Las violaciones y abusos reiterados comenzaron cuando ella apenas tenía seis años. Su violador, que no era más que su propio padre, la amenazaba con matarla a ella y a su mamá si contaba lo sucedido. Se trata de Cristina Rodríguez, quien tuvo que esperar más de tres décadas y media para romper el silencio y denunciar lo que su aberrado papá le hizo a ella y a sus hijas (os).
Cristina (42) es una mujer delgada, de piel morena y de escaza instrucción, quien a muy temprana edad fue sometida a las aberraciones de su padre, Vivian Rodríguez (63), un hombre delgado, de piel trigueña y de baja estatura, pero perverso como el mismísimo demonio. De él, Cristina concibió 7 hijos, 5 niñas y dos varones, de los cuales, al menos cuatro, tres niñas y un varón también fueron víctimas violación del que naturalmente es su padre y abuelo.
“Cuando tenía seis años mi mamá me mandó a comprar azúcar y café, la pulpería quedaba largo y cuando venía de regreso él me estaba esperando en una quebrada, me agarro del brazo y me tiró al suelo, me quitó la ropa y con un trapo que andaba me tapo la boca y ahí me hizo el daño”, dijo a revistazo, Cristina.
Ese fue el punto de partida para que las violaciones se dieran de manera constante. Sin embargo, ella no le contó a su mamá, porque su sátiro padre la amenazó con matarla. La obligaba a salir al monte y la violaba cuantas veces le daba la gana. Seis años después, cuando ya había cumplido 12, Cristina agarró valor y le contó a su abuela paterna lo que su padre le venía haciendo. Sin darle importancia al hecho, la señora le contestó que eso era una situación normal, que a ella le había pasado lo mismo, que no se preocupara y que no le contara a nadie.
Doña Cristina Rodríguez al ser rescatada por elementos de la Dirección General de Investigación Criminal junto a sus hijos, fue llevada a una casa refugio en Tegucigalpa. //Foto Revistazo |
Haberle revelado a su abuela que su papa la violaba, le ocasionó a Cristina una golpiza que con la hebilla de su faja le propinó por don Vivian hasta causarle hemorragia. En ese momento la madre de la muchacha, quien desconocía la situación, trató de revelarse contra su marido, pero de igual forma fue amenazada de muerte si buscaba denunciarlo.
De esta manera se impuso como macho y continuo maltratando a su hija. “Cuando tenía 14 años salí embarazada y entonces él me dijo: si le decís a la gente que ese hijo es mío te mato. Y, yo le dije a mi mamá, – esto que voy a tener es de mi propio padre, entonces ella se asustó y se puso a llorar, porque ella tampoco podía poner la denuncia porque nos mataría a las dos” refiere Cristina, quien no se explica el porqué de su retorcida vida.
Su vida ha sido un calvario donde ha tenido que aguantar la cruz de los pecados de su padre. Abusos sexuales, embarazos no deseados, golpes, quemaduras y torturas psicológicas, son parte de las brutalidades cometidas en su contra por su progenitor. Sin embargo, a sus 42 años, por primera vez ha comenzado a respirar el aire de su propia liberación. El 12 de junio pasado, esta mujer que durante 36 años estuvo sometida a los caprichos de su padre, ha comenzado a ver la justicia. Ella interpuso la denuncia ante el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos, el Ministerio Público la retomó y ha judicializado su caso y documenta investigaciones sobre violación especial en contra de sus hijos e hijas.
Cristina fue violada por última en junio de este año, aunque para ella no era fácil salir de su casa, aprovechó una emergencia que tuvo con su hijo menor, para llegar a Tegucigalpa y abrir la brecha de su liberación. “Pidiendo el pasaje vine con mi niño al hospital escuela y ahí mismo pregunté que a donde podía poner la denuncia, una enfermera me orientó y así llegue a los derechos humanos”, afirmó Cristina, quien a renglón seguido relata que ya no soportaba su situación.
El 15 de junio, cuando Cristina ya había perdido las esperanzas, miembros de la Dirección General de Investigación Criminal, llegaron a su casa y le informaron que ella y sus hijos serían traslados en ese momento a una casa refugio en Tegucigalpa y que su papá estaría siendo capturado para deducirle responsabilidades penales.
Vivian Rodríguez está acusado en los |
“Mi papá estaba confiado en la casa cuando llegaron a capturarlo y yo alegre recogí las cosas y a mis hijos y en la misma patrulla nos trajeron, a mi me llevaron al Ministerio Publico, me hicieron las preguntas y las conteste porque no podía tapar nada”, sostuvo gozosamente Cristina, a quien poco a poco se le fue desvaneciendo el brillo de sus ojos, al relatar que a sus niñas de 6 y 11 años y al varón de 8 los llevaron a medicina forense para hacerles los respectivos exámenes. Los tres niños han relatado haber sido víctimas de abusos de parte de su padre-abuelo.
“Yo miré que él les hacía señas que salieran al monte, les pregunté pero ellas tenían miedo y no me querían decir nada, me las llevé a la pulpería y les pregunté y ellas me contaron: -Si mami, él me dice que salga al monte y él dice que me acueste y me ha dicho que si no me acuesto me va a pegar y también dice que si le digo a usted me va a matar”, describió la confundida madre al dar a conocer el relato de una de sus hijas. Según medicina forense las niñas no han sufrido penetración vaginal. Sin embargo, ella mantiene sus dudas, porque una de las niñas manifestó que su abuelo-papá le ponía el pene en la boca.
De los hijos de Cristina, cinco son mujeres y tres varones, la primera tiene 25 años y fue violada por su papá cuando tenía 10 años, la segunda ha cumplido 17 y fue abusada a los 15 y la tercera tiene 11 y fue violada en este año. Existe una niña de 6 y un varón de 8 que también han sufrido algún tipo de aberraciones, ellos afirman que don Vivian les colocaba el pene en la boca. La hija mayor de Cristina fue violada por su padre-abuelo en momentos en que todos los miembros de la familia se encontraban en el culto. “Fíjese abuelita que un día que ustedes andaban en el culto mi abuelito me agarro a la fuerza e hizo lo que quiso conmigo”, dice Cristina que su niña le confió a su mamá. Al dar darse cuenta de esto, Cristina le reclamó a su papá, pero él se enfureció y después de darle golpes en la cara, sacó un cuchillo y se lo puso en el cuello y le ordenó que se callara.
Ella recordó que don Vivian siempre fue protegido por la familia y asegura que cuando salió embarazada de su primera hija, su abuela (la mamá de su papá), la presionó para que se tomara un remedio abortivo. “A fuerza me dio una agua de esas que dan donde los brujos, pero gracias dios no aborte” dice.
Además dijo que don Vivian nunca le permitió tener novio. Recuerda que en cierta ocasión llego un muchacho a visitarla y que después de que él se fue, su papá le reclamó diciéndole que le estaba pagando mal, después agarró un alambre y se lo introdujo en la nariz, a la vez que profería que la iba a matar. La situación provocó odio en ella, y siempre que salía a trabajar le pedía a Dios que le diera valor para denunciarlo.
«Por si no vuelvo que nos tomen una foto» le dijo doña Cristina |
Toda la familia de don Vivian es cristiana evangélica, incluso, Antonio Rodríguez Hernández, hijo de él y hermano de Cristina, es el pastor de la Iglesia Asamblea Apostólica. Conocen a dios, pero nadie hizo nada para liberar a la muchacha de la pavorosa situación que la rodeaba. “Él iba a la iglesia y siempre quiso pasar como santo, me acusaba a mí de tener hijos de cualquier hombre, pero él sabe que solo hay uno de los ocho que no es su hijo”, cuenta la mujer.
“Yo he dado mi testimonio en las iglesias evangélicas y me salí por eso mismo, él (su padre) me hacia la vida imposible, me decía -salí al monte y si yo no salía, me tomaba del pelo, se paraba en mí y si no con el palo de una escoba me pegaba a veces y hasta con machete. Mi mamá no podía hacer nada porque la familia de él le dijo que si ella lo denunciaba la iban a matar a ella y a mí. Todos vivíamos en la misma casa”, detalló Cristina, quien junto a sus cuatro hijos menores ha sido rescatada por las autoridades y enviada un centro de protección, mientras que a su padre un Juzgado de lo penal de Tegucigalpa le dictó auto de prisión con medidas sustitutivas.