La operación de Monsanto en India ilustra la monopolización y manipulación de la economía, la tradición, tecnología y mal gobierno.
El mayor productor mundial de semillas genéticamente modificadas ha estado vendiendo sus productos en India durante la última década en favor de los granjeros indios, o por lo menos así afirma la compañía.
En un país de más de 550 millones de agricultores que en gran parte son pobres y sin educación y un mercado agrícola plagado de prácticas ineficientes, el gobierno de India intentó en su momento una reforma mediante la eliminación de subsidios y préstamos a los agricultores.
Pero esta reforma no ayudó a los agricultores porque el gobierno indio forzó la liberalización del mercado interno, lo que eliminó cualquier subsidio y préstamos con aval del Estado a los granjeros.
Aquí es donde entra Monsanto con sus semillas “mágicas”, prometiendo transformar la vida de los pobres agricultores.
El gigante estadounidense del agronegocio tomó completa ventaja de su entrada al mercado indio.
Hizo un acuerdo con los gobiernos estatales, incluidos Rajasthan y Andhara Pradesh, para introducir un Memorandum de Entendimiento (MOU) que dictaba las condiciones de difusión de los organismos modificados genéticamente (OMG) en el mercado local.
Para Monsanto, una cosa era convencer a los agricultores de usar sus semillas artificiales con el fin de mejorar sus vidas y otra muy distinta era manipular la naturaleza y la tecnología para sacar mayor provecho de ellas.
Semillas Asesinas
La ironía es que las semillas transgénicas no han sido efectivas en India y las consecuencias no son del color de rosas que Monsanto había prometido.
Reportes de suicidios colectivos por parte de empobrecidos agricultores golpearon la opinión pública hace unos tres años, cuando decenas de granjeros se suicidaron para escapar de la carga de los altos precios y la falla de las semillas de Monsanto.
La empresa ofreció sus semillas a los agricultores y le dio la esperanza de cosechar cultivos abundantes. Para muchos de estos hombres y mujeres, la mayoría sencillos y sin mucha educación, la promesa de los OMG era una formula mágica que cambiaría sus vidas. Pero no tenían idea de lo que estaba por venir.
Las semillas de Monsanto no produjeron lo que la compañía había indicado. Las costosas semillas acumularon deudas y destruyeron campos de cultivo. En muchos casos, las cosechas simplemente no se materializaron. Los agricultores no eran conscientes de que las semillas transgénicas requieren más agua que las semillas tradicionales y la falta de lluvia en muchas partes del país sólo aumento las perdidas.
Sin la cosecha, los granjeros no pudieron pagar los préstamos adquiridos. Agobiados por las deudas y las humillaciones, muchos se quitaron la vida, alguno incluso mediante la ingesta de pesticidas tóxicos en frente de sus familias.
Hasta la fecha, se estima que unos 200 mil agricultores se han quitado la vida en lo que se denomina popularmente el “genocidio transgénico”.
Lo peor es que muchas mujeres se ven obligadas a heredar la deuda ante el temor de perder sus hogares y tierras. Sin dinero, muy pronto los hijos deben abandonar la escuela. (Tomado de Global Research)