Hay que ser cuidadosos con los cazadores de votos. Conminarles a exponer su trayectoria de vida, el uso del tiempo libre, si son solidarios. Resulta sospechoso que con la aspiración al poder, repentinamente les surja un frenesí filantrópico que dura lo que el período electoral. Tendríamos que conocer su preparación y la labor de la que vivan.
Y también la de sus familias. Después quedamos aguantando familiones. Hay que saber si han mostrado capacidad gerencial, si no tienden a disfrutar de lo ajeno, si les gusta el trabajo, el estudio, si les son conocidas virtudes útiles en la tarea estatal que ambicionan, si tienen integridad. Y no conformarnos con declaraciones sino que verificarlas. Organismos de sociedad civil pueden colaborar.
Es necesario, para orientar el voto. Para los que no saben. Pero como va a ser, con la tal campana de “altura” inventada precisamente por quienes si la campana fuera terrenal, no tendrían posibilidades de ganar? No se trata de recordarles a su progenitora, ni mencionarles defectos físicos, pero los de carácter sí.
Como vamos a saber si nos convienen de gobernantes, si lo único que muestran son sonrisas y más sonrisas. Casualiza que entre los candidatos con posibilidades de triunfar en los grandes partidos, son Mauricio Villeda y Ricardo Álvarez, patriotas probados, los únicos que no vacilan en señalar lo que está mal.
En comprometerse con la transformación. No temen la reacción, no tienen de que avergonzarse por lo que no buscan guarecerse en las tales campañas de altura. Hay que fijarse en quienes prescriben no condenar los abusos de poder.
Si las elecciones no son consenso, son confrontación. Son el establecer diferencias que orienten la escogencia. Quienes alegan que la gente no quiere pleitos es por cobardía, por miedo a ser descubiertos en sus errores y o actividades delictivas. Mucho deben, mucho temen. Defendamos el derecho ciudadano a conocer la verdad, que no nos impidan elegir como conviene a los intereses nacionales.