La palabra “refundación” en Honduras envalentona a unos e intimida a otros, polariza y unifica, moviliza y desmoviliza. Estas contradicciones, algunas accidentales otras planeadas, en cualesquiera de los casos, desencadena fuertes emociones.
Cuando uno busca la palabra “refundación” en el diccionario de la Real Academia Española (RAE) lo dirige a “refundar” que significa volver a fundar algo (Refundar una ciudad) o revisar la marcha de una entidad o institución, para hacerla volver a sus principios originales o para adaptar estos a los nuevos tiempos.
¿Es posible refundar un Estado?
Es decir, comenzar de cero o al menos adaptarlo para responder a la realidad del momento. Algunos países a lo largo de la historia han logrado impulsar un proceso de refundación, aunque no utilizaron esa palabra exactamente. Por ejemplo, la Revolución Francesa (1789-1799) abolió la monarquía en Francia y produjo un nuevo tipo de organización política: la república. Japón, durante el Período Meiji (1868-1912) sacó al país del aislamiento, encaminándolo hacia la industrialización y modernidad. Con la fundación de la República de Turquía en 1922 por Mustafa Kemal Atatürk, se puso fin a 623 años del sultanato otomano y se comenzó una nueva era laica. Todos estos ejemplos demuestran que la refundación, no solamente implica cambiar el aparato estatal, también se requiere transformar la sociedad. Y esto es posiblemente lo más difícil de lograr.
En el caso de Honduras, los intentos de refundar han venido en la forma de las 16 constituciones que ha tenido en sus 201 años de vida. Sin embargo, a pesar de haber vivido grandes crisis, los problemas de pobreza, falta de educación, violencia, corrupción y desigualdad siguen manifestándose. En otras palabras, los intentos de refundación no han estado acompañados por grandes transformaciones sociales, solo han servido para empezar de cero en términos políticos.
¿Se puede cambiar la trayectoria hondureña de refundar con nuevas constituciones?
Para el historiador Jared Diamond, autor del libro Crisis: Cómo Reaccionan los Países en los Momentos Decisivos, los países que optan por un cambio transformacional son porque sus sociedades experimentan una enorme crisis que no quieren volver a repetir (guerra civil, invasión extranjera, colapso económico, desastre natural). Esto implica que refundar no necesariamente requiere tener un proceso constitucional.
Para el caso de Honduras, primero debe haber una coyuntura crítica y segundo, requiere de la acción colectiva. Es decir, es necesario una profunda crisis que alinee a los principales sectores y grupos del país hacia un cambio que sea percibido más beneficioso que costoso por las élites políticas, económicas, militares, religiosas, culturales y sociales del país. En otras palabras, la refundación sin constituyente tendrá que trascender un partido político y un período constitucional, llevará décadas en materializarse y, sobre todo, deberá tener el acuerpamiento de los grupos sociales que influyen en el país.
¿Por qué la refundación es una bandera política?
En los últimos treinta años el populismo regresó a América Latina y, Honduras no se quedó atrás. Un estudio de Team Populism, un consorcio de académicos europeos y americanos mostró que el número de líderes populistas se duplicó en 40 países desde el año 2000, incluyendo Honduras.
Comprender al populismo se ha convertido en un reto de la ciencia política porque no hay una definición universalmente aceptada y tampoco tiene ideología; es decir, puede ser adaptada por la izquierda, el centro o la derecha. En cualesquiera de sus modalidades ideológicas, el populismo tiene ciertas características en común.
- El líder mesiánico. Que construya su feligresía como un movimiento, otorgando espacios para que coexistan activistas con agendas específicas y hasta competitivas. Pero es el caudillo que elige las ideas a privilegiar, ordenando la vida política alrededor de su voluntad. Si el líder religioso proclama un dios, el populista proclama la refundación dice el periodista argentino, Diego Fonseca, autor de Amado Líder.
- Fracaso de la política tradicional. El populismo surge en tiempos de crisis de representación de los congresos y los gobiernos, cuando la política tradicional se ve desgastada y desacreditada por la incompetencia y la corrupción. Oportunamente el líder populista atribuye los grandes problemas nacionales a las acciones de las élites políticas y económicas que se han enriquecido y han acumulado poder aprovechándose del pueblo, generándole gran simpatía y poder para actuar.
- Sociedades desiguales. Las sociedades con enormes brechas de desigualdad como la hondureña son más proclives a encontrar soluciones populistas. No es de sorpresa que casi una cuarta parte de los hondureños toleraría un golpe ejecutivo que permita gobernar sin el legislativo, según el último estudio de cultura política de LAPOP 2021.
- Construcción de una realidad paralela. El lenguaje es crucial, pues además de construir una forma de gobernar y hacer política, se necesita crear una realidad paralela, negando la evidencia empírica y favoreciendo la opinión de los que están en el poder. Cambiar el sentido del mundo implica controlar qué y cómo se dice.
- Comunicación directa con el Pueblo. Como creador de ese mundo alternativo, el líder mesiánico toma decisiones privilegiando su relación directa y redentora con ese imaginario colectivo llamado “Pueblo”, socavando los sistemas de representación democrática y los controles al poder.
- Intolerancia a la disidencia y la crítica. La oposición, incluso las mentes de pensamiento crítico, intelectuales e independientes, que no se ajusten a la nueva realidad pierden su condición de adversarios para convertirse en enemigos.
- El mito de El Pueblo. El Pueblo se reconoce como un actor político sólo si milita por y para el líder populista. Pero no se requiere que esté activamente movilizado, solamente cuando se le consulta. Es atribución del líder populista decidir qué significa ser El Pueblo, quiénes lo componen y, sobre todo, quiénes quedan fuera.
¿Hacía donde nos llevará la refundación?
Ya nos está llevando a una Honduras binaria, los que estamos a favor de la refundación y los que estamos en contra de ella, los que son Pueblo y los que son Establishment; conformando una grieta cultural, económica, social y política -una nueva forma de fractura social. Y a una mayor polarización, menos voluntad social de dialogar y asumir compromisos con los que no piensan como uno. Así como sucedió después del golpe de Estado de 2009, los más probable que nuevamente sea la comunidad internacional la llamada a mediar cuando las cosas se pongan violentas como suele suceder frecuentemente en Honduras.
Pero hay que ser honestos con nosotros mismos, la acumulación de los fracasos de la clase política tradicional y la avaricia de élites económicas en estos cuarenta años de democracia ha abierto las puertas de par en par para el populismo, ofreciendo la refundación como la única salvación. Refundar implica romper con el pasado y crear una nueva historia con una nueva cultura. ¿Estamos listos?