Para esta nota, en vez de centrarme en recopilar los grandes acontecimientos del 2015 en plan retrospectivo -como muchos ya hacen-, les propongo más bien tomar las grandes lecciones del año pasado para ver qué nos depara el 2016 en plan prospectivo, pues como dicen por ahí: “de las experiencias construimos nuestros futuros”. Así pues, con la humildad del caso, aquí les va…
1.- IMPUNIDAD OBSCENA Y CÍNICA. En el 2015 no solo vimos una impunidad que se refiere a la falta de castigo -tal como la define la Real Academia de la Lengua Española-, sino una impunidad para hacer y deshacer. Ante la indignación e impotencia que nos generó esta impunidad desenfrenada, muchos pedimos cárcel, pero nos dimos cuenta que nuestra clase políticas y las instituciones encargadas de investigar y castigar eran parte del problema.
En el 2016 tocará combatir a la impunidad más efectivamente y para eso habrá que ver la impunidad no solo en términos legales, sino económicos, sociales y administrativos. Si queremos que los corruptos vayan a la cárcel o paguen por el daño social causado, tendremos que preguntarnos si las penas son las más realísticas para el contexto hondureño. Si mareros, narcotraficantes, secuestradores y extorsionadores tienen un tratamiento especial en materia penal, por qué no políticos, altos funcionarios y burócratas que abusan del poder delegado y de nuestra confianza, para robarle la salud, la educación, la seguridad y los ahorros a las personas. Esto es algo que en el 2016 definitivamente se tendrá que revisar, pues a mi parecer la gran corrupción es crimen organizado.
2.- LA INDIGNACIÓN COMO ESTADO DE ÁNIMO. Sin duda alguna, el 2015 fue el año de la indignación social. Una indignación que se manifestó en diferentes maneras y espacios, siendo la más inspiradora la de las Antorchas. Pero, ¿qué ocasionó que tomáramos la calle en el 2015? Pues realmente no fue algo planeado, sino espontáneo, y eso fue lo que sorprendió a todos, especialmente al Gobierno que venía recuperando la gobernabilidad en el país. El hecho es que el fastidio con la casta política ha estado en ebullición desde el golpe de Estado, pero los cheques que salieron del desfalco del IHSS para financiar campañas hicieron pitar la olla de presión.
Pero, ¿se mantendrán los mismos niveles de indignación en el 2016? Lo más seguro que no, y por varias razones. La principal es que movilizaciones como las Antorchas requieren amasar vasta energía (indignación) para que se den y no ocurren de manera periódica o recurrente dado el desgaste. En un país en constante crisis como Honduras donde todos ya tenemos callo de tanta corrupción e impunidad, tiene que suceder un evento jamás visto. El caso del IHSS, por ejemplo, fue un acto deshumano que tuvo la colusión de políticos, funcionarios y empresarios, el acto de corrupción más grande de la historia contemporánea hondureña.
Pero recuerden que la indignación fue una reacción, no la respuesta al problema de la corrupción y la impunidad. Para el 2016, se deben utilizar esas lecciones (contratos amañados, empresas de maletín, financiamiento ilícito de campañas, politización etc.) y trabajarlas de manera estratégica para evitar que sucedan de nuevo o mitigarlas. Sé que esto es más fácil que hacerlo en Honduras, pero tendremos alguna ayuda; habrá dinero de la Alianza para la Prosperidad, las extradiciones han sido efectivas y los intereses reeleccionistas implica oportunidades. Además, las élites tradicionales están teniendo una crisis existencialista como nunca –de eso hablaré luego.
3.- HONDURAS ESTÁ CAMBIANDO. Haciendo uso de ese controversial slogan, hay tres fenómenos del 2015 que demuestran que Honduras está cambiando, pero más importante aún, se deben fortalecer aún más; el rol de la clase media, la juventud indignada y el poder de las redes sociales.
Quienes mejor lograron expresar la indignación en el 2015 fueron la clase media y las juventudes de las ciudades. Se vino a demostrar que la demanda popular puede ser más creativa y estratégica –compensando por los retos organizacionales que tiene una sociedad individualizada y fragmentada. La clase media implica un costo clientelar más alto para los políticos. Vale más qué L.50, por varias razones, que van desde su nivel adquisitivo hasta educativo, sin olvidar que el sector público no es su fuente de empleo o de ingresos por excelencia. Es por eso que cada vez que la clase media se manifieste, los políticos tendrán serias complicaciones para manejar la situación. En términos realísticos, estamos hablando de un poco más del 20% de la población, algo que no quita presidentes, pero si puede ser catalizador de transformaciones estructurales como ha sucedido en otros países.
Por su parte, las juventudes, sin la afinidad ideológica que los mayores en los partidos políticos tradicionales y desvinculados del debate gastado de “izquierdas-derechas», no se ven suscritos por vida a un partido político. Es más, estadísticamente son los menos que están votando. Las juventudes son algo “sexy” para políticos y líderes sociales, pues dan una cara de cambio y renovación, aunque no sé hasta qué nivel los dejan participar en decisiones. ¿Cómo será el 2016 para aquellos jóvenes que figuraron mediáticamente el año pasado? En términos políticos ya el poder de convocatoria no será el mismo, y esto no sólo a causa del tipo de liderazgos, sino a los limitados recursos que tienen a disposición. Incorporarse a partidos políticos ya creados o crear nuevos, no creo que sea la salida, al menos que tengan asegurados un espacio de participación clave o financiamiento. Si yo fuera ellos, antes de irme a la política tradicional trataría de desarrollar un proyecto de formación cívica para jóvenes con apoyo de cooperantes que les permita cierta independencia, autonomía e incidencia.
Las redes sociales se han convertido en las plazas públicas por excelencia, donde cada uno de nosotros participamos en iguales condiciones, diciendo lo que pensamos y creando nuestra propia opinión -toda una poliarquía como diría Robert Dahl. Sin las redes sociales, no podríamos haber ido a las calles, inventariar los botines de los corruptos y demostrar nuestro rechazo e indignación a políticos, burócratas y empresarios. Sin duda, toda una vox populi. En un país con 90% de cobertura celular y casi 1 de cada 4 personas, conectados a Internet (UIT, 2015), las redes sociales han venido a ser la respuesta ciudadana a la monopolización de la información y de los contenidos mediáticos. Si bien, no tienen la cobertura de la televisión, puede desenmascarar al corrupto y sus compinches en segundos y sin censura gubernamental o control editorial. Esto no tiene parangón en estos tiempos de impunidad –los corruptos son juzgados y castigados en la plaza pública.
Es costoso censurar o regular lo que se pone en las redes sociales, al menos que sea China o se tenga millones para combatir el terrorismo como los EEUU. Pero esto no le quita que algunos personajes afectados en sus intereses y negocios quieran intimidarnos y violar nuestros derechos humanos. En el 2016, la libertad de expresión no debe ser únicamente una proclama de los periodistas para poder ejercer su función social, sino de cada uno de nosotros, pues hay un interés colectivo de combatir la corrupción.
4.- UNA OPOSICIÓN SIN HACER OPOSICIÓN Y UN PARTIDO HEGEMÓNICO. Para muchos el golpe de Estado traería el fin del centenario Bipartidismo y más oferta electoral, por ende, un multipartidismo “real”. Pero lo que podríamos tener gracias a los partidos de oposición es lo que Giovanni Sartori, llama un sistema de «Partido Hegemónico» (tipo el PRI de México que gobernó por más de 70 años) en que se configura una competencia electoral ficticia.
El Partido Nacional (PN) se está convirtiendo en un partido hegemónico por dos razones:
a) La primera, es que tiene una maquinaria clientelar que asegura apoyo político para sus proyectos y gobernabilidad que ni Mel Zelaya en lo mejor de la ERP tuvo. Llama la atención cuando vemos que alcaldías de larga trayectoria colorada se codean con el Ejecutivo o cuando diputados liberales votan a favor de proyectos legislativos nacionalistas, yendo en contra de la dirigencia partidista. El Partido Liberal (PL) ha estado en crisis por varios años y hacer oposición no es la ruta más lógica para alcaldes y diputados que requieren de dinero para realizar sus proyectos y campañas. El vacío que deja los Rosenthal es otra razón, también.
b) La segunda razón, es porque los partidos naturales de oposición como LIBRE y el PAC, no han podido consolidarse y disciplinarse internamente. Entre liderazgos caudillezcos, riñas internas y propuestas improvisadas, le ha facilitado al PN imponer la agenda en el Congreso y a Juan Orlando Hernández, mantener una sustancial aceptación popular –48% de aprobación según CESPAD – que le ayudará en caso de lanzarse a la reelección.
El 2016, será un año de negociaciones que nos llevará a cruzar el inevitable puente de la reelección –Mel puso los cimientos y JOH, pondrá la losa. La primera mitad del período ha tenido casi nula producción legislativa. Pero esto no ha sido problema para el Ejecutivo, ya que las reformas -incluyendo remociones estratégicas- al Poder Judicial y a la Administración Pública, le han permitido el espacio necesario de actuación. Pero, para la nueva Corte Suprema, el nuevo Tribunal Superior de Cuentas y la MACCIH, se tendrá que trabajar con los demás partidos.
El ciclo electoral está a la vuelta de la esquina, y todo político que ve en la política su subsistencia económica, buscará quedarse en el poder, algunos como alcaldes o diputados, otros como presidentes. Que no nos sorprenda que los partidos de oposición mantengan la misma tendencia en el 2016, lo que le permitirá victorias claves al PN, como el control de la Sala de la Constitucional o limitaciones al mandato de la misión internacional anticorrupción de la OEA (MACCIH). Los partidos políticos de oposición no están haciendo su función de contrapeso al poder, y esto pasará factura en la calidad de la democracia, pero primero les pasará factura a ellos a nivel electoral –solo hay que ver las encuestas.
5.- LAS ELITES EN CRISIS Y EL FIN DE LOS PACTOS. En el 2015, como el 2009, las élites tradicionales, aquellas que han controlado la vida política, económica, social y hasta cultural del país de los últimos 40 años vieron las cosas feas.
Para comprender el comportamiento de las élites hondureñas, es necesario conocer sus orígenes. A diferencia de las guatemaltecas y salvadoreñas que surgieron como grandes terratenientes, las hondureñas tienen su origen como agentes e intermediarios comerciales del gran capital extranjero (por ejemplo, Callejas Valentine, con la Rosario; y Yankel Rosenthal, alrededor de United Fruit de Samuel Zemurray). Estas élites, han requerido de un Estado débil que les facilite operaciones, negocios y poder político -replicando el modelo que tan bien le funcionó a las mineras y bananeras de antaño. De esta manera, el Estado hondureño se convirtió en un botín que les permitió acceso a tierra, mano de obra barata, mercados cautivos e ingresos, a través de concesiones, exoneraciones, subsidios, contratos y condonaciones. Para articular todo esto, se tendría que tener una vasta nómina de agentes (periodistas, jueces, alcaldes, burócratas, diputados, y presidentes) que les controlara la opinión pública, les impartiera su versión de la justicia, les legislara a su favor, les facilitará trámites administrativos, impulsara políticas mercantilistas y gobernara el pueblo.
Tenemos que comprender que las élites tienen muy poca movilidad, son una especie de casta social en sí, o como decimos coloquialmente “una argolla”. Pero tienen un punto débil: sus reglas de convivencia. Si partimos del precepto que el cumplimiento estable y rutinario de los acuerdos (por ejemplo, elecciones cada 4 años) viene a conformar las reglas de convivencia entre las élites, esto implica que al incumplir esos acuerdos -o pactos-, llevará a crisis. Esto es justamente lo que sucedió en el 2009, terminando en un golpe de Estado. Más que el “quebrantamiento del orden constitucional”, fue el “rompimiento del pacto de la alternancia en el poder” que se había acordado en la Constitución de 1982.
¿Pero qué paso en el 2015? Pues se rompió otro acuerdo entre las élites; el de hacer negocio con el botín estatal. Algunos dicen que fue avaricia, puede ser…En lo personal, creo que el costo de mantener clientelas (bases políticas, jueces, funcionarios, directivos de FENAFUTH, alcaldes, diputados, etc.) y competir por poder en estos tiempos de “vacas flacas”, ha incrementado sustancialmente. La salida fue buscar otras fuentes de ingreso y poder, fuera de lo que les podría ofrecer el Estado. Al saltar al ámbito de delitos internacionales (Lavado de Los Cachiros y FifaGate), las clientelas ya no pudieron hacer nada más que lamentarse.
Ahora bien, ¿qué les sucederá a las élites en el 2016? Pues, todos los involucrados –aquellos que hicieron negocios con los Rosenthal y Callejas, a sabiendas del origen de los fondos-, tendrán que afrontar la justicia. Pero lo que debe llamar la atención son los vacíos de poder que habrá y los que retomaran ese espacio de liderazgo. Lo más seguro es que ese espacio será llenado por una élite que busca la concentración del poder; es decir, hacer la argolla más pequeña.
6.- ¿CUÁL ES LA RUTA? El Presidente Juan Orlando Hernández se había preparado para combatir la delincuencia, siguiendo muy bien las encuestas ciudadanas, las cifras de homicidios e inyectándole estratosféricas cantidades de dinero a los cuerpos de seguridad, pero la corrupción lo tomó por sorpresa en el 2015. Ahora tendrá un huésped inesperado en la MACCIH, que en sus investigaciones eventualmente tendrá que escrudiñar al actual gobierno y no nos olvidemos, al Congreso y el Poder Judicial.
Nosotros como ciudadanos, no debemos de olvidar ni perdonar lo que ocurrió en el 2015. Recordemos que fue dinero de cotizantes y pensionados del IHSS que sirvió para financiar campañas. Recordemos que le enseñamos al mundo que ya no toleraríamos más corrupción e impunidad. En el 2016, debemos continuar con lo que empezamos en el 2015. Seguir haciendo oposición crítica y constructiva, usando las redes sociales y sobre todo, no pensar que los cambios desde nuestra trinchera no se pueden dar. Hoy por hoy, las élites están en crisis, lo que nos da una excelente oportunidad. No dejemos que las reglas electorales sean pactadas entre los caudillos, exijamos mayor control y rendición de cuentas en el financiamiento político, tener una investigación más integral de la corrupción que no solo sea responsabilidad del último eslabón –el Ministerio Público-, penas más severas para los corruptos, y por supuesto, mejor calificados y más independientes magistrados de la Corte Suprema de Justicia y del Tribunal Superior de Cuentas.
En el 2016, todo encamina a que exista mayor concentración del poder, y no solo por el tipo de liderazgo que tenemos, sino por las debilidades de los partidos políticos de oposición, la crisis que viven las élites y los resultados que se han tenido en materia de combate a la inseguridad –aunque falta mucho por hacer en materia de prevención, reinserción social y reforma policial- que le otorga una favorable aceptación popular al Presidente Hernández. Sin embargo, como dijo Lord Acton “el poder corrompe, y el poder absoluto, corrompe más”. Quedará en nuestras manos controlar el poder en el 2016 si queremos una Honduras para todos.