El precio que el café alcanzó en los últimos años en el mercado internacional, ubica al sector cafetalero en un momento de bonanza, que no permite ver la multiplicidad de problemas que se derivan de una cadena de producción injusta, que desplaza a los productores y beneficia a los que menos trabajan. Son los cafetaleros quienes deben preocuparse por plantar y hacer producir las fincas. Sin embargo, la mayoría de las utilidades se quedan en las empresas transnacionales, los exportadores y los intermediarios.
Según cifras del gobierno sólo en el primer trimestre de 2012 Honduras obtuvo 1000 millones de dólares por la exportación de 6 millones 450 mil quintales de café. La cifra es alentadora para quienes no conocen las interioridades de como se maneja la situación en las zonas productoras.
De ciento veinte mil familias que se dedican al rubro, el 95% son pequeños productores que por la carencia de recursos y por las malas decisiones del gobierno, se ven obligados a vivir en condiciones precarizadas por diversos factores. En primer lugar, por mandato de los organismos internacionales el precio del café no se fija en los países productores, sino en las bolsas de comercio de los Estados Unidos.
La situación se ve agravada por falta de regulación en los organismos del estado y de las mismas organizaciones del rubro. Basta con recorrer las casas de compra para darse cuenta que el precio fijado en la bolsa del café no es respetado por los exportadores e intermediarios, quienes sin importarles el sacrificio de los productores de manera maliciosa se ponen de acuerdo para afectarlos económicamente.
En cinco temporadas que trabajé para una exportadora de café pude observar lo siguiente: si a nivel internacional se fija un precio de 100 dólares por quintal, los intermediarios y exportadores se ponen de acuerdo para pagar menos. Los intermediarios también se benefician porque el dinero que los exportadores dejan de pagarles a los productores, lo reciben ellos.
¿Como lo hacen?, -es fácil- Los exportadores dicen que premian el volumen de compra, y, si un productor llega con una carga de café a una casa exportadora, recibe el mismo pago que podría darle un intermediario. Es decir, los exportadores siempre les dan mejores precios a los intermediarios que a los productores. Está comprobado que por cada quintal de café colocado en el mercado local, el pequeño productor pierde entre 100 y 200 lempiras.
Otra situación que afecta a los productores es la falta de apoyo gubernamental, escenario que es aprovechado por los comerciantes.
Los compradores de café otorgan préstamos para fertilizar o limpiar las fincas, créditos que en muchas ocasiones se dan en productos químicos y con elevadas tasas de interés. Al recibir financiamiento los productores deben comprometerse a venderle su cosecha.
Cuando el crédito se da en fertilizantes u otros insumos, además de los intereses por el préstamo, el intermediario o exportador gana en el precio de estos productos, utilidades que se incrementarán cuando el productor lleva a su negocio el café cosechado.
Está comprobado que por la falta control por parte de las autoridades, el intermediario o exportador además de pagar precios más bajos de los autorizados, también realiza fraude contra los productores al utilizar básculas mal calibradas.