Su padre los violó, su madre los abandonó y los vecinos de la comunidad, lejos de ayudarlos, se burlaban de ellos y también los abusaban. Para el Estado ellos no existen y ahora cuatro niños del norte de Honduras luchan para recuperar sus vidas.
“Estaba dormida en la noche y sentí que alguien brincaba y sentí que alguien estaba encima de mí y me desperté y vi que era mi papa. Yo tenía bajada la ropa y él tenía sacado [su órgano sexual]”, dijo ante las autoridades una niña de diez años, quien según la fiscalía y diversos testigos, entre ellos sus hermanitos, habría sido violada sistemáticamente durante dos años por su propio padre, José Santos Ramírez.
Santos, como se conoce en la comunidad, es un albañil de 31 años, de estatura media y semblante duro. Su rostro semejante a una escultura de piedra, recuerda la Estela H que simboliza al Rey Uaxaclajuun Ub’aah K’awiil de Copan. Así es físicamente, pero en su interior pernocta un demonio que lo llevó a no respetar ni a su propia sangre.
José Santos Ramírez. |
Este hombre, residente de la comunidad de El Anexo, en la aldea, Dos Caminos, de Villanueva Cortés, fue abandonado por su compañera de hogar, quien le dejó bajo su cargo el cuidado de sus cuatro hijos: dos niñas de 10 y 7 años y dos varoncitos de 9 y 3 años respectivamente. Pero en lugar de protegerlos, Santos violaba sistemáticamente a las dos niñas, y al varoncito mayor lo acariciaba y lo besaba en sus partes íntimas y en la boca. Solo el niño menor estuvo exento de las aberraciones de su papá—pero igual ha sufrido daños incalculables al ser testigo del abuso a sus hermanos.
Para protección de los niños, no revelaremos la verdadera identidad, pero en la historia, a la niña de 10 años la llamaremos, Xiomara y a la de siete, Roxana. Al varoncito de nueve le designaremos el nombre de Marlon y al más pequeño, de tres, lo llamaremos Manuelito.
A Manuelito no le hizo picardías mi papá porque está muy chiquito”, dijo Marlon, según su declaración, contenida en el expediente judicial.
A la madre de estos niños se conoce como Glenda, es una mujer de aproximadamente 32 años, de baja estatura, de piel morena curtida por el sol y sencilla para expresarse. No sabe leer ni escribir y carece de documentos personales porque al nacer sus padres, a quienes determina como Jesús Amaya y Petronila Zuniga, no la inscribieron en el registro civil. Eso le implica que al no tener papeles, tampoco tuvo acceso para registrar el nacimiento de sus hijos.
Glenda |
Es decir, Xiomara, Roxana, Marlon y Manuelito, hijos de Glenda y José Santos Ramírez, tampoco están registrados como hondureños. Ellos no tienen partida de nacimiento y esa situación les ha impedido ser matriculados en una escuela del sistema educativo nacional.
La madre: abandonó cuatro hijos y le robaron la quinta
Hace doce años que Glenda y Santos se conocieron en un bus de la ruta urbana, comenzaron a platicar, se enamoraron y al poco tiempo formaron una pareja. Al inicio todo era normal, se daban amor, bromeaban y jugaban; así convivieron varios años, tres o cuatro, según dice ella, pero de repente todo cambió. Santos frecuentó más en su hábito de ingerir bebidas alcohólicas y comenzó a celar a su mujer, a golpearla constantemente y a maltratar a los niños. En la comunidad no falta quien diga que Santos también es adicto a drogas.
Los pleitos cada día eran más frecuentes y pese a esa situación Glenda y Santos procrearon a sus cuatro hijos, niños que conforme fueron creciendo eran maltratados sistemáticamente por su padre. Débilmente, Glenda trataba de defenderlos, pero Santos no perdía las oportunidades que se presentaban y les propinaba tremendas golpizas, les negaba los alimentos y los trataba con palabras groseras. “¿Para qué le das tanta comida a ese hijuep*** — no ves que cachetones tiene?”, dice Glenda que le indicaba Santos cuando ella le daba de comer a Marlon, su hijo de nueve años.
“Santos decía que ya estaba cansado de trabajar y entonces él se quedaba en la casa y yo me iba a recoger botellas, a lavar o a chapear solares, allá me daban comida y yo venía a comer con mis cipotes”, dice Glenda, con su rostro inundado por los chorros de lágrimas que emanan sus ojos. Su situación no es fácil, ella sufre por el remordimiento que le causa haber dejado a sus hijos en manos de un hombre que no solo los maltrató física y verbalmente sino que también los abusó sexualmente.
Hoy en día ella está embarazada de un hombre que dice quererla mucho, pero él está casado y Glenda nos pidió omitir su nombre. Él no es de la zona, pero trabaja allí, viven juntos y le ha prometido ayudarle. De su ex marido, solo sabe que está en la cárcel y dice que no quiere verlo ni en pintura, mientras que de sus hijos le han dicho que se los llevaron las autoridades a un centro de menores, que los extraña mucho y que haría cualquier cosa con tal de verlos.
“Una señora me dijo que los niños están en la Fraternidad, allá por el Estadio Olímpico” dijo Glenda, sentada en una mugrienta hamaca, que pende de dos árboles ubicados en el derecho de vía, contiguo a una llantera, en la carretera que comunica a San Pedro Sula con Villa Nueva Cortes. Pero la verdad no es esa, estos niños de hecho están bajo el amparo de una organización de ayuda religiosa, viviendo en otro departamento del país.
Glenda trata de ocultar que su marido abusaba de las niñas, pero contradictoriamente asegura que cierta noche Santos se levantó de donde estaban acostados “y miré el bulto que estaba en lo oscuro y le dije que porque estaba allí, entonces comenzó a discutir y le pegó a Marlon (el niño mayor) y yo me empecé a sentir mal”, expresa. También dijo que en una ocasión Xiomara le dijo que su papa la había tocado y que le dolía al orinar.
A mediados de 2014, Glenda, abandonó a Santos y con él dejó a sus cuatro hijos. Ella sabía que su marido violaba a las dos niñas y que maltrataba a los varoncitos, pero se fue y los dejó indefensos, como acostumbraba hacerlo cuando su pareja la golpeaba. A inicios de ese año, después de una golpiza que le propinó Santos, ella se fue y durante 15 días estuvo fuera de la casa, tiempo que aprovechó para tener relaciones sexuales con otro hombre que desde antes la venía enamorando.
Quedó embarazada, pero aun así regresó a vivir con Santos y sus hijos. Ella dice que su marido aceptó su situación y “me decía ‘eso no importa’, pero me siguió golpeando y por eso me fui”, expresa Glenda, a quien no le ha ido nada bien, porqué de ese embarazo dio a luz a una niña a quien solo miró al momento de nacer, porque el día en que le dieron de alta en la clínica periférica de Villa Nueva, se la robaron.
“Cuando estaba panzona llegó a la comunidad la hermana de una vecina que se llama Erika, ella se llama Glenda y me llevaron a la periférica y allí estuvieron tres días hasta que nació la niña”, expresó. Sostuvo, que ella no tenía dinero y que Erika se comprometió a pagar 400 lempiras que les cobra la clínica a las mujeres que llegan a parir en ese lugar, pero no lo hizo.
“Yo no tenía pisto y la enfermera me dejó ir sin pagar, la hermana de Erika agarro la niña y todas nos fuimos en el bus, ellas me dieron una bebida que me pegó sueño y me dormí, cuando nos íbamos a bajar desperté y ya no miré a la hermana de Erika ni a la niña, le pregunté a Erika y ella me dijo que se la habían llevado a la clínica Murillo porque la niña estaba muy mal”, dijo Glenda.
Desde que ocurrió ese episodio ya ha pasado año y medio y Glenda (mamá) solo ha sabido que a la niña la tiene Glenda, la hermana de Erika, en la aldea Guacamaya, jurisdicción de El Progreso, Yoro. Asegura que no ha denunciado el hecho por miedo y por la falta de documentos personales.
Las hermanas: un vía crucis que nadie quisiera andar
Pero si recordamos, Glenda no es la única víctima, porque cuando ella se fue de la casa, Xiomara, su hija mayor, solo tenía diez años, edad en la que ningún niño o niña debe tener más responsabilidad que la de ir a la escuela, jugar y recrearse, pero quedó sola con su papá y sus hermanos y por eso tuvo que asumir las tareas de una ama de casa. Ella era quien hacía la comida, lavaba la ropa y aseaba la casa. Su vida fue tormentosa, no solo por la carga de trabajo, sino también por las aberraciones de su padre, quien la violaba a ella y a Roxana, su hermanita de siete años.
Recuerdo que cuando tenía nueve años mi papa me tocaba con [sus genitales] que lo tenía duro, yo estaba en la cama donde dormimos los cuatro”, dice Xiomara refiriéndose a ella y sus tres hermanos.
La niña dice que una noche, cuando todos estaban dormidos, su papá (Santos) llegó a la cama y la desnudó. “Yo amanecí sin ropa, solo con el calzón”, afirma menor, añadiendo que para ese momento, su mamá todavía estaba en la casa. “Y yo quedé con la duda y en la tarde cuando él vino de trabajar, le pregunté: -papá ¿anoche usted me quitó la ropa? y él se puso serio y rojito”, continúa el relato de Xiomara.
En otra ocasión, Xiomarita estaba dormida, su sueño era profundo, pero de pronto, su la cama se comenzó a mover, ella despertó y al abrir los ojos miró que su endemoniado padre estaba encima de su pequeño cuerpo, ya la había desnudado y trataba de violarla.
Siempre me hacía lo mismo y cuando yo no quería me tiraba al rincón, yo lloraba y él se ponía serio y se iba a acostar, después yo me hacia la dormida y él se iba a tocar a Roxana, entonces yo prendía la luz para que no la tocara y le decía que no le hiciera nada “, cuenta Xiomara.
Ella dice que una noche su hermanita Roxana (7) estaba dormida y miró que su papá llegó, la jaló y la puso en el bordo de la cama, y se estaba alistando para violarla, “entonces yo me levante ligero y le dije que la dejara, Roxana se despertó y mi papá se fue a dormir”. Xiomara, quien en esa oportunidad salvó a su hermana, explica que miró esa acción porque su padre tenía el televisor encendido. Sin embargo, días después, Roxana le contó a Xiomara que su papá le metía los dedos y que a ella le dolía mucho sus partes íntimas.
Y es que de acuerdo al relato de Xiomara, cuando ella no se dejaba violar su papá se las desquitaba con Roxana. “A mí siempre me hacía lo mismo, me tocaba [con sus genitales] y una vez me lo metió y me dolió, y le dije que por qué no le hacía eso a mi mami y se enojó y me dijo: – anda acostarte- él se enojaba y se amargaba conmigo porque yo le decía que no”, sostuvo Xiomara. Para ella, su mami los abandonó porque ya estaba cansada de que su papá no las respetara.
“Él siempre me tocaba las nalguitas, me besaba [mis partes íntimas] con la lengua, me daba besos en los cachetes porque yo le quitaba la boca y me apretaba y me mordía las chiches bien duro y una vez me dijo que le diera un beso en la p*ja y me decía que no le fuera a decir nada a nadie, porque lo podían a meter preso”, dice la niña, asegurando que lo repudia y que no quiere ver de largo ni de cerca a su papá. “Ya no quiero vivir con él”, insistió la niña, colmada de llanto, cuando daba su declaración ante el juez.
No fue la única vez que éste aberrado padre mostró que conocía bien el delito que estaba cometiendo. También a Marlon, su hijo de nueve años, lo castigó duramente porque en una ocasión le contó a su vecina, Dunia, que su papá les hacía “picardías” a Xiomara y a Roxana.
Roxana, la hermanita, también concuerda con la versión de sus hermanos. En su declaración ante las autoridades, Roxana, dijo en lenguaje popular que “cuando tenía seis años mi papá me tocaba y me metía el p*** en la cuchara [parte intima de la mujer] y en el anito y a mí me dolía mucho”.
Sostuvo que su padre la agarraba a la fuerza a las cuatro de la tarde cuando llegaba de trabajar y a veces en la noche. “Todos los días hacia eso, nos metía el p*** y nos dolía bastante, a mí me quitaba el short y me acostaba en la cama para tocarme y metérmelo”, enfatizó Roxana. Adujo, que cuando cumplió siete años fue la última vez que la violó su papá, porque al día siguiente se la llevó su abuela María para Santa Bárbara.
Una sociedad cómplice y criminal
Pese a que Xiomara desde muy tierna fue sometida a un infierno, donde el diablo era su propio padre, también tuvo que soportar las burlas, los acosos y hasta ser violada por uno de sus vecinos. “La gentuza del barrio siempre me gritaba que allí venia mi marido cuando venía mi papá, todos se burlaban de mí y me decían que si le iba a hacer comida a mi marido”, dice la niña.
El infierno que Xiomara vivía en su casa, se había vuelto como algo cultural, no solo en su familia, sino en toda la comunidad. Varios vecinos, su abuela y sus tías, sabían hasta el más insignificante detalle, pero callaron y se volvieron cómplices del crimen que continuamente cometía Santos en contra de Xiomara y de sus hermanos, Roxana y Marlon.
Según el artículo 13 del Código Penal, el delito se comete por acción o por omisión y en este caso sería importante determinar si los vecinos o parientes de Xiomara y sus hermanos incurrieron en delito al no informar a las autoridades lo que allí estaba pasando. Roxana dijo que su papá golpeó salvajemente a su hermano Marlon porque les contó a sus vecinas que él les hacía “picardías”. La niña dijo que su abuela también conocía la situación, pero que para proteger a su papá, les aconsejó no decirle nada a nadie.
Pero el viacrucis no termina allí. La casa donde vivían Xiomara y sus hermanos se ubica en una comunidad de aproximadamente 50 casas, denominada el Anexo, asentada en la prolongación de la antigua línea férrea del Ferrocarril Nacional, en la Aldea Dos Caminos, en Villa Nueva, Cortes. Al norte limita con la carretera entre San Pedro Sula y Tegucigalpa y al sur, con un campo de cultivo de caña de azúcar.
El Anexo Dos Caminos, Villa Nueva. |
A Villa Nueva Cortes se le conoce como la ciudad que endulza a Honduras, porque después del huracán Mitch las extensas plantaciones de banano pasaron a convertirse en cañeras. Estos lugares son muy famosos por los secretos que guardan, desde un simple romance entre jóvenes de las comunidades cercanas, hasta horrendos crímenes que allí se ocultan.
La comunidad no cuenta con sistema de alcantarillado y la casa donde vivía Xiomara y sus hermanos no era la excepción y ante tal situación los vecinos se internan en la espesa plantación de caña para hacer sus necesidades fisiológicas. Según ellos nadie los mira, pero una mañana, luego de levantarse, Xiomara fue a la cañera y cuando venía de regreso apareció Francisco Román Herrera—un hombre de 55 años, que vivía en la casa de enfrente a la que ella y sus hermanos habitaban— y la violó.
Ya había terminado de ensuciar y don Chico [Francisco Román Herrera] salió de las cañeras y me tiró un pico, yo corrí pero me alcanzó y me agarró a la fuerza, no me dijo nada y me tiró al suelo, me amarró las manos con un lazo, me tapo la boca con un trapo y me bajó el short, él se bajó el zíper del pantalón y se sacó el [órgano], yo me hacía para un lado y otro y me metió el [órgano] duro, y decía ah ah ah. Yo gritaba duro y nadie me escuchaba porque tenía tapada la boca, don chico hedía a charco”, dice la menor.
Después me quitó el lazo de las manos y me quitó el trapo de la boca y yo lo aruñé, y yo salí corriendo para la casa, [mis partes íntimas] me dolían mucho”, continuó relatando la niña.
En la mañana del día siguiente, don Chico estaba en la calle, tratando de ver que hacía Xiomara, Ella lo vio por la ventana y de inmediato le gritó, –“voy a llamar a la policía para que se lo lleven”, y esa misma tarde don Chico salió de su casa, puso candado en la puerta y se marchó con una bolsa llena de ropa. Xiomara dice que no lo volvió a saber de él, pero Revistazo conoció, que al famoso “don Chico” el Ministerio Público lo acusó de violación especial y que guarda prisión en la Penitenciaría Nacional de San Pedro Sula.
Francisco Román Herrera (Don Chico). |
El día en que Francisco Herrera la violó, a Xiomara le llovió sobre mojado porque en la noche también la abusó sexualmente su papá. Adolorida y cansada ella se había dormido temprano y de repente sintió que la cama comenzó a moverse, algo pesado le cayó encima y al abrir los ojos miró a su padre tratando de entrar en su quebrantado cuerpecito.
Mi papá estaba en calzoncillo, me había bajado el jean, entonces yo lo empuje, me subí el calzón y el pantalón y enrolle los pies. Le dije que porque hacia eso, que no fuera así y él se fue a dormir”, expresó Xiomara.
Ella dice que su desgracia se regó por toda la comunidad y que por eso muchos hombres llegaron a ofrecerle dinero para tener relaciones sexuales con ellos.
A mí todos me dicen que me van a dar pisto para que pise con ellos, son siete hombres los que me ofrecen dinero para hacer picardías con ellos. Uno es Mario, otro es Nayde, también Teo, don Chico, el viejito del bastón, don Santos, que no es mi papá y otro que no sé cómo se llama”, reitera.
El hermano: castigado por ser testigo y también abusado
En cierta ocasión Santos llegó de la calle y sacó de su casa a Marlon de 9 años, a Roxana de 7 y a Manuelito de 3, adentro solo dejó a Xiomara de 10, afanadamente el hombre colocó unas cobijas para tapar las rendijas de la pared de madera, pero dejó libre una pequeña rajadura y desde allí Marlon pudo apreciar como su progenitor endiabladamente desnudaba y violaba a su hermanita.
Mi papa se bajó el calzoncillo y me enojé y fui a dejar a mi hermanito donde mi tía y me fui para la calle a buscar la policía y la encontré y les dije a los policías que mi papa estaba tocando a Xiomara y la policía llegó a la casa y lo agarraró. Le pusieron unas cosas en las manos y se lo llevaron en la paila y lo metieron a la cárcel”, dice el menor.
Pero a las pocas horas este aberrado sexual quedó libre. Por haber traído la policía, el niño fue víctima de una salvaje golpiza que su papá le propinó con un alambre eléctrico, hasta hacerlo sangrar. Y allí lo mantuvo hincado, varias horas.
En sus declaraciones a las autoridades, el niño reafirma todo lo que declaran las niñas. Asevera que él también fue abusado. “Me tocaba las nalgas y los huevos con la mano. Me daba besos en la boca y en los huevos y me decía que no le dijera a nadie porque me iba a castigar con un alambre, Xiomarita y Roxana estaban en la escuela y no me miraban y yo lloraba porque no quería que mi papa me hiciera picardías”, indicó.
Marlon dijo, que no solo ha sido víctima de las aberraciones de su padre, sino que uno de sus vecinos lo violó cuando andaba en la cañera haciendo sus necesidades fisiológicas.
Solo una vez uno que se llama N…de, me agarró a la fuerza y me puso la pal**a en el culito y me dolió y me salio sangre. Yo andaba en la cañera ensuciando y me quería pegar con un garrote porque no me quería dejar y me dijo que si le contaba a alguien que me iba a matar con el machete”, declaró Marlon.
En su declaración el niño mencionó el nombre de su agresor, pero por cuestiones legales en este medio no lo podemos revelar de manera completa.
La denuncia
El 30 de julio 2015, por denuncia de un testigo protegido identificado por las autoridades como X-01-2015, denunció en la Agencia Técnica de Investigación (ATIC), de San Pedro Sula, que en la comunidad de El Anexo, en la aldea Dos Caminos, en Villa Nueva Cortes, cuatro menores estaban en riesgo social y siendo abusados sexualmente por su padre, José Santos Ramírez y al menos uno de los vecinos de la comunidad.
La denuncia registrada con el número 7789-15 menciona que Francisco Ramón Herrera (don Chico) le paga 200 lempiras a Xiomara por sostener relaciones sexuales con ella. Sin embargo, información recopilada en el proceso de investigación indica que no era la niña la que le cobraba a don Chico, sino su papá Santos Ramírez. En otras palabras, este “padre” no solo violaba a su hija sino que también la vendía como quien vende a un perro.
“Al papá le daba dinero don Chico para tener relaciones con la niña”, dijo Catalina Elisama Cueva, fiscal de la niñez. Ella lleva la acusación contra Santos, el papá de los niños, acusado de violación especial en concurso real (varias violaciones) y maltrato por transgresión.
Catalina Elisama Cueva |
Ante tal situación le preguntamos a la fiscal: ¿Si él era el que cobraba, por qué no le imputaron el delito de trata, complicidad necesaria o coactaría, ya que don Chico posiblemente no habría violado a la niña sin la participación del papá?
-No podíamos imputarle trata de personas o proxenetismo porque habría que demostrarle al juez el interés o el beneficio económico que el recibió a cambio de que la niña tuviera relaciones sexuales con don Francisco.
¿Y don Chico no declaró eso?
-No, él no lo dice.
¿Y de coautor tampoco pudo ser acusado?
– Si hablamos de una coautoría hay varias teorías en las que podíamos basarnos, pero es bien difícil probarlo.
¿Pero también está la complicidad necesaria y don Chico sin la participación de Santos no podía tener relaciones con la niña?
-Allí sí me parece que él es un cómplice necesario porque si él no permite no se comete la acción.
¿Se puede ampliar el requerimiento imputándole ese nuevo delito?
-Si se puede ampliar porque si no se hizo en el requerimiento se puede hacer en la audiencia de declaración de imputado y si no, se puede hacer en la formalización de la acusación que es la etapa preparatoria intermedia donde se pide que se eleve a juicio oral y público, y si no en la etapa incidental en el juicio oral y público.
¿Cuál es la pena de los delitos de coautoría y complicidad necesaria?
– A la coautoría se aplica la misma pena del autor y en este caso que es de violación especial es 15 a 20 años, la complicidad necesaria es igual.
¿Cuántos años podrían caerle a Santos en caso de ser encontrado culpable de estos delitos?
-Depende de la individualización porque se está procesando por varios delitos de violación, el delito es penado de 15 a 20 años y si el Tribunal lo condenara por tres violaciones estaríamos hablando mínimamente de 45 años de prisión y un máximo de 60. A eso se suman las penas por maltrato de transgresión en concurso real.
¿Cómo piensan probarle al Tribunal de que él es culpable?
-Aparte de contar con el testimonio de los niños como prueba anticipada en la cámara gesell, tenemos prueba científica consistente en ADN y dictamen de medicina forense. La evaluación física y psicológica, que ya están agregadas en el expediente y las evaluaciones para determinar si había líquido seminal.
¿En qué momento procesal se encuentra el juicio contra Santos?
-En junio de 2016 se hizo la audiencia de proposición de pruebas, el Ministerio Público propuso los medios de prueba, el Tribunal de Sentencia admitió las pruebas y señalo el debate para el 9 de marzo de 2017.
Investigación
Ya hemos explicado que el 30 de junio de 2015 el testigo protegido, X-01-2015 denunció en la ATIC la difícil situación que estaban pasando estos cuatro menores, y con esta información los investigadores se trasladaron al lugar y ubicaron la casa habitada por Santos y sus cuatro hijos. X-01 también les proporcionó la dirección y horario de trabajo del padre de los menores y les ayudó a ubicar a don Chico.
La ATIC logró que el Ministerio Público (MP) diera por iniciada la investigación por violación especial de José Santos Ramírez y además consiguió que se determinara la necesidad de individualizar la causa, al sospechoso y la toma de las declaraciones a las víctimas y de sus familiares.
El Ministerio Público también ordenó evaluar física y psicológicamente a las víctimas, practicar las diligencias necesarias y remitirlas a la Fiscalía de la Niñez y de la Adolescencia.
Los tres días subsiguientes, del 4 al 6 de agosto de 2015, las autoridades tomaron las declaraciones de las víctimas, Xiomara, Roxana y Marlon y la del testigo X-01. Seguidamente, la Fiscalía de la Niñez y de la Adolescencia presentó el requerimiento fiscal, acusando al padre de los niños, José Santos Ramírez de varios delitos violación especial. De forma inmediata el juez de la niñez que conoce la causa emitió las respectivas órdenes de captura, primero, para el papá de los niños, luego para don Chico y por último, contra el vecino menor de edad, que abusó sexualmente de Marlon.
Cuatro niños poco a poco recuperan su niñez
La captura de Santos (papá de los menores) complicó la situación de los niños y para evitar que se quedaran desamparados, el Estado a través de la Dirección de Niñez Adolescencia y Familia (Dinaf) los recuperó con el apoyo de la Asociación para una Sociedad más Justa (ASJ) y es así como ahora los menores se encuentran bajo la custodiade un organismo no gubernamental, religioso ubicado en otro departamento del país.
Para su recuperación mental los niños reciben la atención que les brindan profesionales de la psicología del Proyecto Rescate de la ASJ, organismo que también ha iniciado los trámites legales para la inscripción de los menores en el Registro Nacional de las Personas.
La ASJ es un organismo no gubernamental con casi dos décadas trabajando temas relacionados con la seguridad y la justicia, y en tal sentido, es de mencionar que también acompaña el proceso de investigación y judicialización para que este caso no quede en la impunidad.
Marta Padilla |
A juicio de Marta Padilla, psicóloga del Proyecto Rescate, el traslado al centro para niños donde actualmente viven significó un giro de 180 grados en la vida de los menores. Antes. ellos vivían una situación tensa, donde la niña mayor además de asumir las tareas de ama de casa, el papá la abusaba y la vendía a sus vecinos, “pero ahora tienen un hogar muy acogedor, ya se han estabilizado emocionalmente y están matriculados en una escuela”, indicó.
Y es que los cuatro niños asisten a clases de primer grado en un centro de educación básica, donde ya han comenzado a dar buenos resultados en sus procesos de aprendizaje, “y la mayor es muy inteligente y hemos gestionado con el centro educativo para que pueda ser promovida al grado inmediato superior”, dijo la licenciada Padilla.
Ella no esconde su satisfacción por los cambios positivos que han experimentado estos niños que antes eran víctimas de los atropellos de su papá y de algunos de sus vecinos. En julio pasado, Xiomara, la niña de mayor, participó y ganó el primer lugar del certamen de belleza, “La India Bonita”, una actividad que todos los años se desarrolla el centro educativo, para conmemorar el día del Indio Lempira.
Las ninas con sus protectoras observan un album de fotos, mostrando cambios en su vida. |
Pero su aporte a la cultura no se queda allí. Esta niña también compitió representando a su escuela en la escogencia de la India Bonita a nivel municipal. La profesora Ester Leiva, maestra de primer grado y quien tiene la responsabilidad de educar a Xiomara y a sus tres hermanos, dijo que su alumna tuvo una destacada participación compitiendo con niñas de los 16 centros de educación básica instalados en el municipio.
Sostuvo la maestra que Xiomara y sus hermanos son muy inteligentes y que ella les tiene un cariño especial. “Pienso que la mayor ya no debería estar en primer grado porque sus conocimientos ya son avanzados, ella se aburre con las tareas que hacen los demás niños”, indicó. Para ella, a Xiomara le falta poco para tener los conocimientos suficientes para ser promovida a cuarto grado, una situación que se muestra difícil porque el sistema no se los permite porque para hacerlo debe llenar el requisito de los grados anteriores. La niña tampoco tiene partida de nacimiento y esa es otra de las limitantes que se le presentan.
Si a mí me dicen que es posible promoverla yo misma me encargo de darle clases y prepararla a nivel de cuarto grado, pero ahorita no puedo hacerlo porque si no se promueve se me aburriría más”, sostuvo la maestra.
Dos imputados en la cárcel y uno con medidas sustitutivas
Cumpliendo una orden de captura dictada por los Juzgados Unificados de San Pedro Sula, el once de agosto de 2015 agentes de la ATIC detuvieron en Villa Nueva Cortes a José Santos Ramírez. Horas más tarde, el juez penal que conoce la causa le dictó auto de formal procesamiento y lo remitió a la Penitenciaría Nacional de San Pedro Sula.
El MP acusó a Santos de varios delitos de violación especial en perjuicio a sus dos hijas, Xiomara de diez años y Roxana de siete y además le imputó el delito de maltrato por transgresión contra los cuatro niños. Sin embargo, Catalina Elisama Cueva, fiscal de la niñez, no descarta la posibilidad de ampliar el requerimiento y acusarlo también de coautor o complicidad necesaria por haber recibido dinero de don Chico a cambio de que la niña mayor (Xiomara) tuviera relaciones sexuales con él.
El 18 de agosto, el Juzgado de Letras también libró la orden de captura contra Francisco Román Herrera (don Chico), acusado por el Ministerio Público de violación especial en perjuicio de Xiomara. Tres semanas después, el 12 de septiembre de 2015, agentes de la ATIC lo detuvieron en la 7 calle del barrio Medina de San Pedro Sula. Don Chico fue presentado al Tribunal de Justicia y horas después, un juez de letras de lo penal lo envió con prisión preventiva a la Penitenciaría Nacional de San Pedro Sula.
El 15 de octubre del mismo año, el Juzgado de Letras Segundo de la Niñez, de San Pedro Sula, a través de oficio 514 ordenó a la Dirección Policial de Investigaciones (DPI) aprehender a un menor de 16 acusado también de violación especial en perjuicio de un niño de nueve años, a quien conocemos como Marlon. El muchacho fue aprehendido el siguiente día, en su casa de habitación y siguiendo el procedimiento legal la DPI lo presentó el juez.
Horas después en la audiencia de declaración de imputado el juez determinó otorgarle medidas sustitutivas de la presión preventiva, aplicando los criterios de oportunidad y eso le permite defenderse en libertad, con la observación de la Dinaf.
A este muchacho de 16 años, quien por cuestiones legales no podemos mencionar con nombre y apellido, pero fue acusado de violación especial, delito que admitió haber cometido aceptando someterse a un procedimiento de estricta conformidad, contemplado en artículo 195, incisos 1, 3, 5 y 6 del Código de la Niñez y la Adolescencia, que incluye los criterios de oportunidad procesal a que tienen derecho los menores de edad imputados en un proceso penal. El juez que conoce la causa le otorgó medidas sustitutivas de internamiento.
Para la fiscal de la niñez, Indira Maldonado, estas medidas tienen como objetivo la incorporación del menor infractor a un proceso reeducativo integral con propósitos de lograr su reinserción y el pleno desarrollo de sus capacidades, mediante su orientación y tratamiento. A este joven el juzgado de la niñez le ha otorgado un régimen de semi-libertad a cambio de cumplir sin interrupción con las los programas de rehabilitación contemplados en la Dirección de la Niñez y la Familia (Dinaf).
Nadie puede negar que el delito de violación es grave y cualquiera podría recriminar al juez por el otorgamiento de medidas sustitutivas a este joven, pero la realidad es que la falta de atención por parte del Estado, ha provocado que los centros de internamiento de menores funcionen más como escuelas del crimen que como como centros de rehabilitación de los jóvenes. Y ante esa situación lo más seguro que tiene un muchacho al ingresar a un centro de internamiento en Honduras es la muerte o una maestría criminal.
Y es un joven que puede moldearse en su comportamiento porque su delito lo pudo haber cometido como producto de su inmadurez, pero la Dinaf debe verificar el cumplimiento de las medidas y presentarle los informes al juez de ejecución, porque si su comportamiento persiste y comete un delito, al cumplir 18 años va para la cárcel”, dice la fiscal, Maldonado.
De lunes a viernes este muchacho trabaja en una empresa de transporte de carga los sábados asiste a las charlas con el psicólogo y también estudia a distancia un colegio. “Él está cumpliendo”, dijo su mamá, doña Jessica Castillo, en un corto diálogo que sostuvo con Revistazo.