Las mujeres hondureñas han dicho basta. Se cansaron de enterrar a esposos, hijos, padres y hermanos. Ya no tienen más lágrimas que derramar por sus seres queridos. De su impotencia y frustración nace el movimiento Mujeres Unidas en Memoria de las Víctimas, creado con la intención de frenar la ola de violencia que atemoriza el país; convirtiéndolo en el más peligroso del mundo según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.
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COMUNICADO
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La líder de este grupo de mujeres es Aurora Pineda, cuyo hijo fue asesinado por agentes de la Policía Nacional. “Demandamos justicia para nuestros hijos y exigimos la depuración de la policía porque somos víctimas de una policía corrupta; no puede seguir habiendo impunidad en Honduras y el Estado debe velar por la seguridad de su pueblo no mirar para otro lado”, comentó a Revistazo Pineda arropada por medio centenar de madres, hermanas, esposas e hijas de víctimas en un acto frente a Casa Presidencial.
“Como madre necesito saber quién mató a mi hijo”, pide Trinidad Romero mientras se aferra a un trozo de cartón con la foto de su hijo y donde pide justicia “a un gobierno que no hace nada”. “Les es indiferente nuestro dolor”, se lamenta esta madre cuyo hijo fue asesinado en Juticalpa (departamento de Olancho) el 11 de agosto de 2011. “Mi hijo- José Roberto Soler- tenía 28 años cuando lo mataron. Era noble, trabajador, honesto, un excelente hijo”, recuerda esta mujer mirando el retrato de José Roberto. ‘Aquel que miente oculta la verdad’ ha escrito esta doliente madre en letras rojas sobre el cartón que porta con ella. “Los que tiene el poder de impartir justicia no quieren hacerlo… Mi único consuelo es poder ver a los asesinos de mi hijo juzgados y encarcelados”.
‘Las mujeres exigimos justicia con nuestros seres queridos’ reza una pancarta que ocupa una de las paredes del muro exterior del Palacio Presidencial. Los familiares, de manera improvisada, van colocando las fotos de las víctimas para que sean visibles. “La impunidad y la injusticia son los problemas más graves de nuestro país. No tenemos el respaldo de ningún organismo hondureño”, se lamenta Sandra Cháves de Sosa, madre de Eduardo Coello (32 años) asesinado el pasado siete de diciembre de 2012. “El próximo uno de junio, a las 7pm, celebraremos un concierto en el Redondel de los Artesanos de Tegucigalpa para seguir protestando por la violencia y la injusticia… Ese día mi hijo hubiese cumplido 33 años”, recuerda Sandra con los ojos acuosos.
Varias mujeres, vestidas de violeta, sujetan otra pancarta donde puede leerse: ‘Más de 7,000 muertes anuales a causa de la violencia y la depuración no avanza’. “Los policías se aprovechan de la impunidad que reina en este país”, señala directamente Julieta Castellanos, rectora de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y cuyo hijo fue asesinado por policías. “Nosotras ya hemos perdido a nuestros hijos, pero la juventud de Honduras no se merece vivir secuestrada por la violencia”, comenta vestida de luto pero con la mirada dura y el rostro sereno mientras va saludando a otras madres, hermanas e hijas de víctimas.
Honduras vive en una pesadilla constante de 20 muertos diarios por violencia que dejaron, sólo en 2012, 7,172 muertos. “Nuestros familiares merecen un respeto. Queremos creer que no murieron en vano, a pesar de que el Estado se ha vuelto indiferente ante el sufrimiento de esas madres que han perdido a un hijo. Este movimiento quiere ofrecer consuelo y esperanza a todas ellas”, lee en voz alta Aurora Padilla. La creación de este movimiento se asemeja a Las Madres de la Plaza de Mayo de Argentina o a Las Damas de Blanco de Cuba. “Ellas son nuestro ejemplo, nosotros hoy estamos dando un paso para juntar a todos los familiares de las víctimas. Cuantas más familias menos indolencia en las instituciones… por eso hago un llamamiento a esas madres para que se unan a nosotras”, comenta Julieta Castellanos mientras aguanta, con penar un cuadro de su hijo.
La rectora trata de mantener el tipo y no romper a llorar. Ojos glaucos. Sentimientos a flor de piel. Se abraza a su gran amiga, Aurora Pineda, mientras tímidas lágrimas recorren sus mejillas. “Se deben crear casos ejemplarizantes para dar esperanza a las víctimas y lanzar el mensaje de que no habrá más impunidad en Honduras”, señala cogiendo fuerzas de flaqueza.
Jésica Rodríguez y su hija Sofía, muestran las fotografías de sus hijos. |
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Jésica Rodríguez sostiene con la dignidad que sólo una madre sabe hacer el retrato de sus dos hijos. “Jimmy (16 años) fue asesinado hace dos años y nadie ha sido castigado; y Anderson (17 años) desapareció el pasado 20 de octubre y nunca supimos más de él”. A sus piernas, se aferra la pequeña Sofía (2 años) mirando curiosa a su alrededor. “Les pido a todas las madres que nos unamos para hacer presión y conseguir la justicia que se les ha negado a nuestros hijos”, afirma esta mujer que solo tiene un deseo. “Que me entreguen el cadáver de mi hijo para poder enterrarlo y llorarlo”, comenta rompiendo a llorar desconsoladamente.
Estas madres coraje han decidido hacer frente a la impunidad que impera en el país más peligroso del planeta. Una lucha que ya ganó su primera batalla.