Perdió sus manos cuando tenía 16 años, pero su vida es un ejemplo para quienes no creen poder enfrentar las adversidades. Omar Flores Matute, de 33 años de edad, está casado, tiene tres hijos y está a punto de culminar su carrera universitaria. Vendiendo libros, revistas y periódicos desarrolla su diario vivir. Hace 15 años Matute instaló su puesto de ventas en las inmediaciones del Correo Nacional en Tegucigalpa, y su trabajo le ha permitido obtener los recursos necesarios para el sostenimiento del hogar, mantener su educación y cubrir los estudios de sus hijos. “Estoy en último año de periodismo y terminar mi carrera es una meta que me he trazado, es difícil porque estudio, trabajo y atiendo a mi familia, pero también tengo que apartar el tiempo para ir a la iglesia, dijo Matute, en conversación con revistazo.
Es consciente que con una limitación física es difícil abrirse espacio en una sociedad como la nuestra, pero su espíritu de superación le permite vencer cualquier obstáculo que se le presente. “Pienso que la limitación puede venir del cerebro, pero yo estoy bien y tengo la moral para salir adelante”, recalcó.
Eran las 5.30 de la tarde del lunes 20 de octubre de 1996, Omar realizaba una fundición en la construcción de la tercera planta de la casa de sus padres, en la colonia El Pedregal de Tegucigalpa. Un tubo galvanizado que se encontraba en el lugar dificultaba su trabajo, decidió apartarlo, pero la suerte le jugó mal, el conducto rozó los cables de la energía eléctrica y al instante recibió una descarga que lo inmovilizó temporalmente.
De emergencia fue internado en el Hospital Escuela, donde una semana después los médicos determinaron cortarle las dos manos, para evitarle una cangrina. Le practicaron varias cirugías y once meses después fue dado de alta.
Le amputaron los dos brazos, una pulgada más abajo de los codos, “fue una etapa muy difícil, pero gracias a dios estoy aquí contando la historia, creo que dios tiene un propósito para cada persona y el mío es tenerme bien y que yo pueda salir adelante a través de mi esfuerzo y demostrar que cuando queremos, podemos hacer las cosas” relata Omar.
En los 15 años atendiendo su negocio ha adquirido popularidad y los clientes de diversas zonas de la capital llegan para comprar los porductos que ofrece. // Foto: Jorge Coello |
Antes del accidente, Omar había trabajado en la edificación de las pistas de aterrizaje de Palmerola Comayagua, un proyecto realizado por el gobierno de los Estados Unidos para llevar a cabo las maniobras militares de Aguas Tara II. Había aprendido lo básico y “el albañil que estaba construyendo la casa de mis padres había abandonado el trabajo, me ofrecí para continuarlo y desgraciadamente me accidenté, pero eso no es para lamentarse, sino para seguir adelante, ahora estudio para ver si puedo conseguir un trabajo y tener un status mejor”, expresó.
Inició sus estudios de secundaria en el año 2001 y en 2007 se graduó de Perito Mercantil, en 2008 ingresó a la carrera de periodismo de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), de donde esperar egresar en este año.
No podía escribir porque le faltaban sus manos y para poder estudiar tuvo que aprender a hacerlo. “Agarro el lápiz con ambos brazos, lo apoyo y lo deslizo en el papel, no es muy difícil, tal vez al principio”, comentó, tras añadir que al terminar la carrera, hará lo posible para contratar un espacio en televisión o radio.
Además mantiene la esperanza de lograr la creación de una organización no gubernamental con el fin de integrar el desarrollo las personas con limitaciones físicas.
Omar está casado con Ana Eva Carranza y tiene tres hijos que también estudian, “soy cabeza de hogar y ellos siguen mi ejemplo, una estudia pedagogía en la UNAH, el otro comercio internacional y la última está en segundo de bachillerato”, especificó.