José, a quien así llamaremos por su seguridad, es un pequeño transportista en la capital hondureña. Antes tenía 5 unidades de transporte, pero ahora solo tiene una. José fue víctima de extorsión desde el 2013 hasta marzo de 2022. Empezó pagando L. 1,500 por unidad semanalmente a 6 pandillas. En el 2020 estaba pagando L. 6,500. Algunas maras dejaron de cobrar extorsión en los inicios de la pandemia en 2020, pero este no fue el caso con todas las pandillas que extorsionaban a José. A inicios de 2022 aún pagaba extorsión a una mara.
Con el nuevo Gobierno, la Fuerza Nacional Anti Maras y Pandillas (FNAMP) pasó a manos de la Policía Nacional. El 20 de julio del año en curso se publicó en el Diario Oficial La Gaceta (Acuerdo 1417-2022) la reestructuración de la institución. Su nuevo nombre es Dirección Policial Anti Maras y Pandillas Contra el Crimen Organizado (DIPAMPCO), ahora bajo el mando de la Secretaría de Estado en Despachos de Seguridad dirigida por Ramón Sabillón.
Esta institución ahora está conformada por agentes de la Policía Nacional, agentes de la Dirección de Investigación e Inteligencia del Estado y fiscales de la Fiscalía Especial Contra el Crimen Organizado (Fescco).
La coordinación de investigaciones de la Asociación por una Sociedad más Justa ha seguido de cerca la extorsión en Honduras y la respuesta estatal ante este delito. Descarga el informe completo aquí:
Revistazo platicó con José sobre su experiencia. La siguiente conversación ha sido levemente editada para mejorar la comprensión.
Revistazo (R): ¿A qué se dedicaba antes de ser transportista?
José (J): Me dedicaba a hacer instalaciones eléctricas y actividades de comercio.
R: ¿Qué hacía usted para seguir trabajando aún bajo la amenaza de la extorsión?
J: Me dediqué a otras actividades económicas fuera de transporte. Porque si seguíamos ahí teníamos el peligro de que nos mataran por no pagar extorsión. Empiezan con una cantidad pequeña y de pronto van incrementando. Todo esto avalado por los mismos dueños porque dentro de las mismas organizaciones (de transportistas) existen cómplices.
R: ¿Cómo compró sus unidades de transporte?
J: Yo tenía un dinero ahorrado y también solicité financiamiento con un banco. Inclusive lo sigo pagando, pero de mi otra fuente de ingreso, porque ya me he retirado del sector transporte.
R: ¿Cómo y cuándo sucedió su primer contacto con las maras que lo extorsionaban?
J: Yo alquilé unidades, empecé con una unidad y se miraba como buen negocio porque yo pasaba por la zona y había mucha gente. Pero nadie me explicó cómo era y una vez ingresando al negocio me doy cuenta cómo funcionaba eso, que tenía que pagar extorsión semanalmente a seis maras.
De todos los dueños, había dos o tres cómplices de las maras. Le mandaron 10,000 lempiras a cada uno de los cómplices para que los ayudaran a imponer la extorsión al punto de transporte. Una vez que hicieron eso, los mareros mandaron un celular. Los cómplices les quisieron devolver el dinero después y los mareros dijeron que no, o hacen que la extorsión funcione ahí o a ustedes los vamos a matar.
La gente no quería colaborar y dijeron “no vamos a pagar extorsión”. Todos nos opusimos, entonces preocupados estos individuos, también dueños de unidades, dijeron que teníamos que pagar porque si no iban a matarnos.
R: ¿Qué pasaba cuando una persona o varios compañeros se oponían a pagar?
J: Cuando alguien no pagaba, igual le cobraban y lo mataban. Ahí tenemos ejemplos.
R: ¿Cuál fue su reacción ante la primera extorsión?
J: Sorpresa. Un día nos llamaron a una reunión a todos los dueños de transporte. Nos dijeron: miren, tenemos un problema grave y necesitamos que nos reunamos urgentemente para hablar.
Llegamos y un cómplice de ellos llamó a alguien. Se identificó la otra persona al otro lado y nos empezó a decir, “yo conozco qué comen, en dónde viven”, un montón de amenazas, “les voy a matar a sus familiares”. ¡Dios mío santo!
R: ¿Como lo contactan para estos eventos? ¿Les decían el motivo por lo cual los estaban reuniendo?
J: Para el primer evento nos convocaron un día a las 4 de la tarde y nos dijeron que tenían una reunión de emergencia para hablar de varios temas. Yo era reciente y no sabía cómo era eso entonces fui. Esperamos hasta las 10 de la noche y escuchamos una motocicleta, se bajaron dos individuos armados y mataron a uno de los compañeros enfrente de nosotros sin mediar palabra, dos disparos y ya, cerraron el portón y seguimos platicando, como si nada. Ese fue el primer evento.
Volvimos a reunirnos, llegaron unos individuos también en una motocicleta, llamó alguien por el celular y nos dijo: necesitamos incrementar la extorsión. Ellos no le llaman extorsión, le llaman “leche”. Necesitamos incrementar el valor de la leche. Allí llegamos a un acuerdo de cuánto le íbamos a pagar ahora, y cada vez que ellos llegaban era para incrementar el valor de la leche, o sea de la extorsión que nos estaban cobrando.
En el tercer evento un compañero salió de la ciudad, se le olvidó pagar la extorsión, entre todos ajustamos el dinero para pagar la extorsión porque no estaba. Resulta que lo llaman un fin de semana, el hombre se regresa de donde andaba, le cobraron la extorsión, fueron a traer el dinero ese mismo día. Después de que él pagó la extorsión llegaron dos sujetos a matarlo a su casa, pero nosotros ya habíamos pagado también, no sabíamos porque lo habían matado.
R: ¿Cada cuánto lo contactaban?
J: Es semanal, a todos en general porque ellos envían un solo celular y quiénes son cómplices. Manipulan el celular, se lo dan a uno y entre ellos tres están prestando el celular. Son llamadas telefónicas. Una de las compañías que más participan es Claro, Tigo no. Todos los celulares que nos llegaron desde que estamos ahí son de esa compañía.
R: ¿Cómo se acercaban las otras maras? Porque empezó pagándole a una, pero luego llegaron cinco más ¿cómo se acercaron la segunda, la tercera y la cuarta mara?
J: Empezamos con una estructura que se llama MS-13. Ellos nos mandaron una nota, nos llamaron y nos dijeron que habían cuatro maras más con ellos. Los 12 discípulos, los Benjamín, los Chirizos, el Combo que no se deja. Una mara recaudaba ese dinero para toda esa gente. La otra mara que llegó, la Mara 18, envió un celular con un muchacho en una moto y se lo dieron a alguien, pero lo más raro es que cada vez que llegan esos celulares se los daban a las mismas personas.
R: ¿Y cómo les ayudó la FNAMP? ¿Cuánto tiempo tardó? ¿Cómo fue todo el proceso desde la denuncia?
J: A la persona que denunció le tomó por lo menos 90 días de seguimiento a las llamadas, a las entregas que se hacían. Luego ellos cambiaron los puntos de entrega. La estructura criminal con la que más problemas teníamos era la Mara 18 porque ellos eran muy violentos.
Inclusive amenazaban a la persona que les llevaba el dinero, entonces ya no querían ir a entregar dinero. Lo llevaban a un cerro, lo desnudaban, casi lo mataban. Ellos pedían que el dinero solo fuera en billetes de 500 o 100, no aceptaban billetes de un lempira. Una vez que se hacía la entrega tenían que contar el efectivo. Si no estaba completo, esa persona fracasaba, la mataban.
R: Me estaba hablando de los cómplices que había dentro de sus propios compañeros, ¿cómo identificaron ustedes a estas personas?
J: Lo identificamos porque cuando hacíamos recuento de la extorsión ellos no pagaban y nosotros decíamos ¿por qué estos individuos no pagan? si también son dueño. Después nos dimos cuenta que no pagaban porque ellos colaboran con estas estructuras criminales.
R: Y aparte de no pagar, me imagino que tenían privilegios, ¿parte de lo que ustedes recaudaban era para ellos?
J: Sí, a ellos les daban dinero, les pagaban por hacer eso, por mantener la extorsión, para recaudar el dinero esas estructuras le pagaban.
R: ¿Cómo evolucionaron los cobros?
J: Gradualmente le fueron subiendo a las cuotas, incluso se inventaron algo que se llama “carwasheado” (carguachado) que es un dinero que se le cobraba a todas las unidades supuestamente para lavarle el vehículo, al final se quedó como una extorsión más para los conductores. Para la época de Semana Santa teníamos que darle para su comida. De Navidad para su bono especial. Como que fueran empleados nuestros y teníamos que mantenerlos.
R: ¿Cómo y con qué amenazaban?
J: Ellos amenazan con matar. Yo fui testigo ocular en tres ocasiones de cómo mataron. Llegaron sin mediar palabra y lo mataron enfrente de todos. Después ya no queríamos reunirnos. Decía uno va a haber una reunión, nosotros no asistíamos por el temor de que sucediera eso.
En una ocasión, un compañero contactó a la Policía Nacional y fue más grave la situación, nos aumentaron 100 lempiras de extorsión por eso que hicimos. La policía le informó a esa gente que habían denunciado extorsión. La Policía le mandó el audio (a la mara) y el amigo que estaba denunciando la extorsión vendió su unidad, él está fuera del país.
R: ¿Alguna vez lo amenazaron con herir, matar a algún miembro de su familia o alguna vez sucedió?
J: Sí, a mí me dijeron que sabían de mi hijo. Los cómplices entre nosotros mismos de la asociación empiezan a averiguar y le pasan el dato para que lo amenacen a uno.
R: ¿Cuál fue la primera institución de Gobierno a la que acudieron? ¿Pudieron ayudarlos?
J: Unos compañeros tomaron la decisión valiente y denunciaron. La Fuerza Nacional Anti Maras y Pandillas (FNAMP) fue muy eficiente, muy eficaz. Incluso se judicializó a la persona, ya está libre, pero sí fue sancionado por la ley.
R: ¿Eran más efectivos bajo el mando de las Fuerzas Armadas o de la Policía Nacional?
J: Era más efectivo cuando estaba bajo el mando de las Fuerzas Armadas, ahora ya no tenemos confianza en ellos porque pertenecen a la Policía y nosotros en la Policía Nacional no tenemos confianza, nada, ningún tipo de confianza, cero confianza.
R: ¿Por qué cree que el Gobierno no se esfuerza más en controlar la extorsión?
J: Creemos que altos mandos del Gobierno participan, se lucran de las estructuras criminales, incluso la policía nos lo ha dicho entre broma. De los que se llaman la DPI (Dirección Policial de Investigación) acá, que si no existieran estas estructuras criminales, la policía tendría mucha menos gente porque ya no tendrían nada que combatir, es como un mal necesario que existe.
Cuando la DPI hace las investigaciones son efectivas, pero ¿qué pasa?, que ellos están coludidos con esos grupos. Hemos visto también que cuando se hace captura, la mayoría de veces no llega a judicializarse. Los jueces y fiscales le dan mucha larga el trámite. Hay un período en ley para requerir, pero se vence el período. Dejan en libertad al sujeto porque no se hizo en tiempo y forma, y ahora sabemos por qué no se hizo en tiempo y forma, porque estas estructuras tienen jueces y fiscales comprados.
R: Algunas maras dejaron de cobrar extorsión a inicios de la pandemia, incluso les enviaron cartas disculpándose por haber cobrado tanto tiempo. ¿Qué decían estas cartas? ¿Cómo las enviaron?
J: Sí, fue a inicios de la pandemia. La estructura llamada MS-13 se retiró y nos envió audios por WhatsApp, también una nota escrita por WhatsApp y nos pidieron disculpas por todo el daño que nos habían hecho. Nos pedían perdón y que eso no se volverá a repetir con ellos porque ya tenían otras actividades programadas que hacer, que definitivamente se retiraban. Hicieron una advertencia para todo aquel que cobrara extorsión: nosotros los vamos a matar. La cumplieron.
En una ocasión alguien se atrevió a desafiarlos, pensaron que no era cierto. Se unieron unos cuantos conductores, duraron dos semanas después del evento. Esa gente se dio cuenta y lo mataron con 16 impactos de bala por haber hecho eso, por no seguir las instrucciones que ellos dieron de no cobrar la extorsión.
R: ¿Cómo cataloga usted el trabajo del Gobierno pero desde los Derechos Humanos?
J: En realidad esta gente no está haciendo nada, ninguno. Porque ahí tenemos una Secretaría de Derechos Humanos del Estado y la actual ministra solo es medios de comunicación, pero en realidad no le vemos ninguna acción en concreto.
R: Me habló sobre leyes engavetadas que han trabajado con el Gobierno, ¿qué progreso han tenido?
J: Desde el 2003 creo que lo venimos trabajando con el Gobierno, con el Congreso Nacional. Con la Secretaría de Seguridad, en específico, cuáles serían el tipo de proyectos sociales que debe implementar el Gobierno para contrarrestar la extorsión. Sin embargo, estos proyectos de ley solo se han quedado escritos y nunca hemos tenido una respuesta del Congreso Nacional, a la altura de hoy sigue siendo un anteproyecto de ley y no sabemos por qué no lo han discutido.
R: José, si usted hubiera sabido antes como era la industria ¿volvería a trabajar como transportista?
J: No, porque yo no me informé cómo era todo esto. Lamentablemente, estando ahí uno tiene que hacer el esfuerzo y seguir adelante, tenía un préstamo que pagar. No es recomendable en Honduras incursionar en la industria.
Es estresante que ellos vienen a cobrar dinero sin invertir nada. Uno que invierte tiene que generar dinero para ellos, inclusive para el Estado. Tenemos que pagar la matrícula, el permiso de explotación y todo anualmente. Entonces nosotros decimos: aquí todo mundo nos quiere extorsionar, todo el mundo legal o ilegalmente. El Estado no hace nada para solucionar eso.
R: ¿Hay algo más que a usted le gustaría compartirnos?
J: Si este mensaje llega al Gobierno actual: número uno que trabaje más en el tema de seguridad. Al ministro de Seguridad, señor Ramón Sabillón: dice que es transparente y que hace un gran esfuerzo, pero los hechos no respaldan su palabra. Sabemos que él está ahí por una misión: agarrar narcotraficantes, solo para eso, lo demás de seguridad lo han olvidado. Tienen que generar una política de seguridad más inclusiva, que visite puntos de transporte a nivel nacional.
Nos preocupa que la Fuerza Nacional Anti Maras y Pandillas pertenezca a la Policía Nacional, eso es un gran error, porque esa institución no tiene validez, perdió nuestra confianza. La policía está contaminada, no lo digo yo, lo dicen las estadísticas, las evidencias, los hechos.