Violencia dentro y fuera de las aulas ahuyenta a alumnos

Serie: Deserción escolar en Honduras (3/5)


Uno de los factores más frecuentes para que los niños, niñas y adolescentes de Honduras dejen la escuela es el entorno de violencia, inseguridad y riesgo en el que viven.

De acuerdo al estudio del Consejo Noruego para Refugiados (CNR) hecho entre 2015 y 2018, un 75% de los niños que asisten a las aulas de clase se traslada a pie, ya sea desde una comunidad en el interior o en una ciudad. Esto los hace blanco fácil de miembros de pandillas que buscan reclutarlos, o en el caso de las niñas, de depredadores sexuales u otros peligros. 

Para un menor de edad, experimentar episodios de violencia en su barrio, caserío o aldea puede provocar fenómenos como el confinamiento en los hogares, mismo que conlleva restricción de movilidad. De igual forma, puede darse el desplazamiento interno o incluso la migración transfronteriza, que traen consigo problemas de adaptación a un nuevo sitio para vivir y por ende a una nueva escuela o colegio. 

El estudio realizado por los noruegos asevera que el 88% de los niños desescolarizados de Honduras estuvo estudiando en algún momento, el resto nunca estuvo en un aula de clases. 

Para los muchos de los que sí cursaron la educación básica, la violencia generalizada fue el factor que los empujó fuera de las escuelas o colegios.

Muchos centros educativos de Honduras se encuentran justo en locaciones en las que se dibuja una frontera invisible entre pandillas rivales y los niños, niñas y adolescentes se convierten repetidamente en testigos o víctimas de hechos violentos tras enfrentamientos entre malvivientes. 

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La fragilidad de los infantes no se reduce sólo a los entornos en los que se encuentran los recintos educativos; los investigadores del CNR documentan casos en los que las propias escuelas y colegios son utilizados por maras y pandillas para vender drogas, controlar operaciones con alumnos simpatizantes y la portación de armas dentro de las instalaciones. 

Para permitirse operar, algunas organizaciones criminales llegan al punto de pagar el salario de los maestros, restringirles sus horarios de trabajo o cobrarles “impuesto de guerra” para dejarlos impartir clase en sus zonas, lo que suma al docente como otra víctima más del factor de violencia y como consecuencia impide que algunos educandos cuentes con profesores que les garanticen la enseñanza que necesitan.

Ante ello, el gobierno hondureño adoptó la medida de militarizar ciertas escuelas para su resguardo, pero los expertos dicen que esto degenera la percepción de seguridad de los niños, haciéndoles creer que la única forma de estar seguros es portando un arma de fuego para protegerse, lo que al final de cuentas deriva en la desnaturalización de los espacios de aprendizaje.  

German Moncada

Catedrático universitario e investigador de la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán


“Antes, el tema de la violencia era una cuestión extra muros y ahora sabemos que hay estudiantes miembros de maras que circulan en los centros educativos; esto hace que el maestro deba hacer un esfuerzo cognitivo para enseñar, pues hay una amenaza que está ahí en ciernes y que al salir del aula le haga correr algún riesgo”.

Moncada sugiere la implementación de cierta enseñanza para los maestros que les permita hacer frente a estas circunstancias e incluso mediar en conflictos que se puedan presentar.

Las maras o pandillas recurren al reclutamiento forzado o coaccionado de niños, niñas y adolescentes. Los menores no tienen elección en algunos casos, pero sí en otros, como cuando reciben ofertas económicas para realizar una labor para la mara. Muchos niños prefieren integrarse como pandilleros y así ganar dinero a perseverar en el salón de clase. 

El reclutamiento de niños, niñas y adolescentes comienza desde los siete años de edad, y es en este momento en el que se les comienza a utilizar como informantes, reclutadores, cobradores de extorsión o mensajeros; a los jóvenes mayores se les dan asignaciones más graves como el sicariato. 

El bullying también impide el aprendizaje

El Observatorio Universitario de la Educación Nacional e Internacional de la UPNFM se desplazó por varias zonas del país para aplicar encuestas que arrojaran resultados sobre los factores que los padres consideran que afectan la calidad de la educación que reciben sus hijos. Un 66% de los encuestados dijo que la violencia escolar era determinante en el aprendizaje o no de los menores en edad escolar. 

El bullying en las escuelas es una realidad, y también se añade a los problemas que contribuyen en cierta medida a la deserción escolar, según Moncada. 

En Honduras, en octubre de 2014 se aprobó la Ley Contra el Abuso Escolar o "Ley Anti Bullying", que plantea sanciones administrativas y hasta en tribunales de lo civil y penal contra presuntos acosadores, maestros, padres de familia, directores de centros escolares y hasta organizaciones, dependiendo de los casos.


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“Hay un tipo de violencia estructural que se debe tratar y es cuando un niño es víctima de bullying en la escuela. Este puede bajar su rendimiento y pues algunos maestros no están formados para tratar con este problema y más bien lo penalizan por su bajo rendimiento, revictimizándolo y en algunas veces esto puede provocar que el niño deserte”, dice Moncada.

Violencia sexual y embarazo precoz

Pero la violencia también tiene otras expresiones y en algunas, las niñas llevan la peor parte. 

Los abusos sexuales en rutas o en los propios centros educativos son frecuentes. 

En el 2019, los expertos de la UPNFM recopilaron datos del Instituto Nacional de Estadísticas y descubrieron que 21 mil 696 estudiantes dejaron la escuela o colegio porque se casaron o quedaron embarazadas. Esto representó el 2.7% de alumnos y alumnas entre 6 y 17 años de edad.

Estos hechos hacen ver que el tema de la violencia y su relación con la deserción escolar tienen su punto de convergencia más álgido en la falta de seguridad que ofrecen los entornos en los que se desenvuelven los estudiantes y ello conduce, en bastantes casos, a otra problemática que esta serie de artículos analizará en su próxima entrega, la migración de niños, niñas y adolescentes en edad escolar.