Ahora que estamos llegando a aceptar -que por cierto, es la última etapa del duelo causado por una tragedia dolorosa- la realidad que Trump será el presidente de los Estados Unidos de América (EUA) para al menos los próximos 4 años, es merecedor analizar los escenarios que nos depara como país exportador de emigrantes, con más de medio millón de hondureños viviendo en los EUA, según datos del último Informe Estado de la Región 2016.
Honduras, cada día recibe 242 millones de lempiras (US$10,5 millones) en remesas. Al terminar el 2016, según cálculos del Banco Central de Honduras, ingresarán L.88, 550 millones (US$3,850 millones) al país. Para ponerlo en perspectiva, el presupuesto del Gobierno con sus 8 gabinetes sectoriales que viene a pagar educación, salud, seguridad y defensa, y otros gastos públicos –así como privados-, para el 2016 fue de L.153 mil millones. Prácticamente, la mitad del presupuesto anual del Poder Ejecutivo se puede financiar con las remesas que ingresan al país.
Ahora bien, hablemos de política. Pero no me refiero a la vernácula que estamos acostumbrados, sino a la política, como acción de gobierno; es decir, la política pública. Específicamente, la política de “Paga por el Muro” (Pay for the Wall) que quiere impulsar Donald John Trump en su Plan de 10 Puntos sobre Inmigracióny que sin duda alguna, si se implementa tendrá un fuerte impacto económico y social en Honduras. Una manera de estudiar las políticas públicas, es a través de su ciclo. Veamos qué puede pasar con el Muro de Trump, partiendo del análisis de sus diferentes ciclos.
1.- Identificación del problema. Claramente la inmigración es un problema social, económico, político, y desde septiembre 2011, de seguridad nacional para muchos estadounidenses. El problema se exacerbó más en el ideario colectivo “blanco conservador” porque desde las administraciones Bush, pasando por las dos de Obama, la reforma migratoria ha estado en el tapete, pero ningún presidente la ha podido materializar en el Congreso.
Al 2014, la población indocumentada en los EUA, llegó a casi 12 millones de personas. Pero como lo muestra la gráfica, el problema ya no son los flujos migratorios qué ingresan al país, sino el dilema de darles papeles a los ilegales –y con esto acceso a recursos y servicios públicos- o mandarlos de vuelta y construir un muro para que no regresen.
2.- Formulación de la respuesta. La propuesta de Trump es sencilla, primero eliminar las dos amnistías migratorias de Obama y triplicar el número de agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en ingles) que actualmente rondan en 20,000 federales. Pero para financiar el Muro, Trump piensa congelar todos los envíos de remesas a través de empresas como Western Union. También piensa aplicar impuestos de importación o gravámenes a los productos que vienen del Sur y desentenderse de los tratados de libre comercio. Sumado piensa cancelar visas de turistas y subir los cobros consulares por su tramitación. En fin, la estrategia es sencilla: cortar los flujos de divisas, ingresos y personas hasta acceder a pagar por el Muro -–esto no solamente implicará México, Centro América tiene 3.158.556 de personas en los EUA.
3.- Toma de decisión. Aquí donde se le puede complicar a Trump, según la oposición del Partido Democrático y la presión que grupos de interés como asociaciones de latinos y de derechos humanos, empresarios y líderes de opinión, medios de comunicación y la comunidad internacional puedan ejercer. Sumado a esto, estarán los impedimentos legales que surgirán. Lo más seguro que una idea de estas terminará en la Corte Suprema al ser un asunto federal con implicaciones humanitarias e internacionales. Obviamente con la victoria Republicana, tanto a nivel de la Presidencia como las dos cámaras del Congreso (Senado y Cámara de Representantes) y la posibilidad de nombrar a dos magistrados conservadores para la Corte Suprema, la balanza se inclina a Trump. Sin embargo, el camino será duro y desgastante, una decisión que llevaría más de un año en tomarse y que no estaría garantizada a mantenerse en un nuevo gobierno, al menos que sea el mismo Trump que gane un segundo término.
4.- Implementación. En el caso, hipotético que se decida construir un muro físico. Pues, habrá que hacer los diseños, las licitaciones, mover maquinaria y personas (posiblemente inmigrantes) y la asignación presupuestaria tanto a nivel estatal como federal. Se trataría de un muro continuo de 3000 mil km de longitud que es la frontera que tiene EUA con México (desde 1994 EE.UU., ha instalado vallas en diferentes puntos que hoy alcanzan 1.100 km). La única valla como la que propone Trump que existe en el mundo es la que rodea Cisjordania. La obra empezó en 2005 y, de los más de 700 kilómetros previstos, sólo se han construido hasta ahora menos de 300. El costo por kilómetro está entre 1 y 2 millones de dólares.
Pero sumado al dilema en términos de infraestructura y presupuesto, está el factor humano. Si los beneficios económicos siguen siendo más altos en los EUA que quedarse en Honduras, las personas siempre buscaran cruzar la frontera. Desde la instalación de nuevos tramos de muro fronterizo, al menos 6.500 cuerpos han sido recuperados y otros 1.500 más fueron enterrados sin identificar en EUA. Eso sin contar los cuerpos no recuperados. Además, sellar la frontera agravaría la crisis de los refugios, que hoy en día están saturados, y generaría un estancamiento de esas miles de personas en las ciudades fronterizas de México. Cabe mencionar que a septiembre 2016, 59,000 menores no acompañados han sido detenidos en la frontera, de los cuales el 79% (46,893) provienen de Triángulo Norte. Un muro simplemente, sería caldo cultivo de violencia, explotación sexual, tráfico de personas e incrementaría la presencia del crimen organizado en toda la región. Obviamente, para Trump, este problema no sería de los EUA y tampoco le afectaría a la población. Así es la mente del demagogo.
Nuestro mundo –mundial- está sufriendo una histeria colectiva producto de las transformaciones que ha traído consigo fenómenos inciertos de controlar como la globalización, las migraciones, la radicalización islámica, el Internet, el uso de los recursos naturales y obviamente, la nueva política basada en el culto a la persona.
La victoria de Donald Trump es un capítulo más –de enorme impacto, por cierto- en esta histeria de un mundo cada vez más conectado, pero desigual. La pregunta que nos debemos hacer desde Honduras es ¿están preparados nuestros liderazgos para afrontar el escenario del Muro de Trump? Por ejemplo, ¿qué pasaría sí se reducen el envío de remesas que rondan en unos $400 por inmigrante al mes y que viene hacer la principal fuente de ingresos para el 35% de familias hondureñas? Sin olvidar que supera lo que el país recibe por sus exportaciones, siendo el país de Centro América que más depende de remesas, según su PIB? O ¿qué pasaría si se empieza a deportar masivamente a nuestros compatriotas? ¿Habrá empleo para medio millón de hondureños?
Obviamente, todo esto son escenarios apocalípticos y mi intención no es inculcar más miedo e incertidumbre. Pero lo que el gane de Trump nos viene a enseñar es que no hay nada escrito en piedra. En ese sentido, mientras nuestra clase política esta afanada en elecciones, reelecciones y en seguir repartiendo el pastel estatal, nosotros estamos pensando en nuestra sobrevivencia y la de nuestros queridos. Vaya problema, por un lado el Muro de Trump y por el otro lado el muro de la politiquería hondureña.
Para finalizar, les dejo con algunas palabras sabias de Trump: “Los políticos corruptos son un cáncer para la sociedad. Latinoamérica está lleno de ellos, yo los acabare a todos”