De pie 12 horas y sin comer, la recompensa de los que defienden la seguridad de los demás.
Por la pobreza no tuvo acceso a más educación que a la primaria, de piel morena, delgada, alegre y de estatura media. Así es Erika Sánchez (nombre ficticio que usaremos para protegerla), de 28 años, mujer sencilla y amable, pero que por la naturaleza de su trabajo debe mostrarse seria y poco amigable con los demás. Con paso firme y durante 12 horas continuas, de lunes a sábado ella recorre los pasillos de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras asegurándose que todo esté en orden.
Es guardia de seguridad y trabaja para una empresa privada de seguridad que mantiene un millonario contrato para darle vigilancia a las instalaciones de la ciudad universitaria en Tegucigalpa y a todos los centros regionales que la UNAH mantiene en el país. La misma empresa es la encargada de darle seguridad a diversas instituciones del estado y una de las más denunciadas por irrespetar los derechos laborales y Erika no es la excepción. Como muchas otras empresas del rubro de la seguridad, la que emplea a Erika ha sido denunciada por no seguir al pie de la letra el Código del Trabajo en el trato a sus empleados.
“Los guardias no tenemos descanso”, se queja Erika con justa razón. Ella asegura que en cierta ocasión el supervisor la encontró en una glorieta comiéndose unos tacos y por ese motivo el supervisor la humilló delante de los estudiantes y de los propietarios del negocio.
Me agarró de la camisa y me jaloneó, para obligarme a levantarme de la mesa, me gritó y dijo que porqué comía con el uniforme”, sostuvo esta guardia, asignada a la UNAH.
Guardias entrevistados por Revistazo aseveran que supervisores de esta empresa se ensañan con los trabajadores(as) basados en las necesidades de empleo que existen en el país. “Ellos solo dicen que la oficina está llena de gente que quiere trabajar y no respetan al empleado,” sostuvo Érika. Para ella es difícil la situación porque los regaños están a la orden simplemente por sentarse a la hora comer.
Pero los reclamos no quedan allí, los jefes anotan todos los detalles que también son tratados en las reuniones de todo el personal. Reconoce que “como trabajador uno tiene sus derechos, uno no es esclavo”, pero la necesidad de contar con sus ingresos mensuales la obligan a soportar situaciones infrahumanas que se le presentan.
Jornada extenuante y un mísero salario
Recomendamos leer: |
De lunes a viernes Erika y sus compañeros deben cumplir con su jornada de 12 horas continuas, 11 horas los sábados. En total en los seis días de la semana trabajan 71 horas. El Código del Trabajo regula la jornada de 8 horas diarias y 44 a la semana. Eso indica que los trabajadores de la empresa de seguridad donde Erika labora semanalmente laboran 27 horas extras, que de acuerdo la Ley deben ser remuneradas con un 25% de recargo sobre el salario por hora diario.
Al mes el tiempo extra por cada uno de los empleados de esta empresa es de 108 horas. Erika dice que su contrato contempla 8,000 lempiras de salario, 489.28 lempiras menos de lo establecido legalmente para una jornada estándar de 44 horas. Si Erika y los demás empleados de su empresa asignados a la UNAH trabajan 108 horas extras al mes eso indica que a ella en lugar de recibir únicamente 8,000 lempiras de salario mensual la empresa debería de pagarle 12,500 lempiras. Es decir, aparte de los 8000 lempiras que son el salario neto la compañía tendría que sumarle el valor de las horas extras trabajadas en total suman 4,499.28 lempiras.
Viéndolo desde otro punto de vista, mensualmente Erika pierde 4,499.28 lempiras que esta compañía no le paga en concepto de horas extras, ahora multiplíquelo por 12 meses que tiene el año y verá que anualmente la empresa le está hurtando 53,991.36. ¿Qué no haría ella con este dinero?
Del análisis anterior surgen preguntas, como, ¿Quién tutela los derechos de los trabajadores en un país donde constitucionalmente pueden organizarse, pero que en la práctica son reprimidos hasta con la venia de las centrales obreras que no hacen nada para evitarlo?
Para el año 2013 el contrato que la empresa firmó con la UNAH fue por un monto de 36 millones 40 mil 840 lempiras con la obligación de mantener 216 guardias de seguridad. Dividiendo este monto entre 14 salarios anuales para cada uno de los 216 guardias, da un resultado de L. 11,918.27—lo que quiere decir que si la empresa pagara lo justo según cálculos de esta revista (L. 12,5000), su contrato no cubriría para pagar sus empleados, mucho menos para cubrir salarios de gerentes, gastos administrativos, y alguna ganancia para los dueños de la empresa.
ARTICULO 3Son nulos ipso jure todos los actos o estipulaciones que impliquen renuncia, disminución o tergiversación de los derechos que la constitución, el presente Código, sus reglamentos o las demás leyes de trabajo o previsión social otorguen a los trabajadores, aunque se expresen en un contrato de trabajo u otro pacto cualquiera. |
Lo anterior deja al descubierto un sistema roto, donde para ganar una licitación con el Estado las empresas ofrecen precios exageradamente bajos, y después, para poder percibir algún lucro de estos contratos, pagan a los empleados menos de lo debido y les quitan derechos como el del Seguro Social. Esto va en contra del Código de Trabajo, que en su articuló 3 anula cualquiera cláusula de un contrato que disminuye derechos. Pero en Honduras no hay una autoridad con fuerza real para hacer cumplir el Código.
ARTICULO 7Intermediario es toda persona natural o jurídica, particular o de derecho público que contrata en nombre propio los servicios de uno o más trabajadores para que ejecuten algún trabajo en beneficio de un patrono. Este último queda obligado solidariamente por la gestión de aquel para con el o los trabajadores, en cuanto se refiere a los efectos legales que se deriven de la constitución, del presente Código, de sus reglamentos y de las disposiciones de previsión social. |
La Universidad salva su responsabilidad con este personal y es la empresa quien debe cumplir con todas sus obligaciones laborales. A pesar que el Código del Trabajo en su artículo 7 establece que el contratante es solidario con los trabajadores de la empresa subcontratada, hace muchos años que las instituciones del estado tercerizaron los servicios de seguridad y por lo mismo argumentan no tener responsabilidad por la situación laboral de los guardias, situación que ha venido a precarizar las condiciones de los trabajadores.
Cada seis meses regresan al periodo de prueba
Estaba desempleada, sin dinero para comprar alimentos y con varios meses acumulados de renta, desesperada salió a buscar trabajo como aseadora porque esa era su única experiencia. Todo el día anduvo por las calles de Tegucigalpa visitando de una en una a varias instituciones del Estado. Llegó al hospital escuela y los guardias no la dejaron entrar, les dijo que andaba buscando empleo y uno de ellos le informó que allí no había nada, pero que la empresa de seguridad contratado por la UNAH estaba contratando vigilantes y le facilitó el número de teléfono para que llamara.
“Entonces llamé y me dijeron que fuera a una entrevista, de seguridad yo no sabía nada, pero antes de ir mi tío que es guardia me enseñó algunas palabras de las que ellos usan y así me fui y me contrataron”, dice Erika, no muy satisfecha con el trato que le dan. Por su seguridad no podemos decir la fecha exacta, pero inició un 27 del mes, pero esos cuatro días no se los pagaron, sino que entró en planilla a partir del mes siguiente.
Durante los dos meses de prueba a Erika solo le pagaron 6,000 lempiras mensuales y luego le subieron el salario a 8,000 lempiras. Ilegalmente cada seis meses en esa compañía renuevan los contratos y vuelven al periodo de prueba de 6,000 mil lempiras de donde les deducen el pago del Seguro Social y un seguro de vida que la empresa mantiene con Davivienda.
Y en este mes solo me salieron 4,800, que no alcanzan ni para la comida. Le digo a un compañero, no sé a quién se da más vergüenza, a ellos que depositan tan poquito de dinero, o a mí al ir recogerlo,” expresa Erika, sin esconder su enojo.
Compra un regalo y se queda sin comer
Erika recuerda que el año pasado cercano a navidad, cuando recibió su pago le compró una loción de 180 lempiras a su mamá a sabiendas que el día siguiente tenía que aguantar hambre porque todo su dinero ya estaba comprometido. Su salario no le ajusta y a veces, dice, “cuando me pagan, compro unos chilaquiles, pero consciente de que eso no lo puedo volver a hacer hasta que me pagan nuevamente, dos semanas después”, indica.
Ella dice que a veces les retrasan un día el pago y “eso es grave para nosotros, porque a veces no tenemos ni para pagar el pasaje de regreso para la casa”.
Se siente frustrada por lo difícil de la vida cuando no se cuenta con una formación académica, dice que le gustaría estudiar enfermería, pero se le dificulta porque en su trabajo solo descansa los domingos. “Y por eso quiero ayudarle a mi hermana para que pueda avanzar”, insiste. La hermana de Erika estudia ciclo común en un colegio oficial de la capital.
Todas son iguales
Su experiencia le dice que todas las empresas, ya sean de limpieza o de seguridad tienen como principal característica violentar los derechos de los trabajadores. Su primer trabajo fue con la empresa encargada de la limpieza del Hospital Escuela y estando allí “me enfermé y fui donde el doctor, él me mandó a que me hicieran una radiografía, le pedí permiso al supervisor y la respuesta fue clara – que podía tener hasta tres días de incapacidad, pero sin pago.”
Para evitar que el salario le saliera recortado Erika decidió no ir y decidió seguir trabajando enferma. “Para mí, era injusto,” dice Érika, quien por necesidad de su trabajo no pudo reclamar sus derechos. En ese momento era responsabilidad de ella el sostenimiento de la casa donde vive con sus tres hermanos y su mamá, quién estaba enferma.