Según acusación del Ministerio Público, el 9 de abril participó en el asesinato de Rony Alexander Alvarado Mejía, un joven de escasos recursos económicos pero trabajador.
Rony Alexander trabajaba vendiendo zapatos y junto a su esposa y su hija de tres años, vivía en el sector Flores de Oriente, de la colonia Nueva Suyapa. Quienes lo conocieron son del criterio que era un joven dinámico y que no tenía problemas con nadie. Si las autoridades no hubieran permitido que Pechuga se fugara y permaneciera tanto tiempo en las calles, lo más seguro es que Rony estuviera vivo. Pero no fue así; a balazos le cegaron la vida de Rony.
De acuerdo a las pesquisas de la DNIC su muerte se produjo por un mal entendido. Eran las XXXX HORA de la mañana / tarde, y Rony Alexander se encontraba platicando con unos amigos en la terminal de buses de la colonia Nueva Suyapa. De repente llegó Pechuga, quien luego de escapar había encontrado “chamba” cobrando extorsión a los transportistas de esa localidad. Andaba con dos compañeros más, quienes quedaban vigilando a todas las personas que transitaban por la terminal. Rony Alexander, platicando con sus amigos, hizo algún gesto inocente, tal vez hasta inconsciente. Pero por este gesto los compañeros de Pechuga pensaron que el muchacho se iba a robar la caja de cartón donde los motoristas dejan sus “aportaciones.” De inmediato apuntaron sus pistolas al humilde zapatero, disparándole en ….
Así de fácil se muere o se asesina en Honduras y aquí se refleja la negligencia estatal. Se perdió una vida y una familia más que se suma a la tristeza y al desamparo. Rony Alexander no tenía seguro de vida ni nada que heredarle a su familia. Este medio digital conoció que la viuda de este muchacho ahora trabaja como dependienta de una chiclera, es decir una pequeña tienda de confites, galletas y churros.
La situación se agrava cuando las mismas autoridades afirman que Instituto Penitenciario Nacional y los juzgados penales de Tegucigalpa, a casi cuatro meses de haberse producido la fuga de Pechuga no han emitido la orden para recapturarlo. “De la penitenciaría no, nosotros lo buscamos porque tenemos la orden que nos dio el juzgado por la muerte de Rony Alexander”, explicó un detective de la DNIC, quien pidió no mencionarlo.
Debilidad en IPN se complementa con demás instituciones
La fuga y no recaptura de Pechuga devela negligencia gubernamental, pero no de simple abandono, sino de complicidad con el crimen. Y ante tal situación, la interrogante es: ¿Si esto sucede en la capital donde hay más accesibilidad de recursos y donde están las máximas autoridades de encargadas de la seguridad, qué no estará pasando en los centros penales de regiones más lejanas del país? La respuesta es sencilla: De todo.
De acuerdo al informe de una investigación que recientemente presentó la Alianza por la Paz y la Justicia (APJ), hay otros reos que también vuelven a matar tras salir de las rejas. Por ejemplo en mayo de 2010, Walter Gavarrete, un albañil de 23 años fue asesinado en Comayagua por dos individuos, uno de los cuales había sido condenado en el 2005 a 25 años de prisión, pero se fugó de la Penitenciaría Nacional en marzo de 2008.
De igual manera en febrero de 2011, Oscar Leandro Soto, comerciante de 24 años, fue asesinado en Comayagua por un individuo que gozaba de libertad condicional otorgada por los tribunales de justicia. Antes de cometer el homicidio
esta persona había sido acusada de tres delitos más, por los cuales un juzgado de aquella localidad le había librado igual número de ordenes de captura.
Asimismo, en mayo de 2011, Selvin Danilo Paz, de 29 años fue asesinado por una persona a la que los tribunales de justicia también le dictaron libertad condicional. Este individuo estuvo encarcelado de junio de 2008 hasta julio de 2010, cuando las autoridades lo favorecieron con medidas sustitutivas a la prisión.
Ahora vea que sencillo es fugarse
Burlando los anillos de seguridad instalados desde el interior de la Penitenciaría Nacional, cinco reos se fugaron el 18 de junio pasado, informaron las autoridades penitenciarias.
El inspector general del Instituto Penitenciario, teniente Ramón García, detalló que los internos saltaron el muro de los módulos Procesados uno y Procesados dos y que lograron escapar sin ser vistos por los miembros del Ejército que custodiaban los puestos de control.
En esta ocasión se fugaron, Jonathan Joseph Delgado, condenado a 24 años por los delitos de robo agravado y homicidio simple; Ariel Humberto Guillén Moreno, acusado de asesinato y portación ilegal de armas; Sergio Adamín Rivera, sentenciado a 11 años por asesinato; José Román Hernández, sentenciado a 11 años por robo, tentativa de homicidio y asociación ilícita y Elvin Geovany Elías Flores, culpable de homicidio. http://www.elheraldo.hn/sucesos/721128-219/se-fugan-cinco-reos-de-la-penitenciar%C3%ADa
El pasado 6 de junio, dos reos se fugaron de la Granja Penal de Juticalpa Olancho, quienes fueron identificados como Elmer Fernando Arteaga Lagos, acusado de Robo y Franklin Manuel Figueroa, acusado de asesinato. Este fue recapturado en las afuera del centro penitenciario.
Los dos reos eran parte de los privados de libertad que guardan prisión en el módulo # 11 y los guardias se dieron cuenta de que no estaban hasta cuando pasaron lista a las 5:15 pm de este domingo 6 de abril. Por esta fuga la fiscalía ordenó la detención de dos policías penitenciarios para su investigación. http://www.eldiariodeolancho.com/se-fugan-dos-reos-de-granja-penal-de-juticalpa
En otra ocasión, el 11 de septiembre de 2013, se fugaron tres reos de la Penitenciaría Nacional. Los presos cruzaron los tres anillos de seguridad instalados en el interior y exterior de la cárcel. Las autoridades se enteraron de la fuga al día siguiente, cuando pasaron lista de internos.
Los fugados fueron identificados como, Santos Tomás Ordóñez, acusado de robo y condenado a cuatro años. Orlando René Ávila Mejía, sentenciado a 15 años por tráfico de drogas y Rony Alexander Espinoza Madrid, acusado de homicidio. http://www.tiempo.hn/portada/noticias/reos-burlan-anillos-de-seguridad-y-se-fugan
El 28 de septiembre de 2012 se fugó del centro penal de San Pedro Sula, Wilson Fernando Mena, a quién las autoridades le permitieron salir del presidio a comprar materiales para una construcción que estaba haciendo en el interior de la cárcel.
El fugado tenía seis años de estar preso, purgando una condena de 16 años y ocho meses, por los delitos de robo agravado y robo de vehículo. http://www.latribuna.hn/2012/10/24/fiscalia-investiga-fugas-de-la-carcel-sampedrana/
En abril de 2011, dos miembros de la Mara Salvatrucha MS-13, Allan Josué Alvarado Cruz, condenado a ocho años de reclusión y Eugenio Chávez Santos, sentenciado a 281 años por haber participado en el 2003 en la masacre de nueve personas en San Pedro Sula. Ellos desaparecieron misteriosamente de este reclusorio.
Según el historial que manejan las autoridades, Eugenio Chávez Santos, originario de Santa Bárbara y residente en la colonia Rivera Hernández de San Pedro Sula, ingresó el 8 de abril de 2005 por los delitos de asesinato, violación y tentativa de asesinato en perjuicio de nueve miembros de la familia Reyes, hechos ocurridos el 5 de agosto de 2003. http://archivo.elheraldo.hn/Sucesos/listado-nota/Ediciones/2011/04/27/Noticias/Se-fuga-marero-que-fue-condenado-a-281-anos