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“stábamos juntos por última vez en noviembre, porque operaron a Mamá,” dice Agustina Flores López, la hermana mayor de Berta Cáceres.

“Yo le esperé en la casa de mi madre. Ella me llamó y me dijo, ‘Fíjate que tengo una reunión urgente, nos vemos más tarde.’”

Fue su última noche juntas en La Esperanza, la ciudad donde Agustina y sus hermanos crecieron y donde su madre y hermana Berta aun vivían.

Berta iba a salir de viaje la próxima mañana. Agustina esperó a Berta hasta las nueve de la noche y se fue a acostar enojada porque su hermanita no vino para pasar tiempo con ella antes que Berta saliera de viaje y Agustina regresara a su hogar en otra ciudad.

“Estaba jugando en mi teléfono en la cama y ella por fin me llamó,” cuenta Agustina. “[Berta] dijo, ‘¿Ey vos, ya te dormiste?’ Dije, ‘¿Puta, cómo voy a dormir si me despiertas?’ Ella dijo ‘Aquí estoy cocinando la cena.’”

Agustina salió de su habitación en la casa de su madre y encontró a Berta y un amigo en la cocina cocinando huevos. Agustina se burló del amigo porque llevaba una gorra rara. Le dijo que se parecía a un Teletubby y le tomó fotos.

Tempranito la mañana siguiente Berta se fue. Agustina intentó convencerle quedarse o ir con ella a Olancho para escapar del peligro que cada día más aumentaba alrededor de Berta. Berta le confesó que esta vez ella sí estaba preocupada.

Desde el momento que Berta denunció que el Estado había extendido de forma ilegal contratos con 49 represas hidroeléctricas, ella se enfrentaba con un peligro creciente. Fue detenida por militares que le acusaron de posesión ilegal de un arma en su vehículo. COPINH mantiene que el arma fue sembrada. El casó llegó a una conciliación. La empresa Desarrollos Energéticos, S.A. (DESA), una de las empresas denunciadas por Berta, la denuncio a ella por supuestos daños, usurpación y coacción. El caso se quedó en sobreseimiento definitivo en febrero de 2014. El municipio de Intibucá también puso una queja en 2015 en su contra por daños y desobediencia cuando ella y los dueños de microempresas en Intibucá manifestaron contra el alcalde quien quiso mover su mercado afuera del centro de la ciudad. El Ministerio Público también le denunció por sedición. Ninguna de estos dos casos llegó a un requerimiento fiscal.


La tabla muestra las represas denunciadas y sus empresas matrices. //

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Además, el gobierno fijó militares en frente de las instalaciones de Agua Zarca para proteger al proyecto en los intereses de la energía que iba a vender al gobierno. Los militaros desalojaron a los protestantes varias veces en una manera violente y botaron su comida y agua para presionarles salir. Lo peor fue cuando una manifestación pacífica se convirtió en una escena de asesinato cuando un soldado disparó a Tomás García, un miembro de la comunidad y de COPINH, en el momento que empezó a dar un discurso a la multitud. Mató a García e hirió a su hijo adolescente.

Según la familia de Berta, las amenazas contra Berta incrementaron en los últimos años. Agustina dice que ella empezó a recibir amenazas anónimas por Whatsapp. También según una denuncia de COPINH y los testimonios de la comunidad, un sicario fue a Intibucá para intimidarles. Gente de la comunidad difundió el mensaje que él, un tipo conocido, había llegado a la zona. En un momento, el sicario amenzó a Berta directamente. Ella le denunció y él fue juzgado. Sin embargo, su caso despues se quedó en sobresiemiento.

Con las amenazas aumentando, Berta se empezó a sentir el peligro fuerte.

Ya no me aguanto las amenazas,’ [Berta] me dijo. ‘Me van a matar,’” recuerda Agustina con dolor reflejado en su rostro.


La hermanita rebelde

Agustina tenía 12 años cuando Berta nació.

“Estaba en el sexto grado y tuvimos que tejer un traje de bebe a crochet,” dice ella. “Hice un vestido para Bertita.”



Para Agustina, Berta fue su muñeca. La cuidó, la bañó, la vistió, y la regañó en los momentos frecuentes cuando Berta se puso rebelde.

“[Berta] era cariñosa y consentida. Siempre fue rebelde,” dice Agustina con cariño.

Una herencia

Según Agustina, Berta obtuvo su carácter rebelde y fuerte como herencia. La cadena de mujeres fuertes empezó con su abuela, una figura principal de su niñez.

“Mi abuela era una mujer con tanta sabiduría para transmitir ideas,” explica Agustina. “Tenía ese liderazgo para movilizar.”

Según Agustina, fue su abuela que aseguró que los niños vivieran como un niño debe vivir. Corrieron con los vecinos, se sentaron en las esquinas platicando, y jugaron fútbol en la calle. La abuela estableció un ambiente de diversión, solidaridad, y compromiso para la familia.


Abuela de Berta Cáceres

La otra figura principal en las vidas de los hijos fue su madre, Austra Berta Flores.

Austra Berta hizo historia en el país cuando llegó a ser la primera alcaldesa mujer de Honduras, al ser elegido edil de Intibucá. Años después, Austra Berta fue elegida a una diputación en el Congreso Nacional.

Austra Berta era política, enfermera, y madre de 12 hijos. Trabajó como partera para la región rural alrededor del municipio y dio parto a más de 5,000 bebés. La mayoría de los bebés eran indígenas.

Crecimos con valor,” dice Agustina. “Mi madre nos enseñó que no importa quién sea, tenemos que atenderles a todos. Crecimos sin riquezas, sin lujos, sin carencias.”

Agustina y sus hermanos recuerdan que canastas de verduras, leche, pollo y muchos otros regalos llegaban a su casa hasta tarde en las noches, enviadas por las familias que Austra Berta atendía sin cobrarles.

Austra Berta salía a todas horas para atender a mujeres de los pueblos indígenas en sus partos. Cuando Berta ya tenía la edad suficiente, su madre la empezó a llevar a acompañarle. Según Austra Berta, Bertita no quería ayudar en los partos al principio, pero se acostumbró. Berta sostenía la candela para su madre y le ayudaba con la ropa.


Austra Berta fue la primera alcaldesa mujer de Honduras.

Aprendió bastante de mí. Ser luchadora, denunciar para la gente,” dice Austra Berta.

Austra Berta cuidó de su familia grande, sola por la mayoría de su vida. Su primer esposo fue asesinado por un conflicto político y su segundo esposo, el padre de Berta, dejó a su familia cuando Berta estaba pequeña.

Agustina dice que a través de las dificultades, los 12 hijos aprendieron a ser unidos y a protegerse entre ellos.

Brillante, Peleona

Austra Berta aseguró que todos los hijos recibieron una educación. Al fin, todos llegaron a ser profesionales.

Berta, su hija pequeña, estudió para ser maestra, pero Austra Berta dice que el camino de Berta para terminar sus estudios fue despacio.

“[Berta] siempre estaba más comprometida con sus organizaciones,” explica Austra Berta.

Según ella, Berta era una estudiante brillante y peleona. Agustina dice que desde pequeña su hermanita era líder. Siempre tenía un grupo de niñas que le seguía. Berta participó en actos cívicos en la escuela. Era presidente del consejo estudiantil.


De estudiante Berta participó en diferentes actos cívicos.

Cuando era todavía una adolescente, Berta trabajó con una ONG por medio de la cual, según su madre, aprendió más de las condiciones del pueblo indígena. En ese momento, conoció su futuro esposo, Salvador Zúniga.

Los dos se casaron, y poco después del nacimiento de su primera hija, Olivia, la pareja joven decidió ir a El Salvador para apoyar el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en las últimas batallas de la guerra civil. Berta era combatiente bajo el alias “Laura”, el nombre que le pondría a su hija menor.

Austra Berta esperaba el regreso de su hija con gran temor durante los últimos meses de la guerra. Era un tiempo cuando la gente se desaparecía, un tiempo de secuestros, tortura y asesinato a la mano de los gobiernos. Como político y activista, la familia no era ajena a la persecución y la pérdida.

Llegaba la fuerza

Berta y Salvador sobrevivieron la guerra y regresaron a Honduras para seguir en otra lucha, la lucha para los derechos de los pueblos indígenas.

“[Desde que] ella ayudó en los partos, hizo un compromiso de quererlas y velar por ellos,” dice Agustina.

La pareja se unió con varias otras organizaciones indígenas y juntaron sus esfuerzos para formar el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH).


Boda de Berta y Salvador Zuniga.

Crearon COPINH para organizar a los indígenas, especialmente los Lencas,” dice Austra Berta. “Les capacitó en derechos, salud, y educación y de no estar trasladados de su territorio.”

En los primeros años, COPINH organizó a los pueblos indígenas para combatir la desforestación. Realizó grandes marchas desde La Esperanza hasta Tegucigalpa para decir al país que los indígenas todavía estaban presentes y no iban a quedarse callados.

“La gente se emocionó cuando COPINH vino,” recuerda Agustina. “Cuando llegó COPINH, llegó la fuerza, la energía.”

Cuando Austra Berta era diputada en el Congreso, Berta hizo incidencia para la ratificación del Convenio 169, un convenio internacional que reconoce y protege los derechos del pueblo indígena. Austra Berta introdujo la moción de ratificarlo en el congreso mientras Berta lo socializó con la gente y el convenio fue ratificado en 1995.

“Después del convenio de paz, trabajó en el rescate de costumbres indígenas,” dice Agustina.

Ella explica que muchos de los pueblos indígenas perdieron su idioma y ciertas costumbres para evitar la discriminación. COPINH empezó la lucha de recuperar las costumbres indígenas para darle a la gente una reivindicación de los derechos indígenas.

Desde el principio, Berta también trabajó mucho para los derechos de las mujeres indígenas.

Fue un proceso,” dice Agustina. “Sigue siendo un proceso para que ellas se aceptan como mujeres y no solo como objeto o esposa del esposo.”

COPINH tenía un refugio para mujeres abusadas y les enseñaba a las mujeres a denunciar el abuso. También luchó por el derecho de educación de las mujeres indígenas. Logró que muchas jóvenes se convirtieran en ingenieros agricolas.

La lista de luchas que Berta asumió con COPINH pareciera no tener fin. Trabajaron para la educación de los pueblos indígenas, para sus derechos religiosos y para establecer sus municipios. Lucharon para los derechos de la comunidad LGTB. Trabajaron contra la explotación de las minas, los bosques, las fincas y los ríos. Lucharon contra la militarización del país.

Según Agustina, Berta usó las redes de comunicación para llevar a COPINH al nivel internacional. Ella viajó a Kenia, Noruega, los Estados Unidos, Canadá, Guatemala, México, Brasil, Colombia y Australia para trabajar con los pueblos indígenas, gente de raíces africanos, y otros grupos oprimidos a lo largo de Honduras y el resto del mundo.

El compromiso

“Después, empezaron a venir grandes represas, proyectos de muerte,” dice Austra Berta.

La madre de Berta explica que empresas poderosas empezaron a construir represas sobre los ríos en muchas áreas rurales y regiones indígenas del país. Berta denunció que se había iniciado construcción de 49 represas sin haber realizado la consulta previa e informada con los pueblos indígenas, tal como requiere el Convenio 169.

Según Austra Berta, su hija fue perseguida desde muchos años, pero tras la llegada de las represas, las amenazas se aumentaron. En los años antes de su muerte, Berta fue objeto de varias acusaciones y procesos judiciales en su contra. Recibió amenazas de secuestro y asesinato y hasta amenazas contra su único nieto.

A Berta la mataron cuando faltaban minutos para las 12 de medianoche,” recuerda Austra Berta.

Berta había salido de la casa de su madre dos meses antes. Había comprado una casa pequeña en una lotificación en las afueras de la ciudad de La Esperanza.

Ante las amenazas en su contra, la Comisión Inter-Americana de los Derechos Humanos había instado al Estado de Honduras a implementar medidas de protección para Berta. Normalmente una patrulla policial pasaba por su casa para asegurar que todo estaba normal, pero según Austra Berta, la noche del asesinato las patrullas no pasaron por la casa de Berta.

Berta estaba en su habitación cuando irrumpieron dos hombres en la casa. Uno de los hombres entró en su habitación y le dio un disparo fatal en el pecho. El otro hombre entró en la segunda habitación y disparó a Gustavo Castro, un activista de México que se estaba hospedando en la casa de Berta durante una visita a Honduras, lesionando su oreja. Según un hermano de Berta, la familia no fue notificada del ataque hasta cuatro horas después.

En sus últimos minutos juntos durante su visita aLa Esperanza, Agustina intentó convencer a su hermana que tuviera cuidado.

“Le dije que pensara en Mamá y sus hijos, que saliera de COPINH,” admite Agustina.

Ella dice que Berta había recibido una oferta de trabajar en Los Estados Unidos como consultora, pero salir de lucha para Berta sería como abandonar sus hijos en medio de un gran problema.

Las hermanas compartieron su último abrazo en la esquina afuera de la casa de su madre.

Lloramos mucho,” recuerda Agustina. “Nos abrazamos como si fuera el último abrazo. Ella salió del carro y me abrazó una vez más.”  

A pesar de que Berta fue la menor de todos sus hermanos y hermanas, Agustina dice que le admiraba mucho a su hermana, su compromiso, y su valor. Fue el compromiso y el valor de Berta que le obligó quedarse en el país y en la lucha ante el peligro.

“[Berta] me dijo, ‘Tengo demasiado compromiso con los del Río Blanco. No puedo dejar esta gente sola. Tengo una denuncia fuerte que hacer,’” cuenta Agustina.

Agustina dice que su hermanita era una revolucionaria con una visión tremenda y un pensamiento profundo que ella todavía no logra entender. A pesar del dolor insoportable se su pérdida, la familia sigue siendo inspirada por el gran impacto que Berta tuvo.

Bertita tenía una fortaleza increíble. Valentía, pues, no tenía miedo de nada,” dice Austra Berta con orgullo. “Era una líder inmutable.”