En las democracias hiper-presidencialistas de América Latina, se suele estudiar muy poco a la oposición política porque a diferencia del sistema parlamentario, tiene muy poca influencia en la gestión del Ejecutivo. En todo caso, se suele estudiar más en términos electorales y en el sistema de partidos.
En un país como Honduras, en donde millones de personas están esperando un cambio tangible en sus vidas después de 12 años de continuismo, la oposición política es percibida por muchos como la gran salvación, al grado que están dispuestos a votar por quién sea, con tal que no sean los mismos.
Tristemente, la historia de países con poca tradición democrática como el nuestro, demuestra que cuando el electorado vota ciegamente contra el partido en el poder (voto de castigo), los partidos de oposición que llegan al poder terminan fracasando enormemente; ya sea porque son muy débiles en cohesionar apoyo popular o de las élites, carecen de la capacidad de gobernar por falta de experiencia o simplemente se trata de un relevo de corruptos.
Se suele caer en el error –ingenuo o idealista- de pensar que, por simplemente tener intereses contrarios al gobierno, es suficiente amalgama para que las diferentes expresiones de la oposición política se junten por un propósito común. Pero la práctica democrática, no es tan sencilla, especialmente cuando los liderazgos de oposición se perciben más como caudillos.
Mucho se habla de los actores de la oposición política en Honduras, pero muy poco se hace en analizar sus características. Haciendo una revisión de la literatura de la ciencia política (politólogos como Giovanni Sartori y Juan Linz), se puede argumentar que en este momento existen tres expresiones de oposición en Honduras.
1. Oposición sistémica. La oposición sistémicase ciñe a las normas de competencia democrática y se manifiesta en los partidos políticos.Este tipo de oposición busca ser gobierno. Pero esta clasificación, se subdivide en base a un elemento fundamental, la fuerza política (capacidad de negociación e imposición). Sartori, quién acuño en término “sistema de partidos”, distingue la oposición por su nivel de institucionalización (normas, reglas y prácticas adoptadas de manera habitual). Por un lado, están los partidos políticos institucionalizados con estructura política organizada y cohesionada a lo interno. Por otro lado, están los partidos pequeños, menos estructurados u organizados, pero con capacidad de acción en espacios menos institucionalizados y más orgánicos. |
2. Oposición anti-sistémica. Ante el fracaso del sistema político tradicional, surge lo que el maestro italiano, Giovanni Sartori, denomina como oposición “anti-sistémica”. Este tipo de oposición esencialmente no busca ser gobierno, se presenta a manera de movimiento “en contra” del sistema político propiamente dicho. Posiblemente este es el tipo de oposición con mayor expresión en este momento en Honduras. Estos son movimientos sociales de carácter esporádico o activados bajo una coyuntura muy específica (p.ej. escándalo de corrupción), incluso con relativa fuerza, pero con baja estructuración, tienden a disolverse cuando el motivo que les dio origen desaparece. |
3. Oposición semi-leal. Si analizamos la oposición desde el ejercicio propio del accionar, encontramos que en Honduras existe una oposición semi-leal, tanto por actores sistémicos como anti-sistema. Juan Linz explica este tipo de oposición como la “disposición de los líderes políticos para entrar en negociaciones secretas para buscar la base de cooperación en el gobierno”. En el caso hondureño, tanto partidos bien estructurados o pequeños muestran este comportamiento utilitarista -hipócrita para algunos-, que comprenden muy bien que su sostenibilidad política depende de su posibilidad de negociar (empleos públicos, financiamiento de campaña, representación en órganos colegiados, contratos estatales, etc.). |
Regresando al ruedo electoral, obviamente la oposición sistémica es la llamada a competir por el voto. Pero ante la pluralidad de tipos y actores de oposición, fácilmente puede ser saboteada por liderazgos semi-leales que simplemente buscan una cuota de poder, en vez de un cambio al sistema político actual. La oposición sistémica puede encontrar un atractivo en la oposición anti-sistema, especialmente los sectores jóvenes o independientes que no tienen una afiliación partidista tradicional. El reto se encuentra en el reclutamiento, especialmente cuando la calidad de los liderazgos políticos es altamente cuestionada y no muestran interés en los problemas que aquejan a los sectores excluidos (desempleo, inseguridad, acceso a educación, etc.).
Pero la oposición sistémica también presenta retos internos o endógenos. Por ejemplo, encontrar una ubicación ideológica que no los lleve al extremo de la derecha o la izquierda, permitiendo ciertos consensos básicos para atraer moderados. También está el reto de desarrollar una relación duradera con la sociedad en general, en vez de solamente la base o el activismo del partido político. Tampoco podemos olvidar el acuerdo sobre el proceso de competencia, el cual implica reglas electorales aceptadas por todos. En este último reto, hay líderes de oposición populista que prefieren que el sistema electoral no funcione, para declarar fraude y ganarse la simpatía popular a costas de la institucionalidad.
Un fenómeno que está mostrando ser más agudo en este ciclo electoral, en comparación con lo que pasó en el pasado proceso, es la incertidumbre que existe en la oposición política. Si esto no se reduce, vendrá a incrementar la desconfianza y la conflictividad política. Pero forjar alianzas o coaliciones electorales, sin tomar en cuenta los retos que afronta la oposición sistémica, no asegura una victoria electoral en el 2021 y menos aún un gobierno que cumpla las expectativas ciudadanas.
Fuentes:
Linz, J. (1987). La quiebra de las democracias.
Sartori, G. (2005) Partidos y Sistemas de Partidos