Realizar un conteo rápido para ayudar a validar los resultados en las elecciones presidenciales puede ser una salida a la posible incertidumbre que deje el proceso de noviembre, pero se requiere actuar rápido.
Para los que no están familiarizados, el conteo rápido es un método científico para monitorear el proceso de votación y escrutinio de votos en una muestra definida de urnas. El conteo rápido tiene más de 30 años de usarse en países con desafíos electorales. Por ejemplo, en las Filipinas en 1986, el conteo rápido fue una herramienta ciudadana para evitar fraude. En 1988 fue clave para el plebiscito de Chile que dio paso al retorno de la democracia y el fin de la dictadura Pinochet.
La Asociación para una Sociedad Más Justa (ASJ) llevó a cabo el pasado 22 de julio, el webinar “La utilidad del conteo rápido. Experiencias de América Latina” con expertos invitados de la Red de Observación e Integridad Electoral de América Latina que compartieron experiencias de conteos rápido en México y Guatemala en momentos críticos de su historia.
Beatriz Camacho de la Alianza Cívica México explicó que el conteo rápido “sirve para dar confianza certidumbre y transparencia al proceso electoral y permite conocer los resultados con mucha rapidez”, recordando la experiencia mexicana en 1988 cuando se “cayó” el sistema y el país tuvo una fuerte crisis política. Desde entonces el conteo rápido ha venido a robustecer los procesos electorales en México y se han convertido en parte de la cultura de participación ciudadana. El nivel de sofisticación del conteo rápido de México permite incluso desagregar el voto a nivel urbano y rural. Según Beatriz, “ los observadores se van organizando y van reportando los datos de apertura, o en caso de alguna irregularidad grave como violencia o interrupción mandan un reporte inmediato y al final de la votación hacen su último reporte”.
Algo que es importante aclarar es que el conteo rápido no debe confundirse con la encuesta a boca de urna. Como lo dice su nombre, la boca de urna es una encuesta que se aplica a una muestra de votantes, pero en la práctica termina siendo una consulta de opinión. Solo hay que recordar lo que sucedió en las elecciones de 2016 de los Estados Unidos de América, en la cual ganó Donald Trump, pero las encuestas de boca de urna decían otra cosa, lo que demuestra que el votante no siempre dice por quién vota.
En palabras sencillas, el conteo rápido es un ejercicio de observación electoral que, a través de una muestra estadística confiable de juntas receptoras del voto (antes, mesas electorales), permite estimar con precisión y confianza los resultados electorales la misma noche de la elección. Básicamente, unos 1,800 voluntarios distribuidos a lo largo del país registran datos específicos en formularios estandarizados que posteriormente se remiten de manera electrónica (o telefónica) a una central de datos que consolida toda la información a nivel nacional. Esta información es entrega en sobre cerrado a las autoridades electorales para que sean comparados con los datos oficiales. En fin, el conteo rápido sirve para evaluar la calidad del proceso de votación y verificar los resultados oficiales.
Otros de los expertos panelistas fue Manfredo Marroquín de Acción Ciudadana Guatemala quien comentó sobre su trabajo de conteo rápido en las elecciones guatemaltecas de 2019 donde los resultados de la primera vuelta electoral fueron reñidos por la cantidad de partidos políticos que participan. Marroquín recomienda a las autoridades del Consejo Nacional Electoral (CNE), analizar seriamente la posibilidad de alianzas para implementar un conteo rápido. “Quien más interesada debería estar en el conteo rápido es la autoridad electoral, primero porque es nueva y segundo, por la coyuntura en que está; si no le aprueban el presupuesto, el riesgo de que eso salga mal es muy alto, deberían de apoyar iniciativas independientes de conteo rápido y que se vea que están comprometidos con un proceso limpio y transparente”.
Mientras que Lester Ramírez, director de Gobernanza y Transparencia de la ASJ, habló de las tres experiencias hondureñas de conteo rápido que ha tenido, dos procesos de elecciones generales en el 2009 y 2013, y uno primario en el año 2012. Todos los conteos tuvieron la participación de la academia, organizaciones de sociedad civil, la Iglesias católicas y evangélicas, con apoyo técnico y financiero de cooperantes internacionales. Ramírez hizo énfasis en las elecciones generales de 2009 que sirvieron para recuperar la ruta democrática después del golpe de Estado. A pesar del conflicto político que se reflejó en una baja participación del electorado, el margen de error entre los resultados oficiales y los que arrojó el conteo rápido fue menos de 1%.
Ramírez explicó que “lo crítico es la anuencia de la autoridad electoral para reconocer un conteo rápido. Si no se trabaja con la institucionalidad, se puede hacer más daño en el caso que los resultados oficiales y los del conteo rápido sean contrarios. En este momento, hay capacidad de organización e interés de algunos sectores de la sociedad civil, pero tiene que darse un entendimiento entre las autoridades del CNE y las organizaciones que conformen ese consorcio”.
En conclusión, Honduras no tuvo conteo rápido en las pasadas elecciones de 2017. Para algunos conocedores de la materia, el haber tenido conteo rápido reconocido por la institucionalidad y los partidos políticos, pudo haber evitado la crisis y la violencia electoral. Como dijo Marroquín, “Existen poderes no solo legales sino ilegales con capacidad de influir y boicotear los procesos democráticos electorales, por lo que hacer un conteo rápido no solo es conveniente, sino que es obligado”.
Por el momento, el tiempo se acaba para organizar un conteo rápido para las elecciones de noviembre. Sin duda, otra prueba para el liderazgo del país.
Para ver el webinar completo puede dar click en el enlace: https://www.facebook.com/asjhonduras1/videos/219941506707023