Al aproximarse el cierre del año lectivo de este año, el tema de los 200 días de clase toma relevancia y abre el debate entre las autoridades y la dirigencia magisterial.
Por su lado, el gobierno es del criterio que los maestros deben reponer los días que faltaron a clases por participar en manifestaciones callejeras contra las nuevas leyes de Educación y del INPREMA, y por la falta de pago de los salarios retrasados a unos 5.000 docentes.
Hablando de calidad educativa, la Secretaría de Educación pretende que las escuelas se mantengan abiertas hasta el 21 de diciembre. Ese criterio no lo comparten los dirigentes magisteriales, quienes aseguran que las escuelas deben cerrarse a partir del 30 de noviembre.
En algunos centros educativos, no todos por supuesto, los maestros y alumnos asistieron a clases los días feriados y en otros los fines de semana para reponer de cierta manera el tiempo perdido.
Sin embargo, se sabe que tal medida tampoco es suficiente para cubrir los programas educativos.
Ahora bien, ¿se logra calidad educativa con el único hecho de que los maestros y alumnos permanezcan en los salones de clase?.
Si bien es cierto que se necesita cumplir con los 200 días de clase enmarcados en el año escolar, no se puede esconder que con las dificultades que enfrenta el sistema educativo nacional, los maestros pueden permanecer los 365 días del año en las aulas, lo que no garantiza la calidad educativa a los 2,1 niños y jóvenes hondureños del sistema nacional.
No se desconoce que, para lograr la calidad educativa, las acciones deben ligarse a variables de carácter político, económico, social y cultural, y que el Estado debe asumir su responsabilidad para que el sistema pueda contar con algunos requerimientos mínimos de conducción.
La calidad en la educación requiere de docentes con vocación de servicio y comprometidos con la sociedad, pero motivados porque el Estado respeta sus derechos profesionales y demás conquistas laborales.
Nadie debe olvidar que los docentes también son trabajadores y que tienen responsabilidad con la vivienda, alimentación, vestuario, calzado y educación de sus familias.
Para lograr un sistema educativo de calidad también se pide que los niños y jóvenes matriculados en las escuelas y colegios estén preparados física y psicológicamente a fin de incorporarse con decisión al proceso de aprendizaje.
Eso implica una alimentación que reúna los requisitos nutricionales exigidos por la Organización Panamericana de la Salud.
Los centros educativos también deben reunir condiciones pedagógicas como espacio físico congruente con la cantidad de alumnos, áreas verdes, servicios básicos, mobiliario, equipo audiovisual, instalaciones deportivas y bibliotecas. Todo eso recursos son vitales para que se lleve a cabo el proceso de la enseñanza-aprendizaje moderno.
Basado en lo anterior, sin equivocación se puede afirmar que la calidad educativa no es exclusiva de la permanencia de maestros y alumnos en los centros escolares. Quienes sostienen lo contrario no hacen más que desnudar su ignorancia o la debilidad de su cinismo.