Medea, es el nombre del personaje que relata su dolorosa experiencia en la iniciación a la pandilla: ingresó siendo una niña de 11 años; según ella, porque su madre la maltrataba demasiado. Las pandillas siempre rodearon su vida: los vecinos de su edad eran miembros de las pandillas que por esos años abundaban en los barrios marginales de El Salvador. Eran grupos pequeños que básicamente peleaban a piedras y puños con los jovencitos del barrio adyacente. Pero a medida que arrancaba la década de los noventa, los deportados de la Mara Salvatrucha 13 y del Barrio 18 comieron terreno y barrieron a plomazos a las viejas y endebles estructuras existentes. Medea, como miles de jovencitos, se sintió atraída por ese gran imán que los deportados controlaron tan bien. Ella se jacta de pertenecer al selecto grupo de mujeres pandilleras que ingresaron como ingresan los hombres.
Se refiere al rito de iniciación por el que deben pasar todos los pandilleros: una golpiza y para las mujeres que así lo deseen hay otra posibilidad: acostarse con todos los miembros del grupo. Como un sarcasmo diabólico a esta forma de incorporarse -o “brincarse”- le llaman “por amor”.
Lo anterior es un fragmento de la publicación «Así viven y mueren las mujeres pandilleras en El Salvador» escrita por el periodista salvadoreño, Juan José Martínez D´aubuisson – Revista Factum.
El periodista e ilustrador, German Andino ilustró una introducción al reportaje de Juan Martínez utilizando el formato del cómic de no-ficción, y que tituló: las mujeres de la bestia.
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